CULTURA

«Con Sarkozy, Picasso no habría vivido en Francia»

«Cuando te conviertes en leyenda te pasas el día leyendo tu propia esquela en los periódicos», dice el creador del Magic Circus

El Correo, ARANTZA FURUNDARENA/BARCELONA, 11-03-2007

Dramaturgo, trompetista, bufón, actor… Y políglota capaz de conversar como un argentino, seducir como un francés y festejar como un irlandés, Jérôme Savary es el creador del Magic Circus, la mítica compañía teatral que patrocinó John Lennon y en la que actuó de adolescente David Bowie. El pasado 5 de febrero fue condecorado con la Gran Medalla de la ciudad de París y actualmente dirige la Opera Cómica de esa ciudad. Pero su cargo tiene los días contados, porque la ley francesa le obligará a jubilarse en julio, tras cumplir 65 años.

Ante semejante amenaza, Savary ha decidido darle la vuelta al asunto y sacar de la chistera, o de ese sombrero de gángster que a él tanto le gusta llevar, ‘La revista negra’, un musical en homenaje a Josephine Baker en el que se mezcla la historia del ‘jazz’ y de la esclavitud con las devastadoras consecuencias del huracán Katrina en Nueva Orleans. La obra, que tras representarse con éxito en Barcelona acaba de recalar de nuevo en París, llegará Bilbao durante la Aste Nagusia.

– ¿Le duele tener que dejar la Opera Cómica?

– Qué va. De allí nos iremos a representar ‘La revista negra’ al Casino de París, que es monumento histórico y tiene un gran aforo. Voy a ganar tres veces más plata, voy a ser libre y no voy a tener que discutir con los políticos.

– ¿Le han dado muchos disgustos?

– Para mí hay dos categorías de políticos: los que vienen a ver mis espectáculos, que ya sólo por eso me son simpáticos sean de derechas o de izquierdas, y los ministros de Cultura con los que me peleo mucho, porque siempre hacen la política del amiguito. Pero es igual, a partir del año próximo planeo radicar mi compañía en un convento de Béziers, dentro del cual se construyó hace quince años un teatro. Quiero hacer allí una residencia, una fábrica de teatro. Se han invertido 4 millones de euros para transformar las celdas de los monjes en apartamentos para los actores. Y pensamos poner debajo un restaurante gastronómico. El centro se llamará La Caja de Sueños.

– En honor a la verdad, usted no se va de la Opera Cómica por gusto.

– Me voy porque el 27 de junio cumplo 65 años y según la ley francesa debo jubilarme, lo cual es absurdo. Es como haberle dicho a Picasso que dejara de pintar a los 65. Es una ley que hizo De Gaulle para echar a un señor que él mismo nombró a dedo. El profesor Montaigne, el descubridor del virus del sida, a los 65 años fue a su laboratorio para trabajar como todos los días y le habían cambiado la cerradura… La Opera Cómica era un teatro dormido en París, estaba casi cerrado, lo convirtieron en teatro nacional porque yo lo llené, traje un millón y medio de espectadores en siete años. Pero sin esa ley yo no habría vuelto a las giras. Y, sinceramente, estoy contento, porque la vida del artista es así. En cierto modo, esta es una tercera parte de mi vida artística que va a asemejarse más a la primera: más aventuras, más viajes…

– Carretera y manta.

– Sí, pero me he vuelto un poco alérgico a los hoteles. Cuando tienes pesadillas te despiertas por la noche y el armario está siempre en otro lado y te das un golpe. Por lo demas, es agradable volver a viajar. Además, pienso pasarme varios meses al año en mi casa de Perpignan, que es divina y puedo caminar por ella con los ojos cerrados.

– Uno de sus actores ha muerto en Barcelona, en pleno escenario. ¿Quiere hablar de ello?

– Claro. Cómo no recordar al gran Jimmy Justice. Cuando lo encontré yo buscaba tan sólo un ‘jazzman’, pero al verlo así, tan enorme y con esa pinta de Michel Simon en americano, hice un papel especial para él. Estoy triste por la desaparición de Jimmy, pero murió de forma tan feliz, no se dio cuenta de nada. Estaba tocando el piano y se cayó. Tuvo un ataque fulminante. Quizá una ruptura de aneurisma. Él confesaba 75 años, pero creo que tenía más de 80. Yo digo con mucha ternura que ha sido el único artista que conozco que tocó el piano en su propio funeral. El espíritu de Jimmy está en la compañía, en esa fuerza, alegría y convicción. Y, como él mismo habría dicho: ‘The show must go on’ (el espectáculo debe continuar).

– ¿Le gustaría morir así?

– Por supuesto. Me gustaría morir de dos formas: en los brazos de una chica que ame mucho o tocando la trompeta, es decir, actuando, como Molière. Es la mejor muerte posible para un artista. Pero espero que me quede mucho, porque tengo una hija de cinco años que tendrá que ir a la universidad.

El jazz de Baker

– ¿Qué le atrae de Josephine Baker?

– No es sólo ella, es ‘La revista negra’, la compañía que llegó a París en 1925. Era la primera vez que venía una orquesta de verdad de jazz y fue una revolución. Llegó esa chica, bailando desnuda, con 17 años, en esa Francia colonial, que aún hacía exposiciones en las que se mostraban tribus de negros en el zoológico, como si fueran monos. Y morían de tuberculosis. Más de un millón de parisinos acudieron a verlos. Baker en el escenario hacía el payaso, hacía el mono también, pero de una manera distinta, porque ella era una mujer libre. Trajo la dignidad del negro americano, dignificado por el jazz. Josephine Baker es la abuela de Michael Jackson y de James Brown.

– ¿Cómo se le ocurrió mezclar todo eso con el Katrina?

– Fui a Nueva Orleans en busca de músicos. Y me encontré las terribles consecuencias del huracán. Las imágenes que aparecen en la obra las filmé yo, con un amigo. Son kilómetros de destrucción. Es un espectáculo muy mío, porque hice el decorado, filmé las imágenes, escribí el texto, dibujé la coreografía y elegí cada nota de música.

– Y encontró a Nicolle Rochelle, la nueva Josephine Baker.

– Todas las chicas del coro podrían ser también Josephine. Pero Nicolle tiene una cosa añadida: su ingenuidad adolescente. Es muy ingenua y, a la vez, una enorme profesional. Empezó a los cuatro años, en el show de Bill Cosby. Yo quería ese lado adolescente, porque Baker, que por cierto también murió en el escenario a los 74 años, cuando llegó a París era muy fresca, payasa e insolente.

– ¿Quedan artistas así?

– Ahora curiosamente encuentras a muchos artistas ingenuos, pero en el peor sentido: incapaces de cantar y de bailar. Lo difícil es encontrar ingenuidad mezclada con técnica; porque generalmete los que la tienen muy dominada van de estrellas.

– París es más negro ahora…

– Francia sigue siendo un país colonialista. París es una ciudad negra, con más de un millón de africanos. Y a mí me parece una suerte. Yo estoy totalmente en contra de esas leyes que quiere imponer Sarkozy para impedir la entrada a los inmigrantes. Si eso se hubiera aplicado a principios del pasado siglo, Picasso nunca habría vivido en Francia. Y, mira, dejó miles de millones de euros en cuadros al Estado francés. Yo mismo soy extranjero, tengo sangre irlandesa y he nacido en Argentina, pero me siento un ‘parisien’ total. El auténtico ‘parisien’ es alguien que viene de fuera, que se enamora de París y que le da todo a esa ciudad.

– ¿Tiene nostalgia del Magic Circus?

– No, no. Sigo reuniéndome con los amigos de entonces y nos reímos mucho. Cuando empiezas a convertirte en leyenda te pasas el día leyendo tu necrológica en los periódicos. Quiero decir que, en la última época del Magic Circus, los periodistas me entrevistaban y al día siguiente veía esos artículos en los que las tres cuartas partes las ocupaba un recordatorio de los viejos tiempos de la compañía y, al final, sólo cuatro líneas sobre el espectáculo nuevo. A mí eso me parecía una esquela y decidí hacer algo distinto.

– Por cierto, Bowie trabajó en su Magic Circus.

– Trabajar es mucho decir. Estuvo en la compañía dos o tres meses. Era un loco total. Entonces no se llamaba David Bowie, sino David Parker Jones. Tenía 17 años, bailaba desnudo y puedo decir que estaba muy bien dotado. Era bello como un ángel y con una voz masculina increíble. Enseguida se veía que iba a ser una gran estrella. Dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos que todos los hombres nacen iguales. Falso. Algunos nacen más ricos y otros más bellos.

– ¿Dónde estaba usted en mayo del 68?

– Estaba en contra de esa revolución. Todos los intelectuales me parecían estúpidos. Como aquellos actores que fueron a Avignon a gritar que Vilar, Béjart y Salazar eran igual de ‘cabritos’. No soporto los procesos stalinistas ni a los integristas, así que me fui a Londres. Y ahí encontré a Bowie. Y fue cuando John Lennon me dio dinero para el Magic Circus… Debería haber guardado el cheque. Ahora valdría una fortuna.

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