Ultramar. Mundo en movimiento
"La realidad de la inmigración no es la que, con simpleza, nos están transmitiendo"
Canarias 7, , 19-05-2007Aun cuando el Pacto Canario por la Inmigración contemplara que el drama de los irregulares no debiera ser utilizado como carnaza electoral, la cercanía de la cita a las urnas y el arribo de unos cuantos nuevos cayucos a nuestras costas ha servido para recalentar el termómetro inmigratorio y convertir el asunto en bandería de algunos, que, como quiera que este problema es el que más preocupa a la población isleña, ven en él, sin más, un posible caldero de votos.
¡Qué cosas! La inmigración como recurso. Ya cantaba Kavafis: «¿Y qué vamos a hacer sin bárbaros? Esa gente era una especie de solución». Les vale así para construir discursos que se quedan en la epidermis y no ahondan en una realidad que no va a variar por más arengas y despropósitos que pronuncien. Los cayucos, aun cuando tengan máxima visibilidad mediática, no dejan de ser un fenómeno minoritario; luego, no hay alarma que valga, por más que algunos establecidos se alteren. Establecidos, por cierto, que silencian que sin inmigrantes el PIB podría haber retrocedido una media anual de un 1% en el periodo 1995 – 2005 y en cambio ha aumentado un 3,6% de media anual, como ha quedado reflejado en un reciente estudio de Caixa Catalunya.
Así les pese a algunos, el mundo está en movimiento y lo que somos es el resultado de una negociación, porque, como ha apuntado el antropólogo Fernando Estévez, las identidades requieren, por definición, la existencia del otro.
Touraine lo ha expresado, además, con contundencia, si realmente se plantea la multiculturalidad como problema, el modelo político de Occidente está en decadencia o descomposición. Según esto, ¿podemos concluir que esos que aventan los miedos contra las invasiones de inmigrantes están en decadencia o descomposición?
Incontestablemente, en este mundo en movimiento se suceden desplazamientos individuales, fundamentalmente porque habitamos en espacios económicos desiguales. Aquí es donde está el auténtico efecto llamada.
Toca, pues, empezar a dejar a un lado el discurso facilón y resolver la muchas contradicciones en que se encuentra el hemisferio desarrollado, con gobiernos que se jactan de suscribir convenciones internacionales y constituciones locales con arreglo a los principios de la ONU, en las que se reconocen y exigen respetar el derecho individual de los ciudadanos a salir de sus países pero que dejan en manos de los Estados el derecho de entrada; o que, proclaman su respeto a los Derechos Humanos pero que atienden a los que llegan según estén o no bajo la tutela de un país que les proteja. Así las cosas, aquellos que no procedan de un lugar con el que se tenga convenio de repatriación, los apátridas, los sin papeles, no pueden dejar de ser sujetos sin derecho cuyo destino sea el desierto, una nave abandonada de un puerto o cualquier país incapaz de hacer valer el derecho de entrada que otros Estados sí ejecutan, como ha pasado, recientemente con los tripulantes del Marine I y el Happy Day.
Los políticos no pueden seguir definiendo situaciones que no son reales como si lo fueran, porque ello puede provocar que sus consecuencias sí sean reales. Y la realidad de la inmigración no es la que, con simpleza, nos están transmitiendo.
vicente.llorca@canarias7.es
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