El éxodo de las mujeres

El Periodico, GLORIA HELENA REY, 14-04-2007

En Colombia, como en la Biblia, el éxodo significa la partida, pero aquí tiene que ver con el desempleo y la falta de oportunidades. Al menos 4 millones de colombianos, el 10 por ciento de la población, residen hoy en el exterior, principalmente en EEUU y en España, donde integran la cuarta mayor colonia de extranjeros de acuerdo con el padrón municipal.
Como en la Biblia, todos esos colombianos se marcharon en busca de la tierra prometida, pero, al contrario que en el libro sagrado, donde predomina la figura masculina de Moisés, en Colombia este éxodo lo escriben sobre todo las mujeres. Son más del 60 por ciento, la mayoría profesionales entre los 30 y los 55 años, de acuerdo con Colombia: migraciones, transnacionalismo y desplazamiento, un compendio de estudios realizado durante cuatro años por 25 investigadores.
Patrocinada por el Centro de Estudios Sociales de la Universidad Nacional, esta especie de enciclopedia de la movilidad colombiana muestra que el 70 por ciento de los más de 3.000 millones de euros en remesas del año pasado fue enviado por mujeres. El volumen total de esas remesas convirtió a Colombia en el 2006 en uno de los 10 países que más dinero recibió de sus trabajadores en el exterior, según The Economist.

Fracaso del Estado
La crisis económica que azota a este país desde finales de los 90 empujó al éxodo a esos colombianos y, paradójicamente, también los convirtió en el principal capítulo de inversión indirecta de Colombia en el exterior. “Más que café y que petróleo, Colombia exporta hoy mano de obra barata”, asegura el antropólogo Gerardo Ardila, coordinador del estudio.
Sin embargo, “el crecimiento de la migración es un síntoma del fracaso de la política social del Estado. Ver a los emigrantes como un mecanismo de equilibrio de la economía es muy peligroso, porque deja claro que el Estado no los está asumiendo como ciudadanos”, añade Ardila, quien también coordina el programa de estudios universitarios sobre movilidad humana de la Universidad Nacional y asesora al Ministerio de Relaciones Exteriores. “¿Qué pasa con la responsabilidad política y económica del Estado con los desempleados que subsisten gracias a las remesas que trabajadores nacionales envían desde el exterior?”, se pregunta.
Aunque la feminización del éxodo está cambiando el mapa migratorio en Colombia, antes diseñado casi exclusivamente por varones, también está dejando al descubierto las principales cicatrices de la tragedia de la emigración. Un ramillete de problemas oscurece hoy la estructura de la familia en Colombia.
Los hombres, como las mujeres cabeza de familia que emigran, primero dejan acéfalas a sus familias, las privan de la principal figura de equilibrio y ponen en riesgo su estabilidad. Después, si regresan a su país de origen deben afrontar en muchas ocasiones el rechazo de los hijos, que se acostumbraron a vivir del dinero que enviaban sus padres, pero sin ellos.
Además, si los padres deciden reagrupar a la familia en el país donde han emigrado, muchos hijos corren el riesgo de inadaptarse. En esa situación, se enfrentan a sus padres con violencia o terminan siendo presas fáciles de la drogadicción y del vandalismo, de acuerdo con el estudio.

Pérdida de calidad de vida
“El distanciamiento por periodos muy largos causa distorsiones de la imagen que tienen los padres de los hijos y viceversa. Casi siempre la imagen de éxito que tienen los hijos de sus progenitores se pulveriza cuando hay una reagrupación familiar”, dice Ardila. Para complicar más las cosas, “la madre o el padre que emigra vive por lo general en peores condiciones que las que tiene en su país de origen, y cuando decide reunir a su familia, se encuentra con que sus hijos no aceptan esa pérdida de calidad de vida”, explica el antropólogo. “Y algunas veces tratan de recuperarla enredándose en la delincuencia”, añade.
Colombia no cuenta con un instrumento para negociar sus asuntos migratorios con los otros estados y busca reducir el volumen de la creciente migración. Por eso, el estudio realizado trata de delinear una política pública integral. Ardila afirma que no solo se busca que el emigrante deje de ser como “una especie de hucha que alivia cargas estatales, sino que el Estado flexibilice su postura con respecto a la emigración”.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)