ESPAÑA
La línea del recelo
Mientras la frontera se blinda tras los atentados de Casablanca y Argel, Melilla vivecon normalidad y protege la convivencia entre cristianos y musulmanes
Las Provincias, , 22-04-2007Mientras la frontera se blinda tras los atentados de Casablanca y Argel, Melilla vivecon normalidad y protege la convivencia entre cristianos y musulmanes Cuando hace muy mal tiempo es co mún que nos quedemos sin me dio de transporte hacia la península. Es parecido a la nieve en el Norte, que corta las carreteras, compara Carmen Villa mientras observa có mo se ralentiza la vida en la vieja ciudadela entre chubas cos y obras de asfaltado. Esta semana ha llovido en Melilla. Cosa extraña. Y cada gota se la llevaba el viento. Habitual. Porque si las precipitaciones son escasas, el Levante y el Poniente acom pa ñan a los melillenses con harta frecuen cia. Y si bien estos fe nómenos me teo roló gi cos carecen de im portancia en cualquier otro lugar, en esta ciudad au tónoma que mira la costa andaluza desde el norte de África determinan buena parte de sus relaciones so ciales.
Es lógico. Si hay temporal, el bar co a Málaga igual no sale, te quedas sin plaza en los aviones o éstos se retrasan. El pasaje resulta caro. Por eso, hacemos vida en Melilla o nos va mos a Ma rruecos en cuanto tenemos un rato de ocio. Es barato, precioso y tiene de todo, subraya la joven. En la calle, una pareja de jubilados sortea charcos a la carrera, empapados sus bolsos. Que le vante el dedo el turista que viaja a Melilla con un paraguas.
El duque de Medina Sidonia
Carmen nació hace 31 años en este enclave conquistado en 1497 a las órdenes del tercer duque de Medina Sidonia. Fue una toma tranquila. Cuando las tropas castellanas entraron en la ciudad, los árabes ya se habían marchado. Luego vino la Legión. Hoy, algunos habitantes de la ciudadela calculan que de 10.000 soldados en tiempos de la mili se habrá pasado a poco más de 2.000 profesionales. Patrullan los nueve kilómetros de valla fronteriza, cuyo perfil, más imponente, ha disuadido a los inmigrantes de cruzarla. El paso de subsaharianos ha bajado mucho, señala el po licía A. D., quien antaño colaboró en algunas rondas de vigilancia y recuerda esas noches con los pelos en punta por la tensión
¿Y ahora, tras los atentados de Casablanca y Argel?
Estamos tranquilos; un poco alertas, pero tranquilos. En la frontera sí ha aumentado la vigilancia. En el resto, normalidad. El pulso de la ciudad es bueno.
Al otro lado del Estrecho las ideas resultan más pendulares. Sin salir del aeropuerto de Málaga es fácil encontrarse con personas que hablan de un fuerte contingente po licial en la ciudad autónoma. A medida que se asciende hacia Ma drid, algunos pronostican que debe de haber un agente del CNI o una patrulla de la Policía Nacional en cada esquina. Doscientos kilómetros más allá, al lado de Tres Forcas, África, resulta complicado discernir que esto sea así; cuidado, en términos generales y a excepción de los controles y los pasos fronterizos melillenses, especialmente el más activo de ellos, el de Beni Enzar, blindado y donde cada coche y cada documento son revisados meticulo samente por las Fuerzas de Seguri dad del Estado.
Pese a la amenaza de Al – Qaida, El Pueblo se afana en conservar a to da costa su normalidad e identidad, basada en un influyente carácter fronterizo, la convivencia de cuatro creencias y en que los foráneos, más que espías (alguno seguramen te habrá), se pa recen a turistas, co mercia les, asistentes a un congreso de jardines o, en estos días, periodistas. Lo que he mos notado es el aumento de los controles en las ca rreteras. En cuanto a si hay más policías por el interior de la ciudad, no sabría decirlo: aquí desde hace ya mucho tiempo se fue reforzando su presencia debido a la inmigración, dice Ángel González.
Retrato en color
El secular aire colonial no se ha movido de los barrios de Melilla, al me nos en el último siglo. Para llegar a la calle Ceuta puede uno preguntar por La Legión. Son arterias paralelas. Pero tampoco se le no ta rancio. Quizá hace unas décadas pudiera sospecharse que viajar aquí equivalía a caer en una película en blanco y negro. Error. La ciudad es colorista. Co mercios de estilo eu ropeo, ba zares bereberes, chaque tas de piel y velos la refrescan a cada minuto. Algunos quioscos no exponen revistas por nográficas y otras tiendas guardan la lenceria en el in terior. Llevamos una vida tranquila. Todos nos co no ce mos y sabemos to do de to dos. Esto es un pueblo, pero algo más grande, ironiza Carmen Villa. El resto del país, apostilla, tiene normalmente una visión muy diferente de nuestra realidad.
Realidad de Melilla: 66.000 habitantes pertenecientes a cuatro creen cias. La cristiana predomina, pero casi en equilibrio con la musulmana (unos 27.000 ciudadanos profesan esta última). Las religiones mi nori tarias son la india y la he brea.
Los hebreos son más su yos, cerrados; los in dios, no, apunta María Luisa, entre cuyas amistades convi ven indistintamen te cristianos y musulmanes. Por algo nos llaman el crisol de las cuatro culturas. Nada que ver con Ceuta, donde hay más se paración entre religiones.
El temor
Las dos proclamas de Al Qaida, una en diciembre y la se gunda en marzo, afirmando que no descansará hasta recuperar la tierra del islam desde Jerusalén hasta Al – Andalus, y los dos recientes atentados de Casablanca y Ar gel, que costaron la vida a 25 perso nas, sí han de vuelto a los melillenses cierta sensa ción de cercanía al ho rror. En esto se produce mucho ruido mediático e incluso político. Supongo que sucede algo parecido a lo que pueden sentir en el País Vasco cuando ocurre un atentado o anuncian que hay una célula de ETA activa, ¿no? su giere Ángel. Pero la vida diaria es, y debe ser, normal. La imagen de pe ligro es injusta y nos hace da ño.
Sin embargo, a nadie se le escapa que los últimos atentados se han producido en el vecindario y queda el rescoldo del temor. Pe dro, residente en este enclave desde hace ca si 38 años, vive al lado de un cuartel. El miércoles vio mu cho movimiento de militares y decidió no llevar a su hija al colegio. Es la primera vez que hago algo así. Los ataques de Argel y Ca sablan ca son muy recientes. Quizá cuando pase el tiempo los vayamos olvidando.
¿Puede considerarse que Pedro siente miedo? No, pero sí cierta prudencia. El riesgo es el mismo en el resto de España, sólo que esto es más pequeño y te puede tocar. Desde que surgió la amenaza de Bin Laden, los melillenses siempre he mos sabido que eramos un objetivo. Y no por problemas internos, porque aquí estamos todos integra dos. Pero hace diez años nunca hu biera pensado que un marroquí se pudiera inmolar delante de un café. Antonio Pérez ha desarrollado una vida circular. Nació en Melilla, sus pa dres se lo llevaron a Madrid en 1974, cuando él tenía cinco años. De ma yor se instaló en Granada y co noció a su esposa. Una melillense. Con ella y tres hijos reside en la ciudad norteafricana, enrolado en una de las principales consignatarias de buques que operan en el puerto. Antes pensábamos que no era lógico que un musulmán quisiera atentar en una ciudad donde la mitad de la población es de su misma religión. Ahora decimos: si po nen bombas en Casablanca o Ar gel, ¿por qué no aquí? No pasa nada hasta que ocurre, y si hubiera un ataque en Melilla sería caótico.
Ahí, y en cuatro siglos de convivencia, radica la clave por la que los melillenses quieren mantener la si tuación actual bajo control. Si empiezas a desconfiar del vecino y de aquél que lleva barba nuestro sistema se desmorona, igual que un atentado en nuestras calles sería el principio del fin para la ciudad. Su pondría que la mitad de la población empezaría a desconfiar de la otra mitad. Quizá esto no influya en el resto del territorio general, pero es algo que aquí no podemos ignorar, advierte González. Por ese mismo motivo, María Jo sé Acuña explica, mientras despacha pastas en una pastelería, que vivimos mucho los atentados islamistas y hablamos de ellos, pero sin crispación aun siendo de religiones diferentes.
Somos españoles
Territorio general. Término bien elegido. Haga la prueba: detenga a un paisano en Melilla y pregúntele cómo regresar a España. Es posible que le mire de arriba abajo y puntualice que, de volver a alguna parte, será a la pe nínsula. Estamos reivindicando nuestra es pa ñolidad cada dos por tres. Nos sentimos es pañoles, siempre lo he mos sido, pero geográficamente de bemos cruzar un charco, apostilla Antonio Pérez.
Como en cualquier otro rincón del territorio general, el gran problema de Melilla es la marginalidad. Los em pleos menos estables y la mayor ta sa de fracaso escolar cae del lado musulmán. Algunos ciuda danos previenen que, de no cortarse esta tendencia, aparecerán nuevos guetos y que és tos pueden re fugiar a extremistas. Barrios semejantes a la Cañada de Hidum, donde a veces se apedrea a los autobuses y donde la Po licía en tra poco porque ellos re suelven sus problemas. ¿De buena manera? A ve ces llegan a las ma nos, pero es raro que un vecino de nuncie a otro, confía un agente.
Beni Enzar. 30.000 personas cruzan a diario este paso aduanero. Se dice que es el centro comercial más activo de Marruecos. Simboliza la relación bilateral a pie de calle entre España y Marruecos. Y también un motivo por el que no se desean líos a ambos lados de la frontera.
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