REPORTAJE

Caminando por la carretera de Babel

Los accesos a las zonas freseras de Huelva registran mareas de inmigrantes que circulan durante horas a pie

El País, MANUEL J. ALBERT, 23-04-2007

Circular por las carreteras de Huelva, en especial por las que transitan entre los municipios de Almonte, Moguer, Palos de la Frontera y el enclave de Mazagón significa adentrarse en un mundo multirracial, multicultural y multinacional. Si se hace antes de las tres de la tarde, se contempla el duro trabajo de las cuadrillas de miles de jornaleros que fuerzan sus lumbares, día tras día, en la recogida de la fresa, bajo los invernaderos. Por la tarde, la imagen es diferente. Los mismos temporeros, casi en fila india, patean las carreteras con rumbo a los núcleos urbanos o gasolineras próximas para comprar comida en supermercados, utilizar los locutorios o visitar algún mercadillo.

Rumanos, polacos, marroquíes y subsaharianos, en su mayoría mujeres, visitan cada año la provincia de Huelva, contratados en sus propios países de origen, para trabajar en la recogida de la fresa. Este año se espera la llegada de unos 30.000. Dedican al tajo seis horas y media al día y cobran un jornal de 33,60 euros por día trabajado. Residen en viviendas facilitadas por los propios empresarios – éstos corren con los gastos de alojamiento, luz, gas y agua – en el interior de las fincas, alejadas varios kilómetros de los pueblos.

No es fácil pasar las horas libres en semejante entorno, ni para disfrutar del ocio, ni para comprar los víveres, que sí van a cuenta de los trabajadores. Por eso, al comenzar la tarde, las carreteras se ven salpicadas de un transitar eterno de jornaleros que caminan, sin demasiado cuidado, por ambos márgenes, y casi todos sin vestir los preceptivos chalecos o brazaletes reflectantes. Es normal verles andar, cargados con bolsas de supermercado, o parados con uno de sus pulgares levantados, a la espera de que alguien les recoja.

Uno de los principales problemas es que no todas las vías cuentan con arcenes adecuados para caminar por ellos, agravando la inseguridad de los viandantes. El año pasado, en este entorno, dos trabajadoras polacas murieron atropelladas y una tercera sufrió graves heridas, en un mismo accidente. Este año, la terrible cuenta se estrenó el jueves pasado, con la muerte de una temporera rumana, atropellada en El Rocío.

“Es un problema grave, que no tiene fácil solución”, destaca Manuel Verdier, gerente de Freshuelva, la principal patronal del sector fresero en la provincia. Verdier recuerda que los empresarios se han comprometido a llevar una vez por semana a sus trabajadores a los pueblos, para que puedan comprar o realizar sus actividades, “pero no se les puede pedir que realicen esta labor todos los días”.

De la misma opinión es Eduardo Domínguez, responsable de inmigración de la organización agraria COAG, quien además recuerda que se han repartido chalecos y brazaletes reflectantes para circular por las carreteras, “pero son muy pocos los que se lo ponen”.

Mientras la falta de soluciones continúa, un mundo subterráneo se ha ido abriendo paso: el de los taxis ilegales. Muchos inmigrantes reconocen que rara vez cubren las dos horas que como media tardan en ir y volver a pie para realizar sus compras, ya que es posible montarse en una de las furgonetas que, en número indeterminado, circulan por la carretera llevando y trayendo gente de los pueblos, a las cercanías de las explotaciones. Negocio que, en su mayoría, está controlado por marroquíes. El alcalde de Palos de la Frontera, Carmelo Romero, del PP, ha pedido una segunda línea de autobús especial, pero afirma que la Junta de Andalucía la rechaza.

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