EE. UU. y la inmigración
La Vanguardia, , 16-03-2007LE MONDE
Cinco países en seis días: George W. Bush jamás había consagrado tanto tiempo a América Latina desde que llegó al poder y, sobre todo, desde el 11 de septiembre del 2001. El presidente, que alardea de hablar español, había prometido que el subcontinente sería una prioridad. Los atentados de Al Qaeda decidieron otra cosa. Su reciente gira es una especie de sesión de desquite contra la agitación revolucionaria del presidente venezolano Hugo Chávez, que sueña en ser el sucesor de Fidel Castro y de Simón Bolívar. Pero Bush le disputa esta última filiación. Uno de los tema estrella de la gira ha sido el de la inmigración, especialmente la de México, y el de la regularización de los sin papeles.
El presidente norteamericano ha prometido una gran ley sobre la inmigración. El derecho norteamericano no es sistemáticamente hostil a la inmigración. Bien al contrario. Está evidentemente atento a la influencia de sus elecciones sobre el voto de la comunidad hispánica, principalmente, en los bastiones republicanos del sur de Estados Unidos. En cuanto a los grupos de presión cercanos al mundo de los negocios, son más bien favorables a la llegada de mano de obra extranjera, sea en los sectores más punteros, sea en los empleos poco cualificados donde se dan bajos salarios. Según ellos – y Bush no es insensible a sus argumentos-, la inmigración es, para la economía, un signo de buena salud.
París, 15/III/2007
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