CITA EN EL SUR

La ministra magrebí

Diario Sur, AURORA LUQUE, 22-05-2007

PREFERÍAMOS a Ségolène Royal, sobre todo por razones de equilibrio: una Europa temerosa se escora demasiado hacia la derecha. Pero ha ganado Sarkozy en uno de los procesos electorales más reñidos de las últimas décadas. Comenzaron los días de Sarkozy con un mal paso personal (donde dije monasterio digo yate). Pero hay que reconocer que al menos dos de sus primeras medidas políticas son dignas de la mejor izquierda: el nuevo gobierno paritario y el nombramiento como ministra de justicia de Rachida Dati, magistrada proveniente de una familia humilde de padre marroquí y madre argelina con doce hijos. Hay que reconocerlo, aunque escueza en algunas columnas de los diarios progresistas, que han tachado estas medidas, seguro que con buena parte de razón, como ases sacados de la manga y golpes de efecto de cara a las próximas elecciones legislativas.

A veces pienso que el verdadero trabajo de la izquierda es el de educar a la derecha. Lo pienso con alivio, con orgullo y con un poco de melancolía. La derecha a solas, incontrolada, deriva en pura dictadura; en el juego democrático se civiliza y asimila lentamente las ideas del lado contrario, las conquistas sociales – los seguros, las becas, los viajes de los jubilados, la sanidad asequible… Si el PP volviera no se atrevería a invalidar las bodas homosexuales, por ejemplo. La derecha se aprovecha del trabajo de la izquierda en la proa del rompehielos.

A su vez, el papel de la derecha suele ser a menudo el de sustituir a la izquierda cuando esta, en el ejercicio ensoberbecedor del poder, se ha derechizado hasta un límite insoportable, olvidándose de su razón de ser y de sus principios elementales. La alternancia garantiza la higiene política.

Por eso es una auténtica boutade la propuesta de Sarkozy de olvidar el espíritu del mayo del 68. «Seamos realistas: pidamos lo imposible», decían. Que una hija de inmigrantes pobres del norte de África haya llegado a un gobierno de la república francesa era algo que seguramente los jóvenes manifestantes sesentayochistas hubieran metido en el saco de lo imposible, de lo ultrautópico y de lo inconcebible. Mais voilà! Y ahora Sarkozy, aunque no lo reconozca, recoge y aplica los frutos matizados de aquel espíritu, de aquellas inquietudes, de aquel inconformismo aparentemente sin objeto.

El nombramiento de la señora Dati es un gesto inteligente. Por calculado que haya sido, lo cierto es que es cierto: será un potente símbolo para los desalentados jóvenes de los suburbios, y sobre todo para las hijas de la inmigración. Ante los riesgos cada vez mayores de contaminación fundamentalista, una ministra magrebí completamente chic: c’est magnifique. Precisamente hoy, cuando leemos que en Egipto los islamistas lanzan una fatua ridícula que condena el trabajo de un hombre y una mujer bajo el mismo techo «a menos que ella lo haya amamantado cinco veces». Nos ahorramos el sarcasmo sobre la hermenéutica de la lactancia. Oh la la.

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