Los descendientes de exiliados sufren el trato de inmigrantes

El Periodico, X. B., 04-03-2007

Su padre era natural de Molins de Rei. Ella cagava el tió cada Navidad, cantaba las típicas canciones infantiles catalanas y comía pa amb tomàquet. A Ysabel Martí, sin embargo, no le vendieron un teléfono en Catalunya porque era “inmigrante”. Su acento delató que era venezolana. Pese a las facilidades y las ayudas que dispensa la administración, los retornados, especialmente los hijos de los que un día se fueron, no se ahorran el shock que supone irse a vivir a otro país.
“No me ha ido bien”, afirma Ysabel Martí. Y no solo por algunos casos, graves, de discriminación como el del teléfono o por alguna salida de tono sufrida como cuando le espetaron que “sin saber catalán” no merecía llamarse Martí. Ella, psicopedagoga, se refiere también al aspecto laboral. Allá, en Valencia, la capital del estado de Carabobo, a 150 kilómetros al oeste de la capital, Caracas, trabajaba en una escuela y, además, tenía una consulta propia. Daba conferencias. Era una profesional en alza.
En Barcelona, hace poco que ha empezado a trabajar en una agencia de viajes, propiedad de un venezolano, tras probar otros empleos, como la de comercial y la de dependienta en una tienda de velas.

CLASE MEDIA VENEZOLANA
Ysabel Martí, casada y con tres hijos, formaba parte de la ya casi extinta clase media venezolana. Ella, como tantos otros, han huído de un país y de un régimen, el de Hugo Chávez: “No quería que mis hijos crecieran en ese ambiente – – afirma – – , la gente tiene miedo a hablar”. Es por ello que, pese a los tiempos duros pasados desde que llegó en febrero del 2006, no se arrepiente de haber partido.
Es más, la decisión fue premeditada. En el 2003 se hizo con la nacionalidad española que le correspondía como hija de español. Hace un año llegó sola a Catalunya. En octubre llegaron sus hijos y en diciembre su marido. De la oficina del plan de ayuda al retorno (OPAR) solo tiene palabras de agradecimiento.

MERCADO NEGRO
Sin posibilidad de cambiar legalmente divisas en Venezuela – – para ello requería de un permiso – – aterrizó en Barcelona con los euros que pudo conseguir en el abusivo mercado negro. La OPAR le ha devuelto el 75% de su billete y del de su marido y el 100% del de sus tres hijos. Además, le facilitó una ayuda de urgencia de 800 euros. También los gastos de los trámites en curso para homologar su título universitario corren a cuenta de la OPAR. Sin embargo, ella lo que más agradece es el apoyo que ha recibido por parte de los miembros de la oficina.
Ysabel tuerce el gesto cuando habla de su país: "Para mí es muy duro. He visto como se desintegraba mi círculo de amistades. Nos llamaban oligarcas …Ahora, todos mis amigos han partido, unos a Australia, otros a EEUU… ". Su padre se fue de España en 1952 huyendo del franquismo, ella, ahora, del chavismo.
“Para mí, de pequeña, Catalunya lo era todo” explica Ysabel, quien lamenta que la prematura muerte de su padre le impidiera hablar catalán, aunque lo entiende todo. Ahora porfía por traerse a su madre, y ve su futuro entre Barcelona y su Valencia, cuando el régimen político sea otro, porque a pesar “de todo el sacrificio” ella “no podría coexistir con todo aquello”.

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