"El Universal". MÉXICO: "Migrantes y mercados"
Prensa Latinoamericana, , 13-03-2007La visita de Bush a México debe significar algo más que pronunciar las consabidas loas al libre comercio y agradecer las extradiciones de delincuentes. Deberíamos aprovechar el marco para plantear sobre nuevas bases qué es lo que México quiere. Tenemos la oportunidad de hacerlo de una manera sobria y eficaz. Cuidar las formas y los mensajes no es superfluo.
Ha sido un grave error de comunicación plantear el tema migratorio a Estados Unidos de la forma en que lo hemos hecho hasta ahora. El discurso mexicano tiene como norma un halo de reivindicación nacional frente a una potencia desconsiderada que les niega a los paisanos un reconocimiento que damos por descontado que se merecen.
Algo así como si estuviésemos en condiciones de exigir que se les reconozcan derechos que solamente parecen preocuparnos cuando están del otro lado. Aquí los trabajadores pueden ser explotados de manera inicua (muchos ni siquiera reciben un sueldo, viven de las propinas) y manipulados por sindicatos charros que no velan ni siquiera por su seguridad física. La impostura de este doble discurso nos hace menos creíbles. Si a todo esto le agregamos esa insufrible retórica de tratar a los migrantes como héroes, podemos deducir que amplios sectores de aquel país reciben un mensaje que descodifican en clave agresiva y ajena, porque está pensado para la galería interna, buscando algún efecto político en la cueva. ¿Podría ser esto de otra manera? Me atrevo a pensar que sí.
Paul W. Drake ha demostrado que la sociedad y el establishment estadounidenses son muy sensibles al lenguaje. El autor consiguió acreditar que las organizaciones sociales chilenas que luchaban contra la dictadura de Pinochet fueron abandonando sus tradicionales señas de identidad revolucionaria para abrazar otras causas y un lenguaje que resultaba consonante con el de los estadounidenses, por ejemplo tomar el tema de los derechos humanos en vez de hablar de las causas sociales o, peor aún, ponerse algún apellido socialista. Esta adaptación daba buen resultado aunque fuesen las mismas personas. La razón es que el lenguaje y las causas que generaban resquemor eran modificados por otros que resultaban potables, incluso respetables (como luchar por los derechos de las minorías), para un amplio círculo de la sociedad estadounidense.
Siguiendo esta lógica, México podría modificar su discurso migratorio y llevarlo al terreno estricto de la economía, que es un tema sensible para ellos. La migración tiene muchas caras, pero es básicamente un fenómeno de mercados de trabajo complementarios (ellos necesitan mano de obra y a nosotros nos sobra).
El presidente Bush, por ejemplo, no ha dejado en esta gira latinoamericana de hablar del libre comercio y sus bondades. Aquí esa receta la hemos tenido durante cerca de 15 años con los resultados que conocemos.
Los bienes y los servicios circulan y los mercados se integran, pero el esquema está trunco pues falta uno de los componentes fundamentales para completar el proceso económico (los trabajadores). El discurso de los mercados de trabajo y la competitividad tiene mejor audiencia que el discurso político nacionalista.
Me queda claro que un cambio de lenguaje no produce por sí mismo un cambio repentino, pero sí puede generar distensión y un principio de cooperación y de esa manera agregar aliados a la causa.
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