Un inmigrante atípico
El vallista de origen ecuatoriano Jackson Quiñónez es una de las estrellas
La Razón, , 02-03-2007MADRID – Jackson Quiñónez (Esmeraldas, Ecuador, 12 – 6 – 1980), una de las
estrellas de la selección española que hoy debuta en los Campeonatos de
Europa en pista cubierta de Birmingham, es un inmigrante y un vallista
atípico. «Cuando llegué a España no lo hice por dinero. Me vine para
progresar deportivamente porque en mi país de origen casi todas las
inversiones en atletismo se dedican a la marcha», asegura. Con una madre
profesora y un padre ingeniero agrónomo, Jackson era un privilegiado y
primero apostó por el baloncesto. «Como era alto y negro – mide 1,90 y pesa
91 kilos – , a diferencia de la mayoría de ecuatorianos, que son indios y
chaparritos, probé con el basket», comenta. Fue internacional con las
categorías inferiores, pero pronto decidió abandonar y con 20 años recaló
en España (vive en Lérida) gracias a una beca de la Fundación Solidaridad
Olímpica.
Su enorme potencial atlético le llevó a probar con el
salto de altura. Logró una marca de 2,20, notable para competir en España,
aunque insuficiente para ser alguien en el concierto internacional. En
2001 empezó a probar con las vallas y ha evolucionado hasta hoy, cuando
puede dar la primera medalla al que siente desde hace tiempo como su país.
«Ahora me considero un buen competidor. He conseguido modificar una salida
que tenía demasiado explosiva. Salía tan lanzado que siempre derribaba las
tres primeras vallas y acababa reventado», dice. Adiestrado por Ascensión
López y en las filas del Fútbol Club Barcelona, aunque nunca esconde su
ma – dridismo militante, es una de las bazas más firmes de un equipo que no
termina de afrontar un periodo de renovación.
La selección
española en Birmingham está formada por 36 atletas, con una paridad
absoluta (18/18). Sólo en tres ocasiones (Valencia, Viena y Madrid) ha
habido un grupo más numeroso. En un año preolímpico y en el que la cita
señalada en rojo será el Mundial de Osaka (24 de agosto al 3 de
septiembre), José María Odriozola, el presidente de la Federación, ya ha
pronosticado seis medallas y 15 finalistas. Quiñónez está entre esa media
docena. «Me gusta que me metan en ese grupo, pero para coger chapa
tendré que igualar o mejorar mi récord de España (7.56), porque están los
rusos, un ucranio, los alemanes, los británicos… Es un sueño estar con
la selección y lo sería todavía más si vuelvo con una medalla», afirma.
El resto de opciones pertenece a los clásicos. Sin la presencia de
africanos, fondistas y mediofondistas reclaman todo el protagonismo. En el
1.500 se sueña justificadamente con el triplete y en los 3.000, las qui –
nielas más optimistas confían en otro par de metales.
A la
eterna Marta Domínguez, que no había preparado la temporada en pista
cubierta, pero que acude a Inglaterra gracias a su gran marca hace dos
semanas en Valencia, se suma Ruth Beitia. La cántabra llega presumiendo de
récord de España (2,01). Su progresión y la ausencia de la gran dominadora
del concurso en los últimos años (la sueca Berqvist) ofrecen una opción de
medalla casi inédita en el incierto panorama del atletismo español.
(Puede haber caducado)