El último vuelo de Bolivia

El Periodico, ABEL GILBERT / ENVIADO ESPECIAL, 31-03-2007

Se llama Prisa y los tiempos le urgen, como a los cientos de bolivianos que virtualmente acamparon durante las últimas 48 horas en el aeropuerto Viru Viru de Santa Cruz y sin moverse. Todos ellos esperaban anoche subir al último avión que partió hacia Madrid antes de que, desde mañana, los bolivianos necesiten visado para viajar a España.
Fueron los últimos de los últimos. Durmieron sobre sus maletas, formando una hilera que llegaba hasta el salón de llegadas, con la esperanza de que se solucionase el problema del overbooking. Contaron las horas mirando el techo, o el cielo que esperaban cruzar en la madrugada de hoy, cuando debía despegar el vuelo 747 de Aerosur. Prisa estaba allí, con sus 7 años y un patito amarillo que abrazaba y cuidaba con desvelo, de la misma manera que – – suponía Carla, su tía – – una azafata velaría por la niña hasta que llegase a Barajas. Prisa no ve a sus padres desde el 2005. El padre trabaja de mensajero. La madre cuida ancianos y hace tareas de limpieza. Ese es, según el diario La Razón de Santa Cruz, el gran “sueño español” que los empuja a viajar como sea.

“ES AHORA O NUNCA
Ronald ya conoce las reglas del juego. “Es ahora o nunca”. Con 18 años decidió subirse a esta ruleta. Su madre pidió prestado el dinero y deberá pagarlo en ocho meses. Ronald, que acaba de terminar la escuela secundaria, se ha jurado trabajar “de lo que sea” para saldar el compromiso. “Tengo una semana de hotel. Después veré”, dice a EL PERIÓDICO. La incertidumbre no lo perturba. Como muchos otros, deja Santa Cruz porque “no hay trabajo”, y menos después de las terribles inundaciones que causaron quiebras a raudales en el campo.
Casi todos viajaron igual que Ronald, con un paquete comprado a una agencia de turismo. A su lado estaba ayer un amigo, que no quiso dar el nombre y que se preguntaba en voz alta cómo puede ser que se les trate como reses. “Tendríamos que pedir visado a los españoles y los norteamericanos”, se quejaba. Lo que más le enervaba era tener que someterse a la mirada de las autoridades de emigración.
“Se creen que los bolivianos somos todos indios. Pero ya ves, soy blanquito”, señalaba, convencido de que eso lo diferenciaba de la mujer que estaba a unos metros en un silencio monacal. Una típica chola boliviana, con trenzas negras que de tan largas parecían alas y en cuyas rodillas descansaba el último número de la revista Hola. No quería hablar, y menos de su viaje.
José, de 13 años, esperaba para embarcar solo. Hace años que no ve a su madre. Ella está en Valencia y cuida a un niño. “Ojalá pueda estudiar”, decía. Para José, el futuro se construye con pasos de hormiga. Pero los quiere dar y con la cabeza alta.

110.000 EN UN AÑO
También en solitario llegó ayer a España, en este caso vía Buenos Aires, el pequeño boliviano César Castro. Su madre, Jenny, le esperaba en Barajas. “Tengo seis hijos y es el único que me he podido traer. Con lo del visado, no podrán venir los otros”, lamentaba. César se ha unido a los 110.000 bolivianos que se calcula han llegado y se han quedado en España el último año.
Desde octubre, cuando el Gobierno concretó un calendario para la imposición del visado, los vuelos de Santa Cruz, Cochabamba y La Paz han llegado a Barajas llenos; el regreso lo han hecho con solo el 40% del pasaje. La cifra es de la empresa Air Comet, que vuela tres veces al día con dos aparatos de 392 y 236 asientos, y es probable que el resto de compañías que conectan Europa y Bolivia tengan datos similares.

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