BARTOLOMÉ JIMÉNEZ, PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN GITANA GAO LACHO DROM

«Los violentos de la casa de Ali deben irse de Vitoria para evitar una desgracia»

«Los gitanos arreglaremos a nuestra manera el destierro de esta gente. Aquí que no se meta nadie»

El Correo, , 07-03-2007

IOSU CUETO i.cueto@diario-elcorreo.com/VITORIA

La comunidad gitana está en pie de guerra después de que el eterno ‘patriarca’, líder e icono del colectivo en Álava, Bartolomé Jiménez, de 62 años, fuera amenazado el lunes con una pistola en la sede de la asociación que preside, Gao Lacho Drom. Una mano milagrosa desvió el disparo, pero el suceso tuvo una respuesta inmediata. Decenas de gitanos indignados se dirigieron a la conflictiva casa del número 68 de la Avenida de los Huetos, donde residen las personas que discutieron con Jiménez. En el enfrentamiento volaron cazuelas lanzadas desde las ventanas, una persona resultó herida y un joven fue detenido. «Esto es gravísimo», clama Bartolomé Jiménez, que exige «el destierro» de quienes le amenazaron e intimidaron.

-Usted vivió el lunes en primera persona un enfrentamiento sin precedentes en la comunidad gitana de Vitoria. Muchas personas están ansiosas por conocer su versión de los hechos…

-Lo que pasó fue muy grave. Vino un grupo de cinco o seis personas que viven en la Avenida de los Huetos a la oficina de la asociación y yo les recibí. Luego las cosas se complicaron.

-¿Cuál fue el detonante de la discusión?

-Ellos defendían a un chaval que estaba preso, pero que salía a la calle de día. Una vez le pegó un sopapo a un monitor de la asociación Gao Lacho Drom y hablamos con el director de la cárcel de Nanclares. Le han mandado a una prisión de Asturias y ahora sus familiares nos echan la culpa, como si nosotros fuéramos los que controlamos las cárceles de este país. Y se montó el lío en mi despacho.

-Hasta tal punto que alguien desenfundó una pistola…

-No lo voy a negar. La cosa fue como la contaron ustedes en el periódico. La reunión llegó a un punto en el que yo dije: ‘venga, todo el mundo fuera de la oficina porque aquí no hay nada que hacer’. No podíamos entendernos. Entonces un señor de ese grupo de la casa de Los Huetos echó mano al bolso y sacó el arma. Alguien le apartó el cañón y el tiro pegó en el techo.

-¿Y qué hizo usted? ¿Se asustó?

-En ese momento no, no lo recuerdo. Sólo sé que cogí un palo enorme que tengo en el despacho para defenderme, pero no pegué a nadie. No puedo permitir que vengan aquí y me peguen un tiro sin ninguna justificación.

-Luego, decenas de gitanos fueron a la casa cercana a Ali, donde residen quienes le intimidaron. ¿Ustedes les avisaron? ¿Fue una especie de ajuste de cuentas?

-No, no. Cuando ellos se fueron de las oficinas mi gente reaccionó. Ni siquiera sé cómo se enteró todo el barrio, pero corrió la voz de que habían intentado matarme. La gente estaba indignada, era un descontrol. Y se fueron a la casa de ellos, que es donde se montó otro lío porque nos tiraban cosas desde las ventanas. Pero quiero aclarar que nosotros no teníamos armas ni nos peleamos con nadie. La gente manifestó su indignación acudiendo a ese edificio de la Avenida de Los Huetos y la Policía intervino. No llegamos a pegarnos ni nada, como se ha dicho por ahí, porque estaba la Ertzaintza en medio. Punto, no hay más.

«Tienen tres días»

-¿Qué le dicen sus familiares y amigos?

-Que hasta aquí hemos llegado. Esas cinco personas de Ali son violentas y se tienen que ir de Vitoria en tres días. Todos dicen que deben ser desterrados. Estamos negociando con ellos. Yo no estoy solo, tengo el apoyo y el compromiso de mi gente.

-Apelan a la ley gitana, apuestan por el destierro…

-Claro, yo no les voy a denunciar. Nosotros resolvemos las cosas a nuestra manera, aquí que no se meta nadie. Los gitanos somos personas de palabra.

-Eso suena mal. ¿No existe alguna manera de reconducir la situación?

-No hay perdón de Dios. Mi gente no va a permitir lo que me han hecho. Yo soy una persona que habla con todo el mundo y que siempre he defendido la convivencia. No hay derecho a que me saquen una pistola para intentar pegarme un tiro en mi despacho.

-¿Y si no se marchan de la ciudad?

-Si no se van puede pasar cualquier cosa, una desgracia. Pero se van a largar y ojalá no pase nada. La gente está muy caliente.

-¿Hay algún culpable?

-María, la matriarca de esa familia. Se ha convertido en la jefa y es el veneno. Es el diablo en persona.

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