Carmen Julia Cortés, invetigadora y socióloga

"El fenómeno de la inmigración invita a las mujeres a entrar en la prostitución"

Diario de noticias de Alava, , 27-02-2007

“El fenómeno de la inmigración invita a las mujeres a entrar en la prostitución”

Carmen Julia Cortés, en su despacho de San Sebastián.Foto: iban aguinaga


jaione sanz

vitoria.Las colombianas copan la lista de prostitutas inmigrantes. ¿Llegan con la decisión tomada?

Se podría decir que hay un caldo de cultivo en Colombia y aquí. En su país, el porcentaje de prostitutas es muy elevado. En algunas zonas, hay prostitución desde los nueve años, aunque no se concibe como trabajo. De hecho, ninguna de las mujeres con las que he hablado habían tenido experiencias de ese tipo. Más bien, al llegar a España, es como si el fenómeno migratorio les invitara a entrar en ese escenario. Es muy fácil para ellas comprar el periódico y, así, adentrarse en ese mundo.

¿La precariedad económica les empuja a adoptar esta decisión?

En Colombia el 30% de los hogares está comandado por mujeres, un porcentaje que va en aumento. Ellas intentan dar una respuesta a sus necesidades, pero el trabajo no les saca de la pobreza. Y entonces surge la inmigración como movilizador. Y después, la prostitución. Pese al juicio moral, el dinero les permite resolver la situación y crea una relación de poder en el que ellas tienen una posición central. Pero el dinero no es la única motivación.

Entonces, ¿qué tipo de compromiso explica que, a largo plazo, sigan trabajando como prostitutas?

Aunque salgan del país con deudas económicas, lo importante es que inician el proceso migratorio con una deuda moral como madres, como hijas… Se preguntan cuál es su responsabilidad y cómo pueden sacar adelante a la familia. Es una responsabilidad que no terminan de comprender en Colombia, sino aquí. Y esa deuda da forma a su elección. La prostitución se convierte en un sacrificio sexual, pero también cultural y jurídico.

¿Pueden llegar a acostumbrarse, a dejar de sentirlo como un martirio?

Sí. La prostitución tiene fases. Al principio tienen que acostumbrarse, pero al final puede acabar gustándoles, porque se sienten reconocidas. Algunas chicas me comentaban de forma positiva: “Llegan unos tíos muy guapos y nos pagan”. Eso es una condición que les estimula, que les hace continuar.

Sin embargo, las estadísticas revelan que los malos tratos son frecuentes en la prostitución. ¿Asumen la violencia de género?

Es posible que existan malos tratos, pero hay un sacrificio de su cuerpo, sexual. Y esa renuncia forma parte del juego. El primer día es traumática para todas. A algunas se les hace el ritual de pasar la noche con diez hombres. Pero lo soportan porque es lo que les toca hacer. No lo viven como violencia sexual, sino como parte de su proceso. “Vine a trabajar en lo que pueda, para mis hijos…”, piensan ellas.

¿Cuentan a sus familias que el dinero procede de la prostitución?

En algunos casos no, aunque las familias pueden sospecharlo, sobre todo si las visitan aquí y ven que una mujer inmigrante con otro trabajo no gana tanto. En otros casos, son cómplices. No obstante, me he encontrado a muchas mujeres que dicen que se morirían si sus hijos lo supieran y que en ese caso saldrían inmediatamente de la prostitución. No obstante, al final el estigma que las envuelve, ese desprecio al que se someten, es lo que les hace iniciar el proceso de abandono.

Como mujer y colombiana, ¿qué siente ante esta situación?

Ha sido una investigación muy dolorosa. Siento que es muy poco lo que se hace. Es un problema en el que todos estamos implicados, aunque sólo sea con el juicio moral, pero acabamos mostrándonos indiferentes. Hay que debatir más.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)