Según la Casa del Migrante, con sede en Quito, un estudio realizado en la ciudad sobre los niños que tienen uno o dos padres fuera del país refleja que el número de casos asciende a aproximadamente 26 000.

Clementina Barros, de 72 años, vive esta situación. “Mi hija se fue a Italia hace cuatro años, pero ya era separada del marido, entonces yo me quedé con la guagua que ahora tiene 9 años”.

De los menores de edad que viven en esta condición, según las estadísticas proporcionadas, más del 41 por ciento convive con sus abuelitos o abuelitas.

En el país, cada vez son más los casos que por migración cambian la estructura y comportamiento de las familias.
“Los abuelos tienen un papel importante, pero son estas situaciones las que modifican su accionar, a veces los
convierten en jefes de hogar”, explica Ermel Mendoza, representante de la organización.

Los abuelitos tienen que asumir de nuevo añade Mendoza un rol que ya estaba superado.

Desde el punto de vista médico, cuando los adultos mayores asumen una tarea como esta pueden existir dos efectos.

El positivo es que se sienten responsables y esto les da un motivo más para vivir; y el negativo, según lo explica el geriatra Patricio Buendía, es que se pueden suscitar situaciones de abuso.

“A veces, cuando los nietos son grandes, se hacen responsables del dinero y pueden chantajear a sus abuelos y maltratarlos por esta vía. Si no me das permiso no te doy parte de la remesa, es una de las frases”, afirma el especialista.