El secretario general de la OCDE, el mexicano Ángel Gurría, afirmó que España es «uno de los mejores ejemplos de integración de los inmigrantes» y destacó la importancia de un estatuto regularizado, ya que sus cotizaciones a la Seguridad Social atenúan los problemas de envejecimiento del país. El alto funcionario internacional señaló asimismo los beneficios de la llegada de inmigrantes por el hecho de que ocupan puestos de trabajo que los españoles no quieren. Probablemente, tales elogios son merecidos pero habría que aceptarlos con cautela: en Francia, país que tiene una tradición más larga que la nuestra en acogida de inmigrantes, saben bien que no basta con integrar a los inmigrantes de primera generación: son los de segunda y aun los de tercera generación los que más preocupantes signos de inadaptación manifiestan por desarraigo y falta de sentido de identidad.