ELECCIONES 27 M / In & Out

PROSTITUCION

El Mundo, VIRGINIA CASADO, 14-05-2007

OUT


Sanciones y coacción policial por ejercer la calle en libertad


La Ordenanza de Civismo aplicada en enero de 2006 por el Ayuntamiento de Barcelona ha supuesto un duro golpe para las prostitutas.El gremio se siente más controlado que nunca ante las inminentes elecciones


BARCELONA. – Carmen tiene 70 años y es prostituta. Sant Antoni es su barrio y más de una docena de clientes leales acuden a su cama. Aquí no hay apatía, ni silencios, ni existe la norma «besos en la boca no». Tras toda una vida en la profesión, Carmen aún conserva su refugio de sexo, comprensión y cariño. Otras prostitutas no pueden decir lo mismo. La Ordenanza de Civismo implantada por el Ayuntamiento de Barcelona el 26 de enero de 2006 que acota el ejercicio de la prostitución callejera, se ha convertido en la ruina de la profesión. Hasta 750 euros de multa por ejercer en un espacio público o a menos de 200 metros de un colegio.


Diana Zapata, psicóloga y miembro de LICIT (Línia d’Investigació i Cooperació amb Immigrants Treballadores Sexuals), palpa el miedo en las calles pero también la frustración. «Están sometidas a una presión policial constante, sobre todo ahora que es época de elecciones», cuenta. Se oyen rumores de una inminente redada.¿Simples chismes? Ellas prefieren no arriesgar. El desasosiego causado por las detenciones de noviembre de 2006 aún sigue lantente en la calle. Las más osadas se esconden en los portales o cambian constantemente de área. Otras se agolpan en los bares y locales de alterne. «Las calles no han vuelto a ser las mismas», afirma Diana. La fuerte presión policial ha limitado a un colectivo que «busca ejercer el trabajo en libertad».


Robador, Sant Ramon, Sant Antoni…. Las fuerzas de seguridad están están en todas partes. Policía Nacional, Mossos d’Esquadra y Guardia Urbana se reparten el terreno y también los métodos de actuación. Según cuentan las voces de la calle que colaboran con LICIT, los nacionales son «más amables» con las chicas, les piden los papeles e incluso «les aconsejan que se escondan un poco más». Los Mossos, por su parte, circulan por las calles y vigilan pero no interceden en su trabajo. La peor parte se la lleva la Guardia Urbana. Margarita, prostituta de 42 años del barrio de Sant Antoni, ya acumula 900 euros en multas por ejercer su trabajo. «No pienso pagar ni una porque los métodos de este cuerpo policial son ilegales», clama. Según Margarita, las prostitutas del Raval están sometidas a un «acoso y derribo» constante por parte de la policía local. No sólo les piden documentación «de malas maneras» sino que además, tras tomar sus datos, no les dan un resguardo ni les informan sobre los motivos de la multa. «¿Acaso no existe la presunción de inocencia? ¿dónde están nuestros derechos cuando los necesitamos?», se pregunta Margarita.Pero para las prostitutas la culpa no es de los agentes que, como ellas, trabajan a pie de calle. «Son el jefe de la Guardia Urbana y el señor Hereu quienes permiten que ocurra esto».


La cruzada sexual no se limita a las sanciones. Los agentes montan guardia a las puertas de los inmuebles y locales «para que las prostitutas no puedan entrar con sus clientes», cuenta Diana de LICIT. Ellos también son víctimas del acoso policial. Muchos de ellos prefieren pagar la multa al momento para que la infracción no llegue a sus casas y así evitar dar explicaciones a sus familias.«Juegan a la política del miedo con mis clientes», afirma Margarita.Sin ellos no hay dinero y sin dinero «¿de qué vivo? ¿con qué mantengo a mi hija de nueve años?».


Según la psicóloga y miembro de LICIT, la situación de las prostitutas del Raval se ha vuelto insostenible y «apenas tienen comida o productos básicos para sobrevivir». Algunas tienen miedo de acudir al médico ante el temor de ser denunciadas a la policía o recriminadas por la propia mafia para la que trabajan. Es el caso de muchas chicas rumanas que ejercen en el Raval. Aunque son jóvenes, no siempre presumen de contar con buena salud a causa de las condiciones laborales y sociales en las que viven. Peligro de embarazos no deseados, fuertes dolores vaginales e infecciones son su pan de cada día. Muchos proxenetas ni siquiera les permiten acudir a los servicios médicos hasta que un día las chicas, sin más, desaparecen.


La Ordenanza Cívica ha pasado factura en la calle y hoy, ningún sitio parece seguro para ellas. Aunque la presencia de prostitutas en el barrio de El Raval y la ronda de Sant Antoni ha decrecido en menor medida, las de otras zonas han optado por alejarse del centro y dispersarse por carreteras o clubs de alterne. Las esquinas de Arc de Triomf y Marina están vacías mientras que en carreteras secundarias y autovías de la periferia de Barcelona hay una chica cada 100 metros. Lo confirma un estudio realizado por el Observatori del Sistema Penal i Drets Humans de la UB. Según el documento, el área del Camp Nou se ha impuesto como «la zona de tolerancia» de Barcelona. La falta de vecinos en los alrededores parece ser la causa de que la práctica de la prostitución se haya mantenido estable y que apenas se impongan multas.


La realidad de la ciudad, sin embargo, no es la misma que se vive en los aledaños del Camp Nou. Junto a otras prostitutas, Margarita soportó dos años de reuniones con el actual alcalde de Barcelona y ex regidor de Seguretat i Mobilitat, Jordi Hereu, así como una visita al Senado con el fin de lograr «un espacio pactado para trabajar donde no molestemos ni nos molesten». Según Margarita, existían informes y datos fiables a favor de las condiciones laborales de las trabajadoras sexuales. El esfuerzo fue en balde.«Tras dos años de paseos por los despachos nos pagaron con la Ordenanza Cívica, en nuestra opinión, son un atajo de ignorantes y de burros», increpa.


Las prostitutas de Barcelona se sienten traicionadas por unos políticos que quieren «vender una Barcelona que no existe». Margarita, con 22 años de profesión a sus espaldas, tiene claro que seguirá con su vida a pesar de las ordenanzas: «Los gobernantes se han olvidado de que su deber es servir al pueblo y encima, a nosotras nos piden que nos retiremos. ¿Es que no entienden que nuestro trabajo está jodido por su interés?». Todo parece estar en su contra, pero ella sigue fiel a su eslogan: «Mírame a los ojos, soy una persona como tú».


IN


El trabajo de campo en una polémica cruzada sexual


BARCELONA. – La sociedad es una mina de cuentos chinos. Un pozo sin fondo de leyendas urbanas y otras falacias que, según dicen, se difunden por el bien y la seguridad de todos los ciudadanos.O puede que también por ignorancia, ¿quién sabe? Si alguien afirmara que «las prostitutas son seres llenos de luz» quizá la tomarían por loca o puede que la tachasen de fulana. Es lo que hace el creer a pies juntillas lo que nos cuentan. Diana Zapata es la voz de esas palabras. No está chalada ni es prostituta. Sólo sabe de lo que habla. Diana es psicóloga, nació en Colombia hace 37 y trabaja en LICIT, Línia d’Investigació i Cooperació amb Immigrants Treballadores Sexuals. Nadie como ella conoce su mundo, su vida, lo que sienten y cómo sufren. No le valen los cuentos chinos. Diana vive la realidad de las prostitutas a pie de calle.


Dos o tres veces de la semana, un grupo de miembros de LICIT patean aquellas zonas con mayor número de prostitutas de Barcelona.Es una cuadrilla de mujeres sencillas, madres, hijas, con estudios o con simple voluntad de ayudar. En sus paseos toman contacto directo con la realidad que viven las trabajadoras del sexo.Se crea un feedback. Las visitas hablan de lo que, en su favor o en su contra, ocurre más allá de las calles. Asesoran sobre higiene y sexualidad, reparten preservativos, informan sobre trámites burocráticos pero, sobre todo, escuchan sus peticiones y lamentos. No es un momento fácil para ellas. El acoso policial y la falta de libertad han sido temas recurrentes en los últimos meses. ¿El resultado? Las calles están vacías y ante esto «el trabajo de campo se hace mucho más difícil», asegura Diana.


El objetivo de LICIT y otras asociaciones que apoyan a las trabajadoras sexuales, como Ambit Dona o GENERA, es forjar un vínculo entre la prostituta y la ciudad en la que habitan. No es sencillo.Algunas cuentan con familia y amigos pero ni siquiera ellos conocen su verdadera profesión. El resto limitan sus relaciones sociales al ambiente en el que trabajan y, sin que se den cuenta, se encuentran en un callejón sin salida.


Para Diana, las prostitutas no son ese mundo oscuro «de la historia negra de la sociedad». Ellas no representan delincuencia, drogas o violencia. Sí aquellos que las someten. «Las mujeres de la calle son seres valientes a las que admiro» y su realidad, como no ocurre en otros trabajos, es un símbolo de «supervivencia, interculturalidad y vitalidad».

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