Era el segundo día de regularización (8 de febrero de 2005) cuando Sergio Rojas nos dio una clase magistral sobre el proceso. Presentó 50 expedientes de inmigrantes como gestor; sólo se le denegó el de una rumana que luego prosperó. Este abogado sostiene que España sigue necesitando mano de obra extranjera – «en hostelería, cerrajería, ferralla, teleoperadores y un largo etcétera» – aunque es partidario de controles exigentes.

«Mis clientes, sobre todo los latinos son grandes ahorradores, pero también consumen: electrodomésticos, coches y pisos. El mercado de segunda mano se ha revitalizado gracias a ellos», explica. Hace dos años contrató como comercial para su empresa de servicios jurídicos e inmobiliarios a Darío Agudelo, un colombiano de 21 años, con el que le retratamos. «Fue un empleado ejemplar durante el año y medio que trabajó para mí». Prueba de la buena relación que se estableció entre trabajador y jefe es que Sergio está al tanto de cómo le va a Darío. «Se marchó para trabajar con su hermano. Para ellos la vida familiar es fundamental. Se ha comprado una casa en Colombia en la que viven sus padres y que compartirá con ellos cuando regrese». Siempre decía que quería volver, desde que presentó los papeles. Darío había cursado el bachillerato superior y es una persona culta e inquieta. Sin papeles no podía tener ni siquiera una tarjeta de crédito. Entonces nos dijo que se sentía como un paria.