«Europa perdió en Bosnia la oportunidad de reconocer al islam moderado»
PREDRAG MATVEJEVIC / Escritor
La Razón, , 18-03-2007MADRID – Predrag Matvejevic vive en el corazón del drama balcánico
preguntándose todavía cómo fue posible que el país del este (o los eslavos
del sur) más avanzado, con un «comunismo ligero», con más libertad y
bienestar económico explotara en una cruel guerra civil y se encuentre
ahora sumido en la miseria nacionalista, sin salida, sin esperanza.
Matvejevic nació en Mostar (Bosnia – Herzegovina) en 1932, es hijo de madre
croata y padre ruso. Tras abandonar al principio de la guerra, acusado de
«traidor a la patria», Zagreb, en cuya universidad era profesor, se
instala en París y da clases en La Sorbona. Actualmente es profesor de
Literatura eslava en la Universidad de la Sapienza de Roma. En su extensa
obra destaca «Breviario Mediterráneo» (1988), un ensayo poético que busca
la raíz común de un mar civilizado, pero pronto sus libros han derivado a
la defensa de la disidencia, la denuncia del nacionalismo, la guerra y la
destrucción de una cultura que no volverá a nacer. «Pasarán muchos años y
yo no lo veré», dice rotundo, sin asomo de lirismo. Cuando se le pregunta
si el hecho de que el siglo XX empezase en Sarajevo en el verano de 1914 y
acabase en el sitio de Sarajevo es aceptar que no hay salida para esa
parte de Europa, contesta: «Utilizaré una bella frase empleada por
Churchill para hablar de los Balcanes: Un espacio que produce más
historia de la que puede consumir».
– Poco antes del
inicio de la guerra de los Balcanes, coincidió la publicación de varios
libros en los que defendía la civilización europea, entre ellos su
«Breviario Mediterráneo». Claudio Magris lo hizo en «El Danubio», Miroslav
Pavic en el «Diccionario Jázaro» y Danilo Kis en «La enciclopedia de los
muertos». ¿Pura coincidencia?
– Correspondió a un momento
cultural interesante y a la búsqueda de un nuevo género literario. Éramos
conscientes de que ya no se podía escribir una novela del tipo «el señor A
quiere a la señora B y ésta ama al señor C», que ese mundo estaba agotado.
Pavic es serbio; Kis, también, de la Voivodina, junto a la frontera
húngara; y yo soy croata. Luego Kis fue perseguido sin piedad por la Unión
de Escritores de Yugoslavia, hasta que murió. Unos son ortodoxos, otros
católicos, hay musulmanes y judíos. Era un país diverso donde habíamos
convivido sin enfrentarnos y nuestra producción literaria era importante
porque después de la ruptura entre Tito y Stalin del 48 Yugoslavia toma la
vía de un comunismo muy ligero, antiestalinista, autogestionario,
diferente y con una política no alineada en el plano internacional.
– ¿Y qué fue de Miroslav Pavic y Danilo Kis?
– Pavic ha servido al nacionalismo serbio y su obra se ha perdido en esa
locura. Kis murió en en el exilio, en París.
– Algo no
funcionaría para que los Balcanes fuera el escenario del último genocidio
que ha tenido lugar en Europa.
– Había una generación anterior a la
nuestra que sufrió la fuerte disciplina estalinista, que se llamaba
«zdanovismo», en honor de un secretario del partido de los años 30 que
perseguía a los escritores que no llevaban la línea correcta. Ése fue el
caso de Miroslav Krleza, que escribió «El retorno de Filip Latinovicz»,
una grandísima novela publicada ahora en España. Este sentimiento de que
se vivía en un país más libre lo tenían en Checoslovaquia donde había
aparecido Kundera y Hrabal; en Hungría, donde estaba Konrad, o en Polonia,
donde había aparecido una disidencia política muy importante con
Solidaridad… incluso había habido un Premio Nobel, en 1961, el de Ivo
Andric. Sin embargo, en Yugoslavia hubo un momento en que se dejó de
avanzar y quizá nuestra historia, esa que cuenta Andric en «El puente
sobre el río Drina», hubiera merecido un destino mejor…
– En el año 2002 escribió el artículo «Nuestros talibanes», en el que
pedía la creación de un tribunal para aquellos escritores que ayudaron a
propagar el odio en los Balcanes. Fue acusado de traidor y se le abrió un
proceso, del que hace muy poco ha sido absuelto. ¿No se siente
desilusionado del papel que los intelectuales han tenido en esta guerra?
– Yo todavía soñaba con la gran Yugoslavia que había resistido a los nazis
en la Segunda Guerra Mundial, pero ya no creo que pueda haber una
experiencia común después de lo que ha pasado, ésa es la realidad y es
duro aceptarlo. Somos tres o cuatro los intelectuales croatas que nos
atrevemos a ir a Belgrado a pronunciar una conferencia y son pocos los
serbios que pueden hacerlo en Zagreb, lo que de entrada ha creado un
terrible provincianismo. Un país que ha dado una de las grandes
literaturas europeas ve cómo sus escritores se van, como la croata
Dubrarka Ugresic o el serbio Bora Cosic, un gran escritor del que soy muy
amigo, o Slavenka Drakulia. Escribí el artículo «Talibanes cristianos»
para denunciar a esos intelectuales croatas y serbios que prendieron la
llama de la guerra, que estimularon el conflicto, que escribieron textos
para inculcar el odio. No pedí que fueran detenidos, sino juzgados por un
tribunal de honor.
– ¿Y el papel de Peter Handke, acudiendo al
entierro de Milosevic?
– Es muy complejo. Su decisión de seguir a
Milosevic fue una locura. Es un gran escritor, yo le apreciaba mucho y
para mí es muy duro porque justo representaba al escritor de la Europa
central del que le he hablado. Su madre es eslovena y él parece haber
quedado herido por esta parte. ¿Por qué Austria y Europa ignoran esta
componente eslava?, decía. Y pensaba que Milosevic defendía esta Europa
balcánica, y éste ha sido su error de bulto.
– Vista la
gran violencia sufrida por la población, ¿da por muerta esa cultura
centroeuropea?
– Esa cultura ha sido herida, pero también lo fue con
la pérdida de los judíos, que fue el gran fermento, pero nos dimos cuenta
tarde que los judíos éramos todos nosotros: Kafka, Joseph Roth, Freud,
Wittgenstein, Einstein… Su persecución supuso un daño enorme a la
cultura y la literatura de la Europa central. En Yugoslavia fue diferente
porque tiene una componente nacionalista fuerte, clerical, separados entre
ortodoxos (los serbios y montenegrinos) y católicos (los eslovenos y
croatas). El cisma cristiano hace mil años ha seguido golpeando el país.
– Pero además del trasfondo cultural y religioso, la guerra se inicia por
una decisión muy política: Milosevic el serbio y Tudjman el croata se
niegan a recibir las ayudas económicas que les ofrecía Delors, al frente
entonces de la Comisión Europea.
– Le cuento mi propia
experiencia. He conocido a Delors y vi cómo ofrecía un cheque de cinco
millardos de dólares. Fue la primera ayuda y después vendría la entrada en
la Unión Europea. El conflicto entre Croacia y Serbia era menor que el que
tuvieron Alemania y Francia. Entonces, Milosevic, ante el ofrecimiento,
dijo: «¡No, la Serbia no quiere». Y Tudjman añadió: «¡No, Croacia piensa
como yo, no quiere!». Esto sucedió en 1991 y todavía no había comenzado la
guerra, el ataque de Serbia a Vukovar. Algunos habíamos pensado crear un
bloque democrático yugoslavo, teníamos apoyos intelectuales en Belgrado,
Sarajevo, Zagreb, incluso en Lubliana, que ya buscaba la separación, pero
vino una gran ola nacionalista y fuimos completamente barridos.
– ¿Podrá algún día cerrarse las heridas abiertas por esta guerra?
– Deberá ocurrir un milagro. En este momento, no hay ninguna perspectiva, ni
un punto de comunicación entre escritores. En Belgrado, no se puede
comprar un libro editado en Zagreb y en Zagreb no se puede comprar un
libro publicado en Belgrado. La única apertura puede venir de los
escritores disidentes, de uno y otro lado, los antinacionalistas. Pero
esto no basta. Yugoslavia estaba muy cerca de Europa y pudo representar un
modelo de multiculturalismo, pero el nacionalismo se presentó brutalmente,
muy clerical y todavía marcado por los movimientos fascistas de la Segunda
Guerra Mundial.
– La decisión del Tribunal Internacional de Justicia
de La Haya de no considerar genocidio la matanza de ocho mil musulmanes en
Srebrenica parece que ahoga la toma de conciencia en Serbia y el resto de
los Balcanes sobre el drama vivido.
– Ha sido tremendo, un fuerte
golpe que quizá tampoco sirva para una solución a largo plazo. Cuando se
constituyó el Tribunal de La Haya lo vi muy positivamente, y estuve en
contacto con algunos de sus miembros. El Tribunal poco a poco se
transformó en un aparato conformista. En esta última fase, no ha querido
reconocer el genocidio, la muerte planificada y premeditada de ocho mil
musulmanes. Y cuando digo ocho mil muertos, digo que son tres veces más
que los muertos en las Torres Gemelas de Nueva York. No ha habido coraje
para condenar al Gobierno serbio de entonces. ¿Por qué? Porque para lograr
la paz en los Balcanes lo más importante ahora es aplacar el problema de
Kosovo, una provincia que forma parte de Serbia históricamente, con el
noventa por ciento de albaneses, y la voluntad de separarse. Por lo tanto,
la decisión de La Haya ha sido política para calmar a Serbia.
– En las últimas elecciones en Bosnia, en el otoño de 2006, los más
votados fueron nacionalistas serbios y los musulmanes bosnios. Estos
resultados no van en la dirección de su idea de «laicidad de la nación».
– Hemos retrocedido quince años. Nebojsa Radmanovic es un nacionalista feroz
que aspira a separar la parte serbia de Bosnia. Los musulmanes han sido
heridos profundamente y en este momento viven un gran problema: el de la
llegada de fundamentalistas musulmanes de Arabia Saudí, las barbas largas
y El Corán en la mano. Creo que en Europa hemos cometido uno de los
mayores errores: no haber sabido reconocer en Bosnia un islam muy
moderado, un islam europeo. Europa podría haberlo puesto como ejemplo de
un islam moderado que se movía en nuestras coordenadas culturales. Pero no
lo hizo, dejó hacer a los hombres del cruel general Mladic en Srebrenica,
dejó que los croatas bombardeasen Mostar y otras barbaridades. En las
elecciones bosnias, la excepción ha sido el croata Zeljko Komsic, al que
los propios croatas no le reconocen porque no es nacionalista.
(Puede haber caducado)