VALENCIA | SOCIEDAD

Chinos pero valencianos, valencianos pero chinos

La comunidad, cada vez más integrada en la vida social de Valencia gracias a la segunda generación, se ha cuadruplicado en los últimos seis años

Las Provincias, J. BATISTA, 20-05-2007

La comunidad, cada vez más integrada en la vida social de Valencia gracias a la segunda generación, se ha cuadruplicado en los últimos seis años Zhan tiene 31 años y su perfil no corresponde con la idea occidental de persona china, exceptuando los inevitables rasgos orientales. Carácter afable, control del idioma e iniciativa para relacionarse. Este empresario afincado en Valencia regenta una empresa de logística y otra de muebles. Explica que todo lo ha conseguido con trabajo y ganas. Ganas de integrarse, de relacionarse. Ganas de sentirse un valenciano más y de enterrar los prejuicios que etiquetan a su comunidad. Ni son impermeables, ni trabajan 20 horas al día, ni son pobres, aunque tampoco ricos.

Su caso se puede extender a cientos de jóvenes chinos afincados en Valencia, con iniciativa, que luchan por combatir la impermeabilidad de su comunidad y abrirse a la sociedad valenciana. Son chinos en guerra abierta contra la barrera del idioma y el abismo cultural entre Oriente y Occidente. El objetivo: salvar su peculiar muralla china en aras de la integración.

La comunidad ha sufrido importantes avances en su capacidad de relacionarse. Las asociaciones culturales y empresariales que trabajan en la ciudad apuntan hacia la segunda generación como causantes de esta apertura. Es decir, los descendientes, ya valencianos, de los primeros inmigrantes que hace más de 20 años empezaron a instalarse en la ciudad y a abrir sus negocios, generalmente restaurantes.

El boom de la inmigración ha hecho que el colectivo se multiplique por cuatro en los últimos seis años. En 2000, estaban empadronados en Valencia 836 chinos. En 2006, última actualización oficial, la cifra se elevaba a 3.717.

Esta segunda generación incluye además a aquellos niños adoptados que ya crecen en la cultura valenciana y sin saberlo, han sorteado el gran problema del idioma.

“Son valencianos y españoles. Ellos viven esto en su casa. Todo lo demás lo tienen que aprender. Que salgan en Fallas es lo que les toca, porque son falleros, y que salgan con el dragón también, porque son chinos”, explica Amparo, una de las socias fundadoras de la asociación TAI, que integra a miembros de la comunidad, a familias con niños adoptados y a amantes de la cultura oriental.

Uno de los objetivos de la asociación es favorecer la asimilación de la forma de vida española sin olvidar su cultura. Participan en la cabalgata folclórica de las Fallas, e incluso imparten clases de chino para padres y niños que no conocen su cultura.

Nadie niega que la comunidad china sea cerrada. Aunque no es cierto que no ponen de su parte para integrarse. Dos milenios de tradición feudal en China y su carácter familiar son las principales causas de este cerrojazo cultural.

“No tienen tiempo para relacionarse, para aprender el idioma o para cualquier cosa. El esfuerzo que supone instalarse es tan grande que no tienen ni más energía ni más tiempo”, continua Amparo.

“Los más mayores no entienden nada, son sus hijos los que ya saben algo más. Mi padre vino antes que yo y no entiende el idioma. Y si no entiendes, no te relacionas. Los que vinieron siendo pequeños ya estudian aquí y conocen cultura y costumbres”, añade Zhan.

Desde el Ayuntamiento, un responsable del área de Bienestar Social explica que no se tiene constancia de que algún grupo de la comunidad haya pedido asistencia en material laboral, jurídica o social, como sucede con otros colectivos.

“Son muy solidarios y se ayudan entre ellos”, añade Amparo. “No sólo te ayuda la familia. Aquí a los amigos les puedes pedir dinero, sin intereses. No se presta a cualquier persona, pero entre los amigos no hay problema”, comenta Julia, una comerciante china de Valencia, a modo de respuesta a esta falta de comunicación con la administración.

Capacidad de trabajo

La creación a principios de marzo de la asociación de Comerciantes Chinos de Valencia, de la que forma parte Zhan, es otra vía para la integración. “La idea es tener contacto con todos los públicos. Se piensa que sólo trabajamos para chinos y vendemos a chinos, y no es cierto”, sentencia.

Una de las características principales de la comunidad es su enorme capacidad de trabajo. No tanto en horas, (pese a que un restaurante puede estar sirviendo comidas y cenas hasta pasadas las 12 de la noche), sino en jornadas laborales, al desaparecer el concepto de día festivo. “El horario es un problema porque no tienen tiempo de estudiar. Mucha gente lo intenta pero al final lo tienen que dejar”, explica Rubí, profesora de chino en la Universitat de València, donde imparte clases desde hace un par de años tras doctorarse en la Comunitat.

La comunidad china tiene un poder adquisitivo medio, ya que suelen regentar sus propios negocios una vez han estabilizado su situación en su lugar de destino. A modo de anécdota, en la fiesta organizada el 25 de marzo en la base del China Team, se podían ver gran cantidad de coches de lujo en el parking.

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