Un «sí quiero» contra el racismo

ABC, 22-03-2007

El plomizo cielo que pesaba ayer sobre la región belga de Flandes no impidió que un millar de europeos de todo el continente sacasen su traje de boda del armario y acudiesen al ayuntamiento de Sint – Niklaas, ramo de flores en mano, para darse un «sí quiero» multitudinario contra el racismo.

Esta localidad del norte de Bélgica y el edil que oficia las bodas civiles en su ayuntamiento tienen una buena razón para actuar así: hace tan sólo un mes tres parejas se negaron a que el concejal les casase por el único hecho de ser negro. A juzgar por su nombre, Wouter Van Bellingen no es más que uno de los 70.000 flamencos de esta localidad que le ha visto crecer desde que sus padres lo dieron en adopción siendo un crío. Pero Wouter lleva tatuado su origen ruandés en la piel y no ha podido evitar que el rechazo se cebe con él en la región de Flandes, que ha llegado a ganarse con el tiempo el dudoso honor de ser la capital europea de la ultraderecha.

Ni las tres parejas que hace un mes se negaron a casarse en Sint – Niklaas ni el propio concejal se imaginaron que su decisión provocaría un aluvión de reacciones por escrito procedente de todo el mundo, y mucho menos que daría lugar a una boda a lo grande oficiada por el primer concejal negro de Flandes, a la que acudirían parejas desde Málaga, Holanda, Alemania y hasta de Brasil para decir «no» al racismo.

Al ritmo de música negra, con una camisa roja y una chaqueta blanca que resaltaban más aún el color de su piel, Wouter pronunció el discurso nupcial y la abarrotada plaza respondió con un rotundo «Jaaa». Un «sí quiero» en flamenco seguido de un beso apasionado y largo en el que fundieron todas las parejas de homosexuales, heterosexuales, blancos, negros, mayores, niños y hasta famosos, que habían acudido a Sint – Niklaas.

Después vino el arroz, el banquete, la gran foto de familia, canciones dedicadas a los novios, y el sorteo de una luna de miel en la ciudad de Estambul. Algunas parejas intercambiaron incluso los anillos de compromiso. Saen, una de las novias, afirmaba con su vestido blanco, casi tiritando, que no podía perderse esta oportunidad de casarse de nuevo con su marido y de condenar un acto «inaceptable hoy en día». Ella, cuando Wouter era pequeño, le dejaba la bicicleta.

Con esta peculiar ceremonia, Flandes respondió ayer a la que parece haberse convertido en su sombra: un racismo alimentado por el partido ultraderechista Vlaams Belang, que fue apoyado por un tercio de la población en ciudades como Amberes en la elecciones federales de octubre.

POR LAURA VILLENA

AP

Wouter Van Bellingen, a la derecha, preside la boda de Geert Brokken y Leen Ost ayer en Sint – Niklaas, Bélgica

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