Le Pen califica a Sarkozy en un mitin como uno de los «jefecillos de la chusma política»
ABC, 16-04-2007JUAN PEDRO QUIÑONERO
CORRESPONSAL
PARÍS. Llamaradas de odio en la recta final de la campaña. Le Pen, extrema derecha, trata de «malhechor» a Jacques Chirac, presidente, y «jefecillo de la chusma política» a Nicolas Sarkozy, conservador. A la izquierda socialista, François Hollande, primer secretario del Partido Socialista (PS), y compañero de Ségol_ne Royal, considera «indignas» las proposiciones de Michel Rocard, ex primer ministro, sugiriendo una alianza entre socialistas y socialistas.
Cuando Ségol_ne Royal y Nicolas Sarkozy inician la recta final presentándose como los candidatos naturales de todas las izquierdas y derechas, la incertidumbre electoral atiza dos procesos paralelos: algo muy parecido a una «guerra civil fría» entre la izquierda socialista; y una ofensiva de la extrema derecha enterrando en el fango verbal su careta de falsa respetabilidad.
A seis días de la primera vuelta, Jean Marie Le Pen no tiene en los sondeos las intenciones de voto previstas. Y su último mitin, en las afueras de París, fue ayer un castillo de fuegos artificiales de rara brutalidad. Jacques Chirac, presidente saliente, su viejo rival victorioso, desde hace décadas, fue tratado de «malfaisant», «malhechor», «dañino». Repitiendo una y otra vez, a gritos, desencajado, «¡Chirac el malhechor!, ¡Chirac el malhechor!», el demagogo populista comenzaba un ataque brutal contra la derecha moderada, para cebarse de manera atroz contra Nicolas Sarkozy.
Flecos neonazis
Le Pen dijo «promover» a Sarkozy a «jefecillo» de la «chusma de politicastros que han arruinado y saqueado Francia». Le Pen utilizó una y otra vez la palabra «racaille politicienne». «Racaille»: «canalla», «chusma». A partir de ahí, el tribuno extremista se dejó arrastrar hasta las pantanosas aguas de los insultos de la peor especie, rozando la xenofobia racista.
Le Pen trató a Sarkozy de «pequeñito», en el sentido físico, denunciando a su familia «llegada de Hungría y Grecia, de Salónica». En la memoria pública francesa, la inmigración húngara y griega se relaciona automáticamente con la inmigración de los judíos más pobres, condenados a la inmigración forzosa durante el III Reich alemán. El inmigrante «pequeñito», convertido en «jefecillo de la chusma de politicastros» es una terminología en las fronteras del racismo con flecos neonazis.
A la izquierda socialista, la guerra civil fría entre la vieja guardia y los partidarios de una alianza estratégica con François Bayrou, centrista, tiene el tono de los odios más encarnizados, secretos, consumidos en frío entre personalidades bien educadas, dándose navajazos con los mejores modales de gente de la mejor educación, que no engañan a nadie.
Michel Rocard, ex primer ministro, eterno minoritario en la historia política del PS, desde su refundación, en 1971, abrió el fuego de manera inteligente y sibilina: proponiendo una alianza electoral entre Ségol_ne y Bayrou, ante la primera vuelta, para hacer frente común contra Sarkozy. Sobre el papel se trata de una proposición inteligente. En la práctica, los «elefantes» socialistas la interpretaron como una puñalada trapera.
François Hollande, primer secretario del PS y compañero de la gran diva socialista, dejó caer, trémulo, ante un minúsculo grupo de periodistas: «Se trata de una indignidad».
Reina ofendida
Sin embargo, la iniciativa Rocard encontró cierto eco. Bayrou creyó ver el cielo abierto. Y Bernard Kouchner, ex ministro de Sanidad, socialista, insistía en la necesidad de una alianza estratégica entre Ségol_ne y Bayrou. Demasiado tarde. Los «elefantes» habían impuesto su ley. Laurent Fabius, ex primer ministro, pontificaba: «El PS es un partido de izquierda, que no puede negociar con un señor de derechas». Finalmente, ayer, Ségol_ne, reina ofendida, trataba despectivamente la proposición de Rocard y Kouchner: «Todo lo habrán intentado contra mí, en mi propio campo».
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