Mal rollito en el barrio chino
El Periodico, , 19-04-2007Una multa de 45 euros a la embarazada señora Bu por aparcar en zona prohibida desencadenó la pasada semana una revuelta en el barrio chino de Milán. Era la primera vez que los chinos, una comunidad que vive encerrada en sí misma, protestaban colectivamente en Italia. Después de arremeter contra la guardia urbana, enarbolaron las banderas rojas de su país de origen y la vía Sarpi – – el corazón de la Chinatown local – – pareció una calle de Pekín en tiempos de Mao Zedong.
“Fue una manera de reclamar la atención del Gobierno de su país”, explicaron los expertos. Y el Ministerio de Exteriores chino respondió al día siguiente con una nota: “Esperamos que en un espíritu de justicia y equidad se consideren seriamente las peticiones de los chinos expatriados y se protejan sus legítimos intereses”. Alentadas por los hechos de Milán, las otras comunidades chinas de Italia han manifestado su malestar. “Somos objeto de una presión que crea descontento. Muchos de nosotros sufren registros de domicilio al alba”, lamentó Lucía King, presidenta de los chinos de Shan – ghái en Roma. “Basta ya de controles y continuas vejaciones, no somos delincuentes”, decían los chinos en su local del Esquilino, la Chinatown romana.
Letizia Moratti, alcaldesa de Milán, explicó que la solidaridad y la integración no pueden prescindir del “respeto a las leyes y a la seguridad”. Pero en la vía Sarpi, como en otras partes, no rige el código de tráfico: se aparca en las aceras, en doble o triple fila, y el continuo trajín de los almacenes al por mayor de mercancías chinas siembra las calles de carritos transformados en verdaderos furgones de paquetes en precario equilibrio.
Ley y respeto
A las calles más bien estrechas del Esquilino de Roma llegaban incluso de noche los camiones TIR para descargar. Los vecinos, hartos, huyeron del barrio y los precios de las casas se abarataron. Tras lo de Milán, Pao, consejero de la embajada de Pekín en Italia y excónsul en Roma, fue a ver a los suyos y después explicó: “Les he pedido que se sientan ciudadanos romanos, que respeten las leyes del país en el que han venido a vivir y a trabajar”. Su embajador, Dong Jinyi, fue más salomónico: “Creo necesario que las autoridades competentes italianas observen las leyes italianas y respeten también a los residentes chinos”.
En la ciudad de Prato, cercana a Florencia y célebre por haber sido la Terrassa italiana del textil, las empresas chinas han pasado en cinco años de 1.800 a 2.800 y los chinos de 8.000 a 22.000, con cerca de 8.000 indocumentados. La ciudad es famosa porque hace unos años se descubrió que la comunidad china local contaba siempre con el mismo número de miembros: cuando uno fallecía, lo enterraban a escondidas y su lugar (y nombre) era para un recién llegado.
Los chinos de Prato confeccionan una falda por 3 euros, que se vende a 7 en los desfiles para los europeos del por mayor y se encuentra después a 30 o 40 en grandes superficies. Un chino que emigra deja, por el viaje, una deuda de 20.000 o 30.000 euros en su país. Varía según las agencias, porque algunas lo ofrecen por 7.000, aunque en este caso suele tratarse de jóvenes chinas destinadas a la prostitución. Algunas llegan a atender a 562 clientes en un mes, con lo que generan 16.000 euros, de los que 3.000 son para la chica. La deuda se extingue trabajando gratis el tiempo necesario y hasta 15 horas al día, menores incluidos.
El peligro de la mafia
La policía italiana y la fiscalía antimafia están preocupadas porque en torno a ese mundo cerrado proliferan actividades que se sospecha que están controladas por las famosas tríadas, como clínicas, falsificación de productos de marca, blanqueo de dinero e incluso extorsiones y secuestros. Pero de todo ello se sabe muy poco, porque según el fiscal nacional antimafia, Piero Grasso, “las víctimas no colaboran en absoluto”.
Al día siguiente de los incidentes en Milán, Walter Veltroni, alcalde de Roma, recibió a los representantes de la comunidad china y les pidió que cumplan las reglas, como que los carteles de las tiendas sean bilingües y no provean de mercancías a vendedores ilegales. Para que conozcan las ordenanzas, prometió una traducción al chino. Roma ha seguido un camino diferente de Milán, impidiendo que nazcan barrios de una sola etnia. En la Chinatown romana hay ahora teatros, un gran mercado y la universidad, y en la plaza Vittorio, corazón del lugar, ha surgido una famosa orquesta interétnica que lleva el mismo nombre.
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