La pequeña Bucarest
Los rumanos representan ya el diez por ciento de la población de Coslada -
La Razón, , 08-04-2007Madrid – «Oiga perdone, ¿la comisaría de Policía?». La mujer contesta con
gestos, levanta el brazo y señala a la izquierda. «¿Por ahí todo recto?»,
ella asiente. En Coslada no es extraño que si preguntas por una dirección,
el que intente orientarte sea rumano. De hecho, más del diez por ciento de
su población procede de este país del Este. Hoy por hoy, la convivencia
con los cosladeños goza de bastante buena salud, pero el proceso de
adaptación mútua no ha sido fácil.
En el año 2000
este municipio madrileño comenzó a acoger a una gran cantidad de rumanos.
Venían, en busca de prosperidad y huyendo de un destino marcado, pero
cuando llegaron a aquí, su situación irregular y su necesidad les
obligaron a decidir entre dos caminos. Muchos optaron por buscar sustento
por la vía rápida y sobrepasaron la línea de la legalidad. Esa senda
multiplicó los delitos en Coslada y abrumó a sus vecinos que comenzaron a
mirar con recelo a los rumanos.
Esa sensación de inseguridad creció.
Se convirtió en habitual que muchos de esos «nuevos vecinos» durmieran en
la calle y vieran pasar las horas en los parques. Al de Nuestra Señora del
Amor Hermoso se la pasó a llamar el de la virgen «de los rumanos».
En 2003 los sustracción de coches, los robos en tiendas de telefonía y la
desaparición de la recaudación de las tragaperras en los bares eran el pan
nuestro de cada día. Hoy, la realidad es bien distinta. Los delitos se han
reducido de forma drástica y no es difícil encontrar a cosladeños
trabajando codo con codo con rumanos. Para ellos, conseguir un trabajo
estable, formar una familia o reagruparla han sido factores importantes a
la hora de acomodarse a su nueva vida en España. Aunque todos han puesto
de su parte. La Policía Local de Coslada por ejemplo, recibió clases de
cultura, historia y lengua rumana. Un esfuerzo que poco a poco ha dado sus
frutos.
Los agentes además, han combatido la delincuencia con mano
dura aunque todavía hay delitos como las reyertas tras una abundante
ingesta de alcohol y la violencia de género que no se han conseguido
rebajar ni erradicar.
Aprender el castellano tampoco ha sido tarea
fácil para muchos rumanos, aunque algunas asociaciones como Obtalá ofrece
clases de español incluso a distintos niveles. Agustín González, su
presidente, reprocha en positivo la todavía falta de interés de algunos
ciudadanos del Este por aprender el idioma. «El problema es que pueden
llevar una vida normal sin hablar castellano. Trabajan con compatriotas,
frecuentan los bares regentados por rumanos y en su casa, pues tú me
dirás…».
Celebrar la primavera
Para
motivar el aprendizaje Obtalá organiza excursiones y exposiciones. «La
semana pasada nos fuimos a El Escorial. Allí hablan, se relacionan y
conocen España. Los sábados a ver alguna obra de teatro, al cine…»,
cuenta González.
Pero es una calle de doble dirección. El 1 de
marzo en Rumanía es tradición regalar una pequeña pulsera para festejar la
primavera que está por llegar, así que Agustín y varios voluntarios
repartieron brazaletes por todo Coslada.
A la pregunta de si sienten
racismo los rumanos afincados en este municipio madrileño, la respuesta es
no. Los vecinos les tratan bien y no tienen mayores problemas de
convivencia. A la inversa, hay de todo aunque la mayoría resalta que «son
muy trabajadores». Algunos todavía se quejan de inseguridad y de que no se
integran.
La clave para esforzarse en convivir según el presidente
de Obtalá son los hijos. Es un cambio en su esquema de vida, la escuela,
los profesores, sus amigos…
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