Comentario de el día
Madrid y Bruselas miran hacia otro lado
El Día, , 16-05-2007SI POR ALGO se caracterizó el fenómeno colonial en África fue por la absoluta falta de sensibilidad de las potencias europeas, tan ocupadas en esquilmar los recursos naturales como despreocupadas a la hora de velar por el desarrollo social y económico de unos jóvenes estados que, en buena parte de los casos, sobreviven a duras penas tras el “si te he visto no me acuerdo” con el que adornaron su adiós los estadistas del viejo continente. La situación que atraviesan millones de personas sólo cabe calificarla de indigna. Buena parte del Magreb y la práctica totalidad del África subsahariana se encuentran en un callejón sin salida. Y la población, que gracias a la universalización de la señal televisiva no es ajena a lo que ocurre en la vieja Europa, decide poner rumbo hacia ese paraíso a toda prisa. Huelga decir que el principal riesgo al que se exponen es la muerte en un océano que se ha cobrado miles de vidas inocentes en los últimos años.
La lógica y noble aspiración de los africanos de alcanzar una vida mejor les lleva hacia la puerta más cercana para acceder al continente europeo, y esa puerta es Canarias, una puerta que el Gobierno español y la Unión Europea han dejado abierta de par en par. Los miles de inmigrantes que arriesgan sus vidas están solos y Canarias está sola, más sola que nunca. Ni España ni la UE hacen lo suficiente para evitar más muertes, para impedir que las Islas se vean abocadas hacia un incierto futuro. Porque aunque la inmensa mayoría de los africanos que llegan al Archipiélago sea gente de bien, los riesgos colaterales del fenómeno son constatables. Que parte de la inseguridad que se vive en las Islas encuentra su origen en la inmigración es un hecho, y a ello se une el peligro de la expansión del integrismo islamista que azota al vecino continente y encuentra una vía de escondite entre los cayucos y pateras que emprenden viaje hacia Europa.
El riesgo terrorista no es una invención. Los servicios secretos británicos han advertido claramente de la utilización que hacen los colectivos terroristas de la inmigración para infiltrarse en Europa, y el propio Gustavo de Arístegui, diplomático y responsable de política exterior del PP, ha avisado de dicho riesgo, que no por mucho negar su existencia va a dejar de existir.
Cuando ocurra algo llegará el momento de los lamentos y de las comisiones de investigación inservibles. Mientras, la prevención brilla por su ausencia. Y ello sin olvidar el enorme daño que está ocasionando la incesante llegada de pateras a la imagen de unas Islas que viven del turismo. Y esto, a veces, aunque resulte molesto, es necesario recordarlo.
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