El Senado de Estados Unidos dio ayer “un paso de gigante” para cambiar la legislación de inmigración del país. Un grupo de senadores demócratas y republicanos presentó un proyecto de ley que propone la legalización de millones de sin papeles y , a la vez, endurece los pasos fronterizos.
Los senadores calificaron el texto como la “mejor ley posible”. Y puede que lo sea, ya que el texo irrita por igual a la derecha – – que la considera una amnistía encubierta – – y a la izquierda, que piensa que es demasiado restrictiva.
El que está feliz es el presidente George Bush, ya que el acuerdo le hace albergar esperanzas de que podrá acabar su presidencia con una ley de mucho calado.
La Casa Blanca apoya la iniciativa legislativa, que ahora empezará su proceso legal en el Congreso. Será allí donde los senadores postulantes y la Casa Blanca deberán encontrar los apoyos necesarios, sobre todo en el Partido Republicano, que ve en la inmigración un campo abonado para el electoralismo.
Además de la legalización de quienes ya están trabajando de forma ilegal en el país, la ley prevé la creación de un programa de trabajo temporal tras el cual los inmigrantes regresarían a sus países, fuertes sanciones a los empresarios que contraten a sin papeles y un sistema de aceptación de inmigrantes basado en los méritos (capacidades, educación y conocimiento del inglés). A cambio, limita la reunificación familiar a los parientes directos.