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Una odisea para vivir en Donostia

El viaje del inmigrante casi nunca resulta sencillo. Que se lo digan a Juan Carlos, que fue explotado, casi muere y ahora no puede volver

Diario Vasco, M. V., 22-04-2007

Pura, como Penélope, cuenta los días que le faltan para reencontrarse con su marido. No se dedica a tejer y destejer un sudario, sino que cuida de una mujer donostiarra desde hace un par de años, cuando decidió dejar su puesto de maestra en su Bolivia natal para buscar un trabajo en Gipuzkoa y lograr que sus hijos vayan a la Universidad. La aventura de Pura no ha sufrido muchos avatares, pero no se puede decir lo mismo de Juan Carlos, su marido, que ha encontrado casi tantos obstáculos como Ulises al tratar de seguir los pasos de su mujer. Una auténtica odisea que demuestra que el viaje de un inmigrante casi nunca resulta un camino de rosas.

Juan Carlos y Pura viven alejados por miles de kilómetros, víctimas de un error burocrático. Después de pasar muchas penurias, parecía que su suerte había empezado a cambiar y que podrían iniciar una nueva vida en San Sebastián, pero fue sólo un espejismo. Hoy Pura está en Donostia y Juan Carlos en Bolivia, adonde viajó para formalizar sus papeles tras conseguir un contrato de trabajo aquí, y de donde no puede volver por un retraso en la tramitación de los permisos.

Juan Carlos y Pura tienen seis hijos, lo que en un país con el nivel económico de Bolivia supone un quebradero de cabeza. Máxime si pretendes darles la posibilidad de estudiar. Ante esta situación, y tras mucho pensarlo, Pura no lo dudó: «Un día reuní a la familia y les dije que había decidido venirme a España para trabajar y poder mandar dinero de vuelta. La idea inicial era estar dos años aquí, ahorrar dinero y volver, pero una vez que sales de tu país las cosas no suelen ser como las esperas. En Bolivia era maestra y en San Sebastián me encargo de cuidar a una señora mayor. No tengo ninguna queja y me han acogido como si fuera una más de la familia, pero en tan poco tiempo es imposible reunir mucho dinero».

Cuando vio que su aventura española iba para largo, Pura decidió traerse a su marido, para quien las cosas fueron mucho más complicadas. «Tardó varios meses en encontrar un empleo y, cuando lo hizo, se puede decir que lo explotaron. Trabajaba en un caserío, de cinco de la mañana a once de la noche de forma ininterrumpida, por 600 euros al mes. Además, enfermó y le tuvieron que operar del estómago de urgencia, aunque gracias a Dios los doctores le salvaron la vida. Cuando se puso bien, buscó otro trabajo y le ofrecieron un contrato en la construcción, lo que en teoría le iba a permitir regularizar su situación en España».

Error burocrático

Pero la buena noticia del contrato laboral resultó estar envenenada. «Tuvo que volver a Bolivia para pedir unos papeles y regresar de forma legal al contar con una oferta de trabajo, pero unos errores burocráticos de los funcionarios de mi país retrasaron el envío de esos papeles. No llegaron a tiempo y ahora Juan Carlos no puede volver. Nos han dicho que en mayo puede haber otra regularización y estamos a la espera de que se produzca».

Mientras llega ese día, Pura espera en Donostia junto a su hijo mayor, que fue el siguiente en cruzar el charco para labrarse un futuro. Trabaja como pintor. Aunque no han encontrado todo lo bueno que habían escuchado, no quieren tirar la toalla.

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