POLÍTICA SOCIAL RETRATO DE UNA ONG

1.000 voluntarios sostienen la acción social diaria de Cáritas en Gipuzkoa

.500 guipuzcoanos hacen una aportación económica mensual y otros tantos, más esporádica La oenegé de la Iglesia atiende a miles de necesitados

Diario Vasco, IÑIGO URRUTIA, 20-05-2007

SAN SEBASTIÁN. DV. Gipuzkoa es uno de los territorios más opulentos de su entorno, pero la creciente invisibilidad de los nichos de pobreza y exclusión no es óbice para que algunos miles de personas vivan en unas condiciones paupérrimas. O sobreviven en la indigencia, se mueren de frío en invierno; pueden ser ancianos esquizofrénicos que no tienen quien les caliente el desayuno; mujeres maltratadas sin un lugar adónde ir; homeless, sin techo que deambulan por las calles y cuya infancia fue un cóctel de maltrato y violaciones….

La cobertura del Estado del Bienestar llega a muchos, pero no a todos. Y los que se quedan en la cuneta antes o después tienen su última esperanza en Cáritas, la oenegé de la Iglesia: enfermos mentales, de sida, toxicómanos, ex presos, sin techo…

Cáritas, como expresión de la acción social de los católicos guipuzcoanos, dispone de una tupida red que alcanza los 88 pueblos del territorio histórico y que se despliega a través de 150 comunidades parroquiales en las que trabajan como voluntarios 700 personas.

A este contingente de ciudadanos que dedican su tiempo a resolver o al menos paliar tantas y tantas situaciones de emergencias personales, – ropa, deudas, alquiler del piso, dinero para el dentista, gafas, comida…. – , y que suelen pasar inadvertidas para sus convecinos hay que sumar otras 300 personas que dedican su tiempo libre a ayudar en centros de día, hogares de acogida….

Esta red civil de asistencia tiende a diversificarse porque surgen nuevas formas de pobreza y de riesgo de exclusión para quienes están en la frontera entre una vida normal y esa existencia más propia del cuarto mundo que también hay en Gipuzkoa; a un paso del precipicio social que a veces se abre para quienes llevan una existencia de lo más convencional: un revés económico más o menos coyuntural que desencadena otros problemas, o razones más profundas y estructurales – alcoholismo, enfermedad mental, ruptura familiar – , de modo, que la biografía de un ciudadano corriente se va al garete y nadie en su entorno parece reparar en ello.

1.500 salarios mensuales

Junto al millar de voluntarios guipuzcoanos trabajan otras 60 personas que articulan la estructura laboral de Cáritas, que dispone de unos cinco millones de euros al año para atender las necesidades que van surgiendo y entre las que se incluyen los proyectos de cooperación internacional, a los que se destinan un millón largo de euros.

En un contexto en el que comienzan a aflorar oenegés bajo sospecha, Cáritas tiene dos fuentes de financiación: el 59% proviene de las contribuciones de sus socios y colaboradores, mientras que el 41% restante «es dinero de la Adminis – tración pública», señalan fuentes del organismo. Los donativos provienen de 3.070 guipuzcoanos, de los que 1.500 están comprometidos con aportaciones mensuales. El resto realiza donaciones dispersas en el tiempo.

Esos recursos permiten, por ejemplo, garantizar la cobertura de las necesidades más básicas a cientos de personas: en el Aterpe de Donostia se atiende a un promedio de 500 personas al año a las que se proporciona alimentación, duchas, ropero, lavandería, peluquería, enfermería, alojamiento y escucha. El Hotzaldi, abierto en invierno para que los transeúntes sin hogar no se mueran de frío en cualquier esquina, proporciona cama a más de cien sin techo, de los que dos de cada tres suelen ser inmigrantes. 60 voluntarios hacen posible que este servicio funcione.

Más allá de la acogida durante los meses invernales, Cáritas dispone de hogares de acogida, como el de Trintxer, concebido para hombres de entre 40 y 65 años que no tienen alternativa de residencia y que se comprometen a un proceso de rehabilitación integral. Para las mujeres en situación de riesgo o que han salido de la cárcel se creo el centro Emeki.

Del mismo modo, los enfermos de sida que están en una situación personal muy deteriorada son atendidos en Villa Betania que es su único hogar para casi una veintena de enfermos de esta patología cronificada.

Como quiera que la vivienda es un escollo insalvable para quienes están sumidos en la pobreza, Cáritas ha diversificado su oferta de hogares y también dispone de otros centros de acogida. Para hombres de entre 18 y 35 años que carecen de medios económicos y «se encuentran en situación de riesgo» dispone de un centro en Sorabilla por donde pasan al cabo del año alrededor de una treintena de personas. Del mismo modo Cáritas cuenta con pisos de acogida para inmigrantes.

Amén de los servicios de atención primaria y de acogida, la acción social también se extiende a otras actividades y que se articulan a través de las fundaciones Izan, Hurkoa, Gizaide y Sarea.iurrutia@diariovasco.com

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