Valencia
La gran sonrisa china
Las Provincias, , 07-04-2007La sociedad asiática, emprendedora y tranquila, ha llenado en pocos años la ciudad de Valencia de restaurantes, tiendas de ropa, zapaterías y bazares En Valencia hay alrededor de 500 comercios regentados por ciudadanos chinos y en los censos aparecen registrados cerca de cuatro mil emigrantes de este país. Son silenciosos, tranquilos y trabajadores, viven en su propio mundo por lo que apenas se sabe nada de ellos y eso alimenta leyendas.
Son uno de los colectivos de inmigrantes más emprendedores y tranquilos que hay en la Comunitat Valenciana. Sus costumbres, su cultura y su forma de vida marcada por la discreción parecen, en algunos sentidos, no haber servido para beneficiarlos ya que circulan alrededor de ellos todo tipo de historias, viven envueltos en mitos, rodeados de algo de misterio, pero también de cierto encanto.
Vienen desde el otro extremo del mundo en busca de una vida mejor y no les ha ido mal. En pocos años se han abierto en Valencia cientos de comercios chinos. Primero fueron los restaurantes, más tarde llegaron las tiendas de ropa, de zapatos y los populares bazares (tiendas en las que puedes encontrar de todo).
La filosofía de vida de la mayoría de asiáticos es trabajar en su propio negocio, son emprendedores y les gusta ser sus propios jefes, mantener su independencia.
Es una inmigración silenciosa. Suelen pasar desapercibidos allí donde se instalan y su conflictividad es nula. Son serenos y gentiles pero también muy reservados, cuando se intenta descubrir algo de su vida privada se incomodan e inventan cualquier excusa para no hacerlo. Calles como Puerto Rico y Cuba, en el barrio de Ruzafa, entre otras, están repletas de comercios al por mayor regentados por asiáticos. Pero, a pesar de la gran cantidad de chinos que viven en el barrio, pasan desapercibidos para sus vecinos, que no tienen ninguna queja y hablan muy bien de ellos.
Historias de vida
Yuan Di Pastor Barona tiene una tienda de importación y venta al por mayor en Ruzafa: Dong Fang. Yuan Di explica las dificultades que tienen los comerciantes con el idioma. Saben lo necesario para poder vender, comenta. Lleva 14 años en Valencia y hace dos meses fue nombrado presidente de la Asociación de Comerciantes Chinos de la Comunitat. La asociación, con 60 empresarios, fue creada para mejorar las relaciones comerciales entre España y China. El fin principal es integrar a los chinos en la sociedad valenciana, enseñarles las normas de comercio que rigen en España y, sobretodo, hacer que aprendan la lengua para que conozcan las leyes.
Hemos querido conocer más de cerca a este colectivo para saber cómo viven. La primera parada es en Huali: artículos para regalo y hogar. Jiang Jianhua es el propietario, lleva tres años viviendo en Valencia con su familia y apenas habla castellano por lo que su hija, de ocho años, es la intermediaria. No llegaron directamente a España desde Zhejiang, su ciudad natal situada a cinco horas en coche de Shanghái, antes intentaron sin éxito establecerse en Holanda. Allí las cosas no nos fueron bien y decidimos venir a Valencia, donde montamos nuestro negocio, explica Jiang. Lo hizo por no depender de nadie, para ganar más dinero y para terminar pronto la jornada de trabajo e irse a casa. Resulta extraño este comentario cuando la mayoría de chinos viven para trabajar, según afirma la mayor parte de los entrevistados.
Las empleadas son dos chicas jóvenes que trabajan por las tardes y aprenden castellano por las mañanas. Nuestra ilusión es estudiar en la Universidad. Intentan explicar qué carrera pero no saben decir cuál, aún les cuesta expresarse en castellano. Nos gusta España y su gente, la pequeña se ha adaptado muy bien en el colegio, añaden.
La segunda parada por la China valenciana conduce a un joven de 17 años, Zuhren Xu. Lleva tres años viviendo en España, trabaja en un restaurante chino, entiende bastante bien el castellano y cuenta que no le gusta salir. En mi tiempo libre prefiero quedarme en casa con mi familia, viendo la televisión china y con el ordenador, dice Zuhren. Lin Xiao Mau tiene una tienda llamada Felicidad, en Cardenal Benlloch. Paga 150 euros al mes por un bajo de 140 metros y su principal preocupación son las pocas ventas en su negocio, hay muchas tiendas, vendo muy poquito y la vida es muy cara, explica Lin. Vive con su mujer y sus dos hijos, los dos van al colegio y por las tardes están en la tienda con sus padres. Lin no tiene intención de regresar a su país, a pesar de que las cosas no le acaban de ir bien en España.
Cámaras de seguridad
La propietaria de la tienda de regalos Oriente nos recibe amablemente. Lleva un año en España y comenta abiertamente que no le gusta Valencia. No le quita el ojo a sus clientas, tiene varias cámaras en la tienda y a través de dos monitores controla el local. Las cámaras de seguridad son algo común en los bazares, dice que les roban mucho, que lo hacen muy rápido y por eso están todo el rato vigilando. Tras tantas charlas se tiene la impresión de conocerles un poco mejor: vienen en grupos desde la otra parte del mundo, dispuestos a ganar la mayor cantidad de dinero en poco tiempo. Son cerrados y les cuesta relacionarse con los españoles, algo lógico teniendo en cuenta lo diferente que para ellos es todo lo que ocurre aquí. Pero poco a poco las culturas se van fusionando en parejas. El número de matrimonios entre chinos y españoles aumenta y son muchos los hijos nacidos de estas uniones. Llegará el día en que se podrá conocer algo más de los ciudadanos de la lejana sonrisa.
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