«Muchos sufrían alucinaciones, así que se tiraban al mar y se ahogaban»
La Voz de Galicia, , 30-04-2007«Cuando llegó el pesquero todos pensábamos que íbamos a morir. Hubo una avalancha para subir a bordo. Algunos cayeron al agua y desaparecieron porque no sabían nadar». Para muchos de los rescatados por el Segundo San Rafael frente a las costas de Mauritania, la aparición de la nave gallega fue un milagro. Habían pasado 28 días en el mar, en una travesía «horrible» que se había alargado por la necesidad de huir de cada barco con el que se cruzaban para evitar ser descubiertos. Pero a esas alturas la situación era insoportable: «El cayuco tenía una gran vía de agua en la parte de delante y nos hundíamos. Muchos estaban enfermos y casi no quedaba comida».
Fue el penúltimo episodio del viaje que emprendieron «más de cien» inmigrantes subsaharianos y que acabó con 89 supervivientes en Dakar. La Voz logró, por vía telefónica, recuperar la historia de un grupo de los afortunados.
«La mayoría salimos de Casamance – una región en guerra permanente del sur de Senegal – , pero algunos se subieron en Gambia o en Saint Louis, donde paramos». Para conseguir un lugar en la patera, pagaron entre 300.000 y 500.00 francos CFA (de 460 a 760 euros). «Dependía del acuerdo al que llegases con los jefes de la embarcación. No importaba el lugar donde subieras, porque muchos de los que recogimos en Saint Louis pagaron más que algunos de los que salimos de Casamance».
A bordo les esperaba un espacio minúsculo, dos sacos de arroz y un pequeño hornillo. «Al principio comíamos un puñado de arroz hervido tres veces al día. Y también algunos peces que podíamos capturar. Pero cuando nos dimos cuenta de que la comida no iba a ser suficiente decidimos tomar sólo un puñado de arroz al día».
Después de varias jornadas de viaje, el calor y la falta de agua hicieron mella: «Fue horrible. Algunos empezaron a delirar. Había uno que gritaba y se imaginaba que estaba en el salón de su casa. Algunos incluso sufrían alucinaciones, así que se lanzaron al mar y se ahogaron».
No eran los únicos problemas: «A veces el mar estaba embravecido y las olas pasaban de un lado a otro del cayuco, por lo que el suelo siempre estaba cubierto de agua. Hacía muchísimo frío por la noche y casi nunca conseguíamos estar secos». La hipotermia y la deshidratación fueron causa de algunas muertes a bordo.
Un suceso añadió mayor dramatismo a los últimos días de viaje: «Se abrió un agujero en la proa y comenzó a entrar mucha agua». Incluso entonces parte de la improvisada tripulación mantuvo la calma y fueron capaces de organizarse: «Los hombres achicaban agua con sus manos o con lo que encontraban. No paraban ni un momento. Sólo a las mujeres nos dejaron descansar», explica una de las dos gambianas que se embarcaron en esta fatal aventura de alcanzar España junto a cuatro de sus hermanos.
Con ellos viajaban «fabricantes de artesanía, vendedores, campesinos…». Todos acuciados por la necesidad, como un senegalés que «era el único hombre de su familia y con su dinero tenía que mantener a su mujer, su hijo pequeño y varias hermanas». A su mujer le dijo que salía a la capital para buscar trabajo, pero acabó en la patera que el barco vigués Segundo San Rafael salvó de hundirse el pasado lunes.
Patrón desaparecido
Del pesquero pasó al buque hospital Esperanza del Mar y ahora espera en un improvisado campamento en la capital senegalesa, después de que Mauritania se negara a acoger al grupo de náufragos. Allí reciben las atenciones de la Cruz Roja y de la Oficina Internacional para las Migraciones. La mayoría de los supervivientes son de Senegal, pero también hay gambianos, malienses, nigerianos y un grupo llegado de Eritrea. Nadie ha querido identificar al patrón de la patera. «Ha desaparecido», aseguran.
Para muchos no era su primera travesía en cayuco y la desesperada situación en sus países de origen les lleva a afirmar que volverán a intentarlo. Las dos hermanas de Gambia, sin embargo, han tenido más que suficiente con su dramática experiencia: «No volveremos a intentar algo así. Ha sido realmente terrible».
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