Solo los turistas llevan poncho
El Periodico, , 01-04-2007Viru Viru puso ayer en escena el drama de Bolivia. El aeropuerto se transformó durante la madrugada en un teatro de la desesperación. A las seis de la mañana partieron en el vuelo 747 de Aerosur los últimos bolivianos que llegaron a Barajas antes de que comenzara a regir el visado. Y mientras estaban en la sala de preembarque, aterrizó en Santa Cruz otro vuelo de la misma compañía, pero con 156 repatriados.
En ese cruce entre los que se iban y los que retornaban quedaba resumido el problema del éxodo. Viru Viru no podía dejar de mostrarlo con sus desgarramientos y paradojas: en el aeropuerto también había turistas norteamericanos. La mayoría viajaban atiborrados de recuerdos de la Bolivia aborigen. Si no vestían un poncho o los gorros de lana que habían comprado era porque el calor los habría derretido más rápido. En cambio, los jóvenes, casi todos de rostros aindiados, llevaban en su ropa signos de la identidad global (Spun spot, American eagle, Dublin rocks), como si en el juego de las apariencias adquirieran mayor respetabilidad ante la mirada de los aduaneros de Barajas.
EMILIANO ES albañil y tiene la piel cobriza, casi metalizada. Era uno de los pocos que no vestía a la usanza internacional. Tampoco llevaba equipaje de mano, solo su charango, suerte bandurria de cinco cuerdas que los aymará y coyas construyen con el caparazón del armadillo. “Dejo lo que más quiero, pero por lo menos me llevo esto”, explicó señalando su instrumento. “Mi hermano, que está allá, me ayudó. Haré lo que sea para devolverle pronto el dinero”. Así se iban muchos. Compraron sus boletos endeudándose y muchas veces a precios escandalosos. Tuvieron que ahorrar durante años en un país donde el salario mínimo es de 55 dólares (41 euros).
A medida que se acercaba la fecha límite para entrar en España sin visado, el trasiego se hizo más intenso y desnudó no solo las urgencias sociales, sino también la enorme estructura de corrupción e inmoralidad que se alimenta de la necesidad de emigrar. En pocas horas se colapsó la Lloyd Aéreo Boliviana (LAB) y varios ejecutivos fueron arrestados por sobrevender pasajes. También cayó el director de Migración cruceño, Dante Casillo, a quien se le acusa de ser negligente con una red delictiva que cobraba hasta 500 euros a los bolivianos que querían salir en marzo. Para que el timo fuera completo, debían existir agencias de turismo que no son realmente tal. En los últimos meses, y al compás de la desesperación, abrieron solo en Santa Cruz 100 operadoras, aunque en muchos casos ni siquiera han llegado a registrarse legalmente.
Es un lugar común escuchar aquí que se tratan de simple fachadas de una red mafiosa que negocia con la desesperación. Llevan gente a Madrid, pero también a Argentina, donde viven más de un millón de bolivianos. El jueves fue detenida en Buenos Aires una pareja boliviana acusada de reducir a la servidumbre a 14 compatriotas a los que hacían trabajar en un taller de costura. Lo atroz del caso es que ese taller se había levantado en el misma sala de tortura de lo que fue Automotores Orletti, un centro de detención clandestino que funcionó en el barrio de Floresta durante la última dictadura militar argentina (1976 – 1983).
LO QUE ocurrió en Viru Viru ha dejado atónito al país. Las cámaras de televisión seguían, como si fuera un espectáculo, a los viajeros y sus familias fundiéndose en abrazos interminables. Los que se tomaban la última foto o recibían una carta para entregar a un familiar. Los que lloraban o reían para no llorar. Los que se prometían lealtad. La madre que pedía que la llamaran rápido. La abuela que se resistía a dejar a sus nietos. Aquellos que compraron un boleto y no pudieron viajar. “Hace ocho días que no puedo viajar. Soy paceña y, como no tengo donde ir, duermo en el aeropuerto. Me quedaré hasta que me den una respuesta: mis documentos están en regla”, dijo Hilda Solari.
A las tres de la mañana comenzaron a salir de Migraciones los repatriados desde España. En el vuelo coincidieron con los 79 compatriotas que se enrolaron en una excursión sin final feliz a bordo del crucero Sinfonía. Después de los intentos fallidos de tocar tierra en Tenerife, Cádiz, Valencia y Génova, volvieron por aire con los sueños hechos trizas. “Estamos enojados por el trato que nos dieron. El viaje era un regalo de mi madre. Y mírame aquí, de nuevo. Pero te aseguro que pienso volver”, afirmó Esther.
Apenas el 20% de los viajeros del Sinfonía eran lo que se dice turistas. El resto no tuvo otra alternativa. Como ya no había pasajes disponibles en Aerosur y LAB, pagaron hasta 3.600 dólares (2.695 euros) y se lanzaron al mar. Antes, la peripecia los llevó a casi todos por tierra hasta el puerto de Santos (Sao Paulo), y de allí a otros destinos paradisíacos de la costa brasileña, Río de Janeiro y Fortaleza, antes de cruzar el Atlántico.
EL ‘SINFONÍA’ es un templo flotante del hedonismo en el que confluyen jubilados, amantes furtivos y recién casados. Tiene casino y hasta un simulador de juego de golf. Las aspiraciones de los pasajeros bolivianos, la mayoría de Cochabamba, eran más modestas: llegar a España con bajo perfil y lejos de las miradas suspicaces.
“Es cierto que cada país se reserva el derecho de admisión, pero hay formas y formas. Mi familia hizo un esfuerzo enorme. Ahora prefiero pensar que fueron mis mejores vacaciones”, dijo Nelson. Nelly partió de Oruro y nunca imaginó un regreso tan precipitado. “Voy a demandar al Gobierno español por el trato discriminatorio”, aseguró. Las cámaras de la televisión estaban en Viru Viru esperándoles. Los pasajeros del Sinfonía fueron las estrellas del noticiero de la noche. La fama sería tan efímera como sus ilusiones y certezas. Muchos no saben cómo sigue el viaje.
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