Lavapiés no pasa una más
Los vecinos se manifestarán el sábado por el deterioro del barrio
La Razón, , 22-03-2007Madrid – La delincuencia y la suciedad no son nada nuevo en Lavapiés, pero
la proverbial paciencia vecinal parece estar agotándose y a cristalizar en
movimientos organizados de manera espontánea. Y ya no se trata sólo de las
asociaciones de vecinos al uso, que llevan tiempo denunciando la situación
del barrio. Esta vez un grupo nuevo se ha unido y bajo el lema «Lavapiés
No Pasa», y ha convocado una manifestación para el próximo día 24. Todo
ello queda bien claro en los carteles que empapelan las calles y los
portales desde hace unos días, y en su transitado «blog»
(www.vecinosdelavapies.blogspot.com), donde denuncian la inactividad de
las autoridades ante la delincuencia, el tráfico de drogas y el deterioro
general de la zona y plantean numerosas propuestas de solución.
Lavapiés no pasa, dicen. No pasa por todas las lacras que le aquejan
cuando, potencialmente, es uno de los barrios más vivos y cambiantes de la
ciudad. Quieren que termine el trapicheo, instalado a plena luz del día,
como cualquiera puede comprobar, y la pequeña delincuencia. Quieren
también que sea un barrio limpio. Y no lo es, salta a la vista. Y quieren,
sobre todo, que los poderes públicos les contesten. «La autoridades
consienten la situación, pese a nuestras denuncias», afirman.
«La policía pasa y hace su trabajo contra la delincuencia», reconoce
otro vecino de la zona, «pero aquí lo que es necesario es que haya también
un trabajo cívico y educativo… el problema de los menores clama al
cielo».
Lo cierto, en todo caso es que, como suele pasar, son
muy pocos los que complican la vida de muchos. Cualquier vecino observador
conviene en que el tráfico de drogas y los atracos – ambos llevados a cabo
en muchos casos por pandillas de menores – son cosa de grupos muy pequeños.
Alejandro vive cerca de la plaza recién inaugurada entre la calle
Ministriles y la calle Lavapiés, y lo cuenta. «Son un grupito pequeño de
chavales magrebíes, pero están a las órdenes de otros de más edad».
Al menos dos de estos últimos son caras perfectamente conocidas en la zona.
«No sabemos su nombre pero los conocemos de sobra. Son dos marroquíes o
argelinos de treintaitantos, uno lleva el pelo largo y otro anda siempre
con una bicicleta, controlando el asunto». Ellos supervisan y ordenan. Los
menores trafican.
En esa misma zona ha habido robos en grupo, y a
menudo los portales son forzados por los menores y ocupados para
trapichear o fumarse unos porros. «La nueva plaza ya es un desastre»,
sigue S., «lleva abierta poquísimo tiempo y ya hay pintadas, la usan como
si fuese una letrina por las noches, trapichean en ella… hasta han
robado dos setos de boj que son carísimos… Por lo menos es mejor que lo
de la plaza de Lavapiés, donde hay una verdadera colonia estable de gente
que vive en colchones, tirada en medio de la plaza».
Todo ello
entorpece el día a día en el vecindario. «Nadie quiere ir por ahí,
sorteando basura, viendo como a los traficantes no los para la policía
jamás», dice una mujer. «Yo desde luego estaré en la mani». Y en la de la
vivienda, que es el mismo día».
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