ELECCIONES A LA PRESIDENCIA DE LA V REPUBLICA La gran metrópoli del sur de Francia, sin guetos urbanísticos tan acusados como en el norte, respira un aire de coexistencia multicultural
Marsella resiste
La Vanguardia, , 26-04-2007MYRIAM JOSA – Marsella. Enviada especial
Ncomenta a este diario Virginie, ella sí francesa de pura cepa, en el Vieux Port marsellés. Son parte de ségosphere,jóvenes – militantes socialistas o no- que hacen propaganda para Ségolène en calles y mercados.
El grupo ilustra esa Marsella del mestizaje, en la que buena parte de su juventud vota a Royal. En los barrios del norte y en algunos del centro, habitados en gran parte por franceses de origen argelino, la candidata socialista ha superado a Sarkozy en la primera vuelta entre 11 y 17 puntos. Yen esta localidad, antiguo feudo comunista, Sarkozy ha desplazado al otrora triunfante ultraderechista Le Pen.
A esta ciudad históricamente de acogida llegaron varias oleadas de inmigrantes en el siglo XX: armenios tras el genocidio; italianos huidos del rampante fascismo; españoles en busca de empleo y luego exiliados de la Guerra Civil… Tras la independencia de Argelia, en 1962, llegaron los pieds noirs – franceses de origen- y mano de obra argelina. El conflicto iniciado en este país en 1991 causó una nueva emigración masiva. En Marsella hay, además, otros magrebíes, vietnamitas… Ahora, cuando hablan de inmigrantes, se refieren a los magrebíes – la mayoría argelinos- aunque tengan nacionalidad francesa.
En Marsella hay entre 200.000 y 300.000 musulmanes. No se sabe el número de sin papeles.
Pero el sociólogo Jean Viard destaca que “no existen guetos como en París o Lyon… Esto explica, en parte, la ausencia de explosiones juveniles en el 2005”. Es cierto, en terrazas y playas comparten el ocio grupos de jóvenes de distintos orígenes. “Algunos se casan entre ellos”, dice Florian.
La inmigración magrebí habita parte del bello centro de la ciudad – del que la alcaldía pretende echarla para convertirlo en zona de alto standing- y en los barrios del norte, unas grandes aglomeraciones de cemento. “En los barrios del norte – dice Fátima, argelina en la cincuentena, nacida en Francia- estamos mezclados, con excepciones”. Desde la ventana de un entresuelo, lo corrobora una mujer de origen andaluz. “Aquí, el paro juvenil puede llegar al 50%. Tenemos escuelas, algún centro deportivo, y faltan guarderías y transporte”. añade.
“La mayoría de los jóvenes ha cursado bachillerato o formación profesional. No les sirve para nada. Sólo un 5% va a la universidad. Estos barrios son punto de venta de drogas, más hachís que droga dura, y algún chico cae en la adicción”, sigue esa mujer activista en favor de Royal. Escasean los bares y centros de recreo. Grupos de muchachos holgazanean. ¿Qué hacéis? “Aguantamos las paredes”, dice Ahmed apoyado en una de ellas. La zona tienen fama de peligrosa. No lo parece.
Si los jóvenes están en paro, dice el francés de origen marroquí Nordine Abouakil, es fácil que caigan en la delincuencia, en la venta de droga. Viard va más lejos: “Nuestras cárceles están llenas de jóvenes de origen argelino”.
En el centro, al área de Belsunce se tilda de “zona árabe”. Los hábitos persisten, los hombres pasan el tiempo charlando en las calles y el mercado Le Soleil, con sus estrechos pasadizos, podría estar Fez. En cambio, no se oye la llamada del muecín a la plegaria. Las mezquitas son pequeñas y los viernes los fieles se acumulan en las callejuelas. “El uso del velo ha crecido algo, como signo de identidad. También la práctica religiosa, pero no son extremistas políticos”, comenta Abouakil. Marsella se mantiene multicultural.
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