Sarkozy se tiñe de nacionalismo francés

El líder de la derecha cree que «la nación será el asunto número uno de la

La Razón, Javier Gómez, 03-04-2007

París – Las tapas de «Ensemble» («Juntos»), el libro que ayer presentó
Nicolas Sarkozy, están forradas con el tricolor de la bandera francesa.
Una imagen que resume, de un simple vistazo, el perfil carpetovetónico que
el candidato del centro derecha ha decidido adoptar en la recta final de
la campaña presidencial. Convencido de que su imagen de liberal,
atlantista y reformista terminaría por pasarle factura en un país alérgico
al cambio, el líder de la UMP ha templado su apuesta por la «ruptura» con
el modelo social galo para asumir cada día un acento más «gaullista» y
nacionalista francés.
   «La nación será el asunto número uno de
la política en los años venideros. Para bien o para mal», es la conclusión
fundamental de «Ensemble». Esta sed de bandera explica el nuevo rostro
proteccionista de Nicolas Sarkozy. Desde su propuesta estrella, la
creación de un «Ministerio de Inmigración e identidad nacional», a su
embestida, ayer en París, contra «la visión teológica de la competencia de
la UE».
   No hay discurso en el que el aspirante del centro
derecha no defienda un «Estado fuerte». Ahora hasta reniega de una
«política de sacrificios que desmoralizaría todavía más a los franceses».
Sarkozy considera que «el capitalismo no puede sobrevivir sin ética ni
moral» y hasta guiña un ojo a los antiglobalización, cuando asumen que
«todo no puede reducirse a una mercancía». «Mi Francia está más allá de la
derecha y de la izquierda», pregona el líder de la UMP. ¿Maniobra
electoralista o nueva convicción? Sólo las elecciones podrán dirimirlo. A
pesar de este giro, Sarkozy no ha dejado de aspirar a reformar Francia.
Cada una de sus ruedas de prensa supone una homilía de reformas fiscales,
críticas al «asistencialismo» y propuestas de regeneración de la vida
política. Pero todo se enfunda en una nueva casaca, destinada a convencer
al electorado popular, «a la Francia exasperada», como la denominó ayer el
candidato. Una obsesión que le llevó ayer a permitirse loas a la «cultura
obrera» con un tono de nostálgico comunista: «En la fábrica, la vida es
dura, pero no se está solo porque hay camaradas».
   «El
milagro de Francia» es el revelador título del segundo capítulo de
«Ensemble». En él, Sarkozy glosa las maravillas de la «Francia eterna»,
«la Francia de las cruzadas y las catedrales». Un tono bien alejado del
pragmatismo de su primera época, cuando era visto como un Tony Blair a la
francesa. Referencias que definen bien a un país ensimismado, en cuya
campaña electoral la política internacional no existe, salvo para criticar
al Banco Central Europeo (BCE). La metamorfosis de Sarkozy no es sólo
política, sino personal, según se desprende de la introducción de su
libro, titulada «Mi verdad». Un acto de contrición en el que asegura
haberse convertido en un «adulto sosegado»: «No me siento obligado a
demostrarlo todo. He ganado en serenidad y sabiduría».
   

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