La Z, esa letra tan española con la que acaba el abecedario y El Zorro firmaba sus hazañas justicieras, es la última estrategia de George W. Bush para sacar adelante la reforma migratoria que el año pasado tuvo que dejar aparcada. Ayer, Bush volvió al puesto fronterizo de Yuma (Arizona), desde donde en el 2006 lanzó su fallido plan, para destacar los éxitos y reafirmar la necesidad de que el Congreso apruebe un plan de trabajadores temporales.


Se le había adelantado en al menos una semana la agencia Associated Press, que dio a conocer justo a tiempo para la manifestación del sábado en Los Ángeles el plan del visado Z, que concederá permisos temporales de tres años a los inmigrantes, previo pago de 3.500 dólares, cifra que ha escandalizado a la comunidad.


Quizás por esa reacción ya calculada, el presidente prefirió dejar los detalles para más adelante y limitarse a las líneas generales para contentar a todos. Para los republicanos que protestan por una frontera porosa, Bush tenía buenas noticias: sus esfuerzos para redoblar la vigilancia mediante un despliegue tecnológico y de Guardia Nacional han resultado, y las detenciones se han reducido en un 30%.


Algunos analistas creen que si hay un tema en el que Bush puede obtener apoyo bipartidista es éste. Pero además de escribir su legado histórico llegada la recta final de su mandato, Bush también quiere ganar puntos para su partido entre la comunidad hispana, cuyo voto cree al alcance de la mano si logra que se entierre el hacha de guerra migratoria.