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Una realidad incómoda
Diario Vasco, , 22-03-2007Debemos abrir los ojos. «¿Hacia qué?», se preguntarán. Hacia las miles de personas que se ven obligadas a huir de su país porque son perseguidas: las refugiadas.
Muchos de ustedes desconocerán quiénes son los refugiados. La declaración de Ginebra de 1951 los define como «toda persona que, debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda, a causa de dichos temores, regresar a él».
Un refugiado es ante todo un ser humano. Un ser humano que debe hacer un gran esfuerzo para poder guiar de nuevo su vida en un país desconocido. El Gobierno olvida estas personas, renegando incluso de la memoria histórica propia, como si aquellos que huyeron de España en la dictadura fueran vaga imagen de un tiempo inexistente.
Deberíamos ser críticos con nosotros mismos, ¿no miramos con superioridad a aquellos que son distintos a nosotros, sólo por el hecho de pertenecer a una cultura diferente, por tener diferentes costumbres…? Y precisamente España adopta esta postura tan etnocentrista cuando se pretende mostrar al mundo como tolerante y abierta.
La ley del Gobierno español es excesivamente restrictiva a la hora de dar asilo a aquellas personas que lo demandan, no les da ninguna facilidad. En España sólo se reconoce a un 4% de la cantidad total de los que piden el estatuto de refugiado (que no es sino un mísero papel que certifica que pueden vivir legalmente en el país durante el escaso período de seis meses, y en realidad, todos sabemos que en seis meses una guerra nunca llega a su fin).
Por ello se puede decir que muchas de las muertes de éstas, cuando son deportadas a sus países, pesan sobre los hombros de los gobernantes del Estado español. Lo mismo sucede en muchos otros países de este Occidente primermundista y «desarrollado» (o mejor dicho, «subdesarrollador»). Occidente no llora por ellos, sólo tiene lágrimas para sí mismo.
Por todo lo anteriormente expuesto, nosotros, como grupo de voluntariado del Colegio San Ignacio de San Sebastián, hemos querido abrir los ojos a esta terrible situación. Pónganse ustedes en la piel de alguien que debe dejar toda su vida atrás, como las 12.000 personas que huyen cada día de sus hogares en busca de protección porque temen por su seguridad y la de sus familiares. Dichas personas se encuentran en una situación psicológica y social deprimente. Miremos por sus vidas.
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