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El día de una mujer

Llevar a las niñas al colegio, ir al trabajo, hacer la compra... Elegimos el 8 de marzo para seguir la rutina de una mujer que «roba horas al sueño» para compatibilizar la vida laboral con la familiar

Diario Vasco, ANE URDANGARIN/, 09-03-2007

SAN SEBASTIÁN. DV. Son las ocho de la mañana y Patricia Ponce sale de casa. Ya no volverá hasta la tarde. Va a llevar a sus hijas gemelas, de 11 años, al colegio. Así comienza la rutina diaria de esta madre trabajadora, una de tantas guipuzcoanas que compagina la vida laboral con la familiar exprimiendo minutos al día «y robándole horas al sueño». Vamos a pasar la jornada con ella, un 8 de marzo que casualmente resulta atípico: Patricia dirige desde hace una década Haurralde Fundazioa, una oenegé de desarrollo y cooperación centrada en la mujer y la infancia que estos días celebra unas jornadas en el Kursaal.

Así que después de despedir a las niñas con un beso a las puertas del colegio, en vez de dirigirse a la sede de la fundación se encamina hacia el Palacio de Congresos. Antes de organizar las ponencias del día, se toma un café, sin dejar de leer papeles del trabajo, tomar notas y hablar por el móvil, y hace algún recado. Hoy toca comprar flores para, horas más tarde, regalárselas a las invitadas llegadas desde África. Habitualmente, trabaja de 8.30 a 17.30 horas. «No paro para comer. Me tomo algo rápido en la oficina y así puedo ir a recogerlas cuando salen del colegio. Es que si no lo hago de esta forma, las niñas no me ven ni yo a ellas, y hay que estar». En su caso, sacrifica el tiempo de la comida para compartir más tiempo con sus hijas.

Más tiempo

¿Cuesta mucho compatibilizar la faceta de madre y trabajadora? «Sí, me cuesta a mí y creo que a la mayoría de las mujeres. Te miras las uñas y los pelos de las piernas y dices ¿qué horror!, pero es que no da tiempo», bromea con ese acento de su Argentina natal que no ha perdido a pesar de que lleva once años viviendo en San Sebastián. Mientras repasa unos papeles, Patricia habla de otra faceta «personal, que es la de encontrar un tiempo para estar con la pareja, porque eso también hay que cuidarlo».

Hablando de pareja, es imposible no mencionar la corresponsabilidad, esa palabra que tanto se emplea en un día como hoy. Patricia cuenta que, en ese aspecto, es una afortunada. «Me ayuda muchísimo y compartimos las tareas». Porque como les sucede a muchas mujeres, cuando regresa a casa después de finalizar la jornada laboral, empieza otra. «Supongo que les pasa a otras personas: yo no llego, me quito los zapatos y me tumbo en el sofá. Siempre hay algo que hacer. Preparar la cena, ayudar a las niñas con las tareas, asegurase de que se bañen, poner la lavadora… En casa, dividimos las tareas entre mi pareja y yo».

Son las 9.30 horas y comienza la primera ponencia del seminario. Una sargento de los Mossos de Esquadra habla sobre el protocolo de actuación para prevenir la mutilación genital femenina. Para cuando acaba la charla, Patricia ya ha salido del Kursaal. Le acompañamos a Miramón. Una vez al mes participa en una tertulia de un programa matinal de Radio Euskadi. Y hoy toca.

Por el camino, habla de la importancia de tener una red de ayuda, especialmente cuando los hijos son pequeños. «Mis padres no están aquí y mi suegra justo ahora está con un esguince en el pie – cuenta – . Al final, lo tienes que hacer contratando a gente o construyendo una red de amigas excelentes, como las que tengo yo y que están dispuestas a echarte una mano». Como esta tarde. Aunque procura recoger a las niñas cuando acaban las clases, hoy tiene que atender a los asistentes al congreso y trasladarse a Zumaia para presentar, a las 19.30 horas, un documental. «Tengo una amigas chapeau a las que recurro cuando en casa no llegamos».

Por eso, lamenta tener algo descuidada «la faceta de las amistades». Patricia dice no sentirse discriminada, pero reconoce que a veces siente «que no llego, porque tenemos que cumplir muchos roles durante el día. Eres madre, trabajadora, amiga… y cuando te llaman para tomar un café a veces ni puedes, y otras veces quedas pero realmente estás pensando en que tienes que comprar fruta para la merienda de las niñas o preparar tal informe del trabajo». Patricia también echa de menos tener más tiempo para poder hacer cosas tan sencillas como escribir una carta, «como las de antes», a sus padres.

En la radio, habla sobre «nosotras, las mujeres inmigrantes». De vuelta al Kursaal, charlamos de las tareas domésticas. Patricia y su pareja asumen este trabajo, y no tienen a nadie contratado. Tuvo una mujer, hace tiempo. «Pero el servicio doméstico cuesta 10 euros la hora. Yo no me quejo, pero en una oenegé no se gana mucho y la hipoteca se lleva buena parte de los ingresos. Creo que en muchas familias pasa lo mismo, así que igual tienes ayuda puntual para que te limpien los cristales, pero en el día a día, no».

Son las 13.30 horas, finalizan las ponencias y se celebra un acto precisamente con motivo del Día de la Mujer. Lo presenta la actriz Aitzpea Goenaga, colaboradora de Haurralde. Se reparten las flores que ha comprado antes. Hay un lunch y suena música africana. La mayoría de las ponentes llegadas del continente africano tienen hijos. ¿Cómo lo harán? «Nosotras tenemos mucha ayuda técnicas, como un lavavajillas o internet. Ellas tienen otros espacios, una red familiar muy amplia que hace que puedan dejar a sus hijos al cuidado de la vecina o de la señora de enfrente. Yo no soy la que más viajo de Haurralde, sino otra compañera soltera, porque marchame 20 días de casa supone muchísimo trabajo y prácticamente tienes que dejar los tupper con comida hechos. En África tienen mujeres que están en disposición de ayudarles y a las que no tienen que pagar. Eso sí, descuelgan el teléfono y quizás no funciona».

Aceleradas

Son vidas distintas. «No sabría decir cuál es mejor. Pero sí que el ritmo de vida que estamos viviendo las mujeres en los países occidentales es un poco fuerte, porque no tienes tiempo ni para ti misma. El sábado y el domingo tienes que estar con los niños: tienen una actividad deportiva, hay que acompañarles, hacer vida familiar y salir a la calle».

Patricia habla del acelerado ritmo de vida. Y lo ejemplifica. Colgada del móvil, coordina el viaje de vuelta de algunos ponentes, organiza detalles de un acto que se celebrará el sábado en Zumarraga mientras acompaña a varias mujeres a que compren unos souvenirs por la Parte Vieja, y se monta en un coche que se dirige a Zumaia. «Hoy no recojo a las niñas, pero no es lo habitual». También es excepcional que, cuando regrese, ya muy tarde, no haya cena familiar en casa, un «momento sagrado» que suelen respetar escrupulosamente en la rutina diaria. Suele ser hacia las 20.30 horas. Todos se sientan a la mesa y charlan. «Hablamos de cómo nos ha ido el día, qué hemos hecho, les preguntamos a las niñas sobre el colegio, los entrenamientos de baloncesto… Ese momento también hay que organizarlo. Estamos juntos y para mí es muy importante para que se mantenga el núcleo familiar».

Hoy se pasa directamente a la sobremesa. Acuesta a las niñas y ya no hay fuerzas, ni ganas, para ponerse a estudiar. «No hay que olvidar que muchas mujeres que estamos laboralmente insertadas no podemos dejar de prepararnos. Algunas tienen que ir a clases de inglés, otras tienen que hacer otra cosa…». Ella ha cursado dos master online en cooperación y derechos humano en los últimos años. «Y no soy la única que lo hago». Por las noches, dedica una hora – «no todos los días» – al estudio.

Se acabó el día de la mujer. ¿Algo que comentar sobre las Leyes de Igualdad? «Yo les diría a nuestras parlamentarias y a los cargos políticos que tienen que darse cuenta de que hacen falta más guarderías públicas, más ayudas, porque quizá haya mujeres como yo que queremos tener más hijos pero no hay una estructura que nos permita ni nos anime a dar ese paso».

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