«La regularización de inmigrantes nunca es la solución»

Nicolas Sarkozy/ Candidato de la UMP a la Presidencia francesa

La Razón, Javier Gómez, 15-04-2007

Meaux (Enviado especial) – «Sí, Lola, rechazo la guerra. La guerra y todo
lo que entraña […] La rechazo por completo». Quién sabe cuántas veces
los ojos de Nicolas Sarkozy habrán recorrido este pasaje de «Viaje al
fondo de la noche», su libro preferido. Una obra escrita por un ácrata de
derechas como Louis Ferdinand Céline, cuyo tono imprevisible, exaltado y
voluntariamente provocador guarda más de una semejanza con el del
candidato conservador a la Presidencia de Francia. Aunque resulte
paradójico que un bramido antibélico sea el manuscrito predilecto de un
político siempre pronto para el combate, embarcado ahora, con la casaca de
favorito, en la más cruda de las batallas: la conquista del Elíseo.
   El presidente de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) percibe que «esta
campaña electoral, a diferencia de todas las anteriores, no debe
construirse sobre propuestas concretas, sino sobre valores», como explicó
el viernes en su mitin de Meaux, tranquila localidad a 60 kilómetros de
París y patria del queso Brie. Minutos antes de subir al estrado y a sólo
nueve días de los comicios, el ex ministro del Interior respondió por
escrito a LA RAZÓN y enumeró la retahíla de principios con los que espera
convencer a los franceses: «Trabajo, esfuerzo, mérito, autoridad y
fraternidad». En la guerra, como en la política, un presagio afinado suele
valer tanto o más que una labrada estrategia. Y a Nicolas Sarkozy, a sus
52 años, no deja de rondarle la sensación de que «Francia se derechiza a
marchas forzadas».
    – En su campaña, ha incidido en la «crisis
moral, política y de identidad» que atraviesa Francia. ¿Tan grave es la
situación, a su juicio?
    – Cuando un país pierde la confianza en
sí mismo y tiene miedo del futuro; cuando el asistencialismo ofrece más
beneficios que el trabajo; cuando las injusticias diarias se hacen tan
numerosas que no sorprenden a nadie; cuando un candidato de extrema
derecha alcanza, como en 2002, la segunda vuelta de las presidenciales,
creo que es evidente reconocer que existe una crisis moral. Por eso, estas
elecciones suponen una oportunidad decisiva para Francia.
    – Ante una
enfermedad tan complicada, ¿cuál es su receta?
    – Yo
propongo a los franceses recuperar los valores que construyeron la
«grandeur» de Francia y que nos permitirán retomarla en el mañana:
trabajo, esfuerzo, mérito, autoridad y fraternidad. Quiero que cada
francés recupere la confianza y sepa que el futuro no es sinónimo de
fatalidad.
   
    – Se le acusa de guiñar el ojo de
forma cada vez más evidente a la extrema derecha. Especialmente, con su
propuesta de un «Ministerio de la Inmigración y la Identidad Nacional».
    – La identidad francesa es para mí un conjunto de valores, como la igualdad
entre hombre y mujer, la libertad de conciencia o los derechos humanos. Mi
obligación es convencer a todo el mundo. Dirigirme también a aquéllos que
eran electores de los partidos moderados y que ahora votan al Frente
Nacional por desesperanza, porque han perdido la confianza en la política.
La existencia política de Jean Marie Le Pen lleva 25 años beneficiando a
la izquierda y mi propósito es que no acceda a la segunda vuelta.
    – Si consigue el poder el 6 de mayo, fecha del segundo turno electoral,
¿cuáles serán sus tres prioridades?
    – Rehabilitar el
trabajo y aumentar el poder adquisitivo, a través de medidas sociales y
fiscales que permitan remunerar mejor el trabajo que la ociosidad y den a
los franceses ganas de trabajar más para ganar más. Alcanzar el pleno
empleo en Francia es posible en cinco años. Mi segundo gran reto es
permitir a todos los franceses que sean propietarios de sus viviendas,
autorizándolos a deducir los intereses de sus préstamos hipotecarios. En
el ámbito internacional, desbloquear la crisis institucional de la UE.
    – Con usted como ministro del Interior, Francia ha reducido, por primera
vez, el número de inmigrantes llegados a su territorio. Su eslogan es «por
una inmigración elegida y no sufrida». ¿En qué consiste esta política?
    – Desde mi llegada al Ministerio del Interior, quise escapar de los dos
extremismos que envenenan el debate sobre la inmigración. El de quienes
preconizan la regularización de todos los «sin papeles», con desprecio de
todo sentido de la responsabilidad, y el de quienes agitan el objetivo tan
ilusorio como imprudente de la «inmigración cero».
    –
¿Pero qué criterios permiten decidir qué inmigrante tiene derecho al
permiso de residencia?
    – Sólo debemos acoger a aquéllos a los que
podamos ofrecer un trabajo y un alojamiento. Y debemos preocuparnos por la
concertación con los países de origen, para que la inmigración no les
prive de recursos humanos necesarios para su desarrollo.
    – ¿Ha
normalizado usted su relación con José Luis Rodríguez Zapatero, tras la
disputa sobre la regularización masiva de inmigrantes?
    – No
creo que mis relaciones con el señor Zapatero o con cualquier otro miembro
de su Gobierno hayan necesitado nunca una «normalización». Sobre la
cuestión de la regularización masiva, hubo un punto de desacuerdo, sobre
el que ya hemos discutido. Tanto Zapatero como yo pensamos que la amistad
se refuerza con la franqueza y que, cuando no se está de acuerdo, lo
preferible es dialogar.
    – El Gobierno francés juzgó con severidad la
decisión española de legalizar a varios cientos de miles de «sin papeles».
    – Yo dije dos cosas. La primera, que la regularización no es una solución,
porque crea un efecto llamada. La segunda, que en el seno del espacio
Schengen, cuando regularizas para ti, también lo haces para los otros.
Alguien que obtiene «papeles» en España puede instalarse en Francia. Yo
propongo una política europea de inmigración común, así como una verdadera
política de codesarrollo, en relación con lo países de origen, para luchar
juntos contra la pobreza, primera causa de la inmigración.
    – El
atentado de Barajas, así como la actividad armada de ETA, ¿hacen imposible
la negociación con la banda terrorista?
    – El atentado del 30 de
diciembre demuestra que, una vez más, ETA no se ha comportado como un
interlocutor fiable. No sé si la ruptura del alto el fuego fue decidida
por los propios jefes de ETA o si éstos se vieron superados por el sector
más extremista e irresponsable de su movimiento. Después de todo, poco
importa: la única cosa que cuenta es que la organización reivindicó el
atentado de Barajas. Las llaves de la confianza se encuentran hoy en el
tejado de ETA. De hecho, siempre lo han estado. Es ETA la que debe dar un
paso y probar que puede comportarse como un actor fiable y responsable
renunciando a la violencia.
    – Francia lucha también en el interior
de sus fronteras contra grupos terroristas, como ETA y los movimientos
independentistas corsos. ¿Cuáles son los límites del diálogo en este tipo
de conflictos?
    – Si la negociación permite poner término a la
violencia y encontrar una solución a los conflictos, entonces creo que el
diálogo, por difícil que sea, es un riesgo que hay que asumir. La cuestión
no es, por tanto, saber si se puede discutir o no con los terroristas,
sino cómo hacerlo permaneciendo fiel a sus valores e ideales, no canjeando
la impunidad por la tranquilidad, no trocando la dignidad por el
pragmatismo y no sacrificando la justicia por la seguridad.
    – Una de
las leyes más importantes del Gobierno español ha sido la legalización del
matrimonio y la adopción para las parejas homosexuales. Una cuestión que
no deja de suscitar el debate en Francia. ¿Cuál es su opinión?
    – Creo que el amor homosexual es sincero y duradero. Su petición de
reconocimiento social debe, por consiguiente, verse satisfecha. Pero
también creo que Francia no es una página en blanco. La institución del
matrimonio traduce y protege una visión de la familia a la que los
franceses se sienten muy vinculados. Por ello propongo la creación de una
unión civil que suponga la igualdad fiscal, social y patrimonial con las
parejas casadas, pero sin la extensión del matrimonio para homosexuales.
Tratándose de la adopción, creo que un niño necesita un padre y una madre,
y no pienso que la ley pueda autorizarse proponer otro modelo.
    – Su
país rechazó la Constitución comunitaria y usted propone la aprobación de
un nuevo mini tratado institucional. ¿Tiene el acuerdo de Angela Merkel,
canciller alemana, y de Zapatero, para abandonar la Carta Magna que
España, Alemania y otros 14 países han aprobado?
    – Tuve la
oportunidad de discutir estas cuestiones en mis reuniones con Angela
Merkel y José Luis Rodríguez Zapatero. Los tres compartimos una
constatación: no podemos esperar para relanzar la construcción europea.
Hace más de un año, en Berlín mencioné por vez primera la idea del tratado
simplificado. Europa se hundía entonces en el inmovilismo. Desde entonces,
la idea se ha abierto camino. La proposición sigue sobre la mesa y
pretende sólo remediar la urgencia institucional de la UE y no reemplazar
la Carta Magna. A largo plazo, sigue siendo necesario un texto político de
referencia.
    – Usted ha constatado que el motor francoalemán no puede
seguir siendo el motor de una Unión Europea con 27 miembros. ¿Cual debe
ser entonces el nuevo motor comunitario?
    – Es verdad que, aunque el
motor francoalemán sigue siendo esencial e inevitable en Europa, no basta
en una Unión que cuenta con 27 miembros. En una Europa a 27 necesitamos de
todas las energías y voluntades. Los Estados que deseen asumir sus
responsabilidades deben poder hacerlo y constituirse como «grupos
motores». Estas alianzas «ad hoc» permitirán a los estados miembros que lo
deseen caminar hacia delante, más rápido y más lejos, en uno u otro ámbito.
   

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