POR DEBAJO
La beca de comedor
El Mundo, , 14-05-2007«¿Qué es eso de la beca de comedor?», preguntaba el viernes una compañera en el transcurso de las habituales tertulias de Redacción que tanto nos gusta a los periodistas. Hablábamos de la irrupción de la inmigración en la campaña de las municipales. Ya es el tema principal de debate, especialmente en Barcelona y su entorno metropolitano, pero también en poblaciones de la Cataluña interior.La beca de comedor es la ayuda municipal que, hasta ahora, permitía a muchas mujeres no tener que ocuparse de sus hijos al mediodía y trabajar fuera de casa – como cajeras de supermercado, empleadas de zapatería o limpiando suelos; no como abogadas ni periodistas ni médicos, desgraciadamente – para ayudar en la destartalada economía familiar. Y digo hasta ahora porque la llegada masiva de inmigrantes a muchos barrios del extrarradio de Barcelona ha desplazado estas ayudas básicas de los pobres autóctonos – que quedan desamparados; son pobres, pero no lo suficiente – a los inmigrantes, que están todavía un peldaño por debajo de los anteriores.Las becas de comedor son un síntoma del problema. Como lo son los muebles apilados junto a los contenedores como hacía años que no pasaba o como lo es el jubilado que sube, con los nervios destrozados, a casa del presidente de su comunidad de vecinos porque lleva escuchando salsa desde las 10 de la mañana y ya son las 6 de la tarde. Y se llama a la Guardia Urbana, pero cuando llega la salsa ya solo retumba en la cabeza del jubilado. Un síntoma del problema, como las aulas con más inmigrantes que autóctonos, cuyo nivel cae en picado porque los recién llegados apenas conocen el idioma – el castellano o el catalán, que más da – . Todos estos síntomas son los que desconocen los responsables de SOS Racisme que se atreven a manifestarse en La Salut para insultar a sus vecinos y calificarlos de xenófobos. ¿Es racista no querer que tu barrio se degrade? Los que ahora se quejan han vivido en las mismas condiciones que los inmigrantes o son hijos de las oleadas migratorias de los años 50 y 60. Han trabajado para convertir sus barrios en un lugar habitable en el que se pueda construir un futuro y tienen derecho a preservar esta realidad ganada con mucho esfuerzo. Tienen derecho a dormir por la noche, o por el día, a calles limpias, a becas de comedor para sus hijos o nietos… Sólo los políticos que lo entiendan así tendrán futuro y evitarán brotes xenófobos en los barrios. La llegada de inmigrantes no tiene que suponer una pérdida en la calidad de vida. Ése es reto de los políticos. Y hay que hablar de ello. No hacerlo, sí que es irresponsable.
ferran.boiza@elmundo.es
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