ELECCIONES A LA PRESIDENCIA DE LA V REPUBLICA Sarkozy, un "francés de sangre mezclada" hecho a sí mismo

El hijo del extranjero

La Vanguardia, , 23-04-2007

Nicolas Sarkozy (UMP) y Ségolène Royal (PS), favoritos de primera hora en la carrera al Elíseo, acabaron ayer haciendo buenos los pronósticos y pasaron a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas. El próximo 6 de mayo, uno de los dos será elegido presidente de la República para los próximos cinco años. El ganador, sea cual sea de los dos, habrá culminado una larga vida de esfuerzo. Ambos han trabajado a fondo durante largos años para imponerse al destino mediocre que les vaticinaban y desmentir a todos aquellos que en algún momento les menospreciaron.

LLUÍS URÍA

Enérgico e impetuoso, colérico y narcisista, su personalidad apasionada y agresiva es su atractivo y su desventaja
Un hijo de la inmigración, un francés de sangre mezclada. Así se ha querido presentar en esta campaña electoral Nicolas Sarkozy, a quien el ultra Jean-Marie Le Pen le ha hecho el juego atacando sus orígenes húngaros e incluso sus ancestros judíos. Sarkozy, cuyos posicionamientos sobre la inmigración y la identidad nacional le han valido la acusación de coquetear con las posturas racistas y xenófobas de la extrema derecha, ha puesto como nunca el acento sobre su origen extranjero. Que es casi lo mismo que decir sobre la voluntad de integración, el necesario amor y agradecimiento a la patria de acogida, el valor del esfuerzo y del trabajo. En resumen, sus grandes divisas.

Nicolas Sarkozy, nacido en París hace 52 años, hijo de Paul Sarkozy de Nagy-Bocsa – un inmigrante húngaro- y de Andrée Mallah – hija de un judío sefardí de Salónica convertido al catolicismo-, es él mismo el resultado vivo del esfuerzo y de la determinación. El segundo de tres hermanos, Nicolas nunca destacó si no fue por sus malas notas. Nadie le auguraba un gran futuro, en especial su padre, gran seductor y publicista de éxito que abandonó a su familia negándole el sustento y obligando a la madre – abogada de profesión- a sacar a sus hijos adelante sola. Sarkozy arrastra un amargo recuerdo de su infancia, sobre la que siempre se ha querido vengar, y una necesidad urgente, casi famélica, de ser reconocido y respetado.

A un paso del Elíseo, cuya verja de entrada casi toca con los dedos de la mano – con permiso, claro está, de Ségolène Royal-, el líder de la derecha francesa, un hombre hecho a sí mismo, está a punto de cerrar una meteórica carrera política. Yde culminar un sueño que acaricia desde hace al menos treinta años.

La pasión por la política le invadió bien joven. En 1974, con 18 años, empezó a militar en la organización local de la UDR – el partido gaullista de la época- en Neuillysur-Seine, una burguesa ciudad pegada a París adonde se trasladó su familia tras la muerte de su abuelo materno. En Neuilly, ciudad de la que llegó a ser alcalde durante 19 años, entre 1983 y 2002, arrancó su carrera política. Y de esa época proceden sus grandes amigos y consejeros, de Brice Hortefeux a Patrick Devedjian.

Catapultado al Gobierno de Édouard Balladur en 1993 como ministro del Presupuesto, su alineamiento con el primer ministro en las presidenciales de 1995 – y en contra de Jacques Chirac, su ídolo de antaño, con cuya familia había llegado a intimar- le costó siete años de ostracismo.

Pero el castigo no fue eterno y su retorno al Gobierno en el 2002, como ministro del Interior, le catapultó a la popularidad. Sarkozy ambicionaba llegar a lo más alto y, con este objetivo, perpetró en el 2004 un casi golpe de Estado interno para hacerse con el control del partido fundado por Chirac, la UMP, de la que fue elegido presidente. Convertirse en candidato al Elíseo era ya sólo una cuestión de tiempo.

Enérgico e impetuoso, colérico y narcisista, un tanto inestable, su personalidad apasionada y agresiva constituye uno de sus mayores atractivos, pero es también su principal desventaja. Sarkozy, a veces, da miedo.

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