"Prensa Libre". GUATEMALA. "Ruta de migrantes, aumenta el peligro"

“A morir o a vivir” es la frase que llevan en mente aquellos que van en busca del llamado sueño americano.

Prensa Latinoamericana, 18-02-2007

Por: Mynor de León, Conié Reynoso

Si antes el peligro de subirse al tren para cruzar la frontera hacia México —y de ahí a Estados Unidos— era caer y ser mutilado entre los rieles, ahora el mayor riesgo es que en el camino se suban hombres armados, con pasamontañas, que trafican con personas y abusan de las mujeres.

La voz de alerta se ha corrido entre los migrantes dispersos en territorio mexicano, pero los que se han quedado sin dinero no tienen otra opción más que arriesgarse. “Venimos a morir o a vivir; no nos queda otra.

Tenemos que intentarlo o nos morimos de hambre en Guatemala”, dice Alexander Chuc, un guatemalteco de 25 años que llegó hace tres días a Arriaga, un pueblo a 265 kilómetros de Tapachula, Chiapas.

Chuc se unió a otros tres guatemaltecos y cuatro hondureños para continuar su recorrido a Ixtepec, Oaxaca, en donde proseguirán el viaje hasta la frontera con Estados Unidos.

Es viernes por la tarde; el intenso sol y el hambre comienzan a desesperar a los muchachos.

Todos se han quedado sin dinero, porque en el camino se lo han robado todo, menos las energías para continuar. “No he comido, pero voy contento. No llevo dinero, porque los policías me lo quitaron, pero sé que voy a llegar”, dice Chuc.

Este joven salió de San Antonio Suchitepéquez con Q2 mil, producto de un préstamo, y con el sueño de llegar a la tierra prometida. “Quiero que mis hijos sean profesionales, que no tengan que pasar penas como yo”, comenta, mientras descansa sobre uno de los vagones que transportan cemento. “En mi tierra trabajé en un ingenio durante siete años; después, como herrero, pero el dinero no alcanza”, se lamenta.

El sueño de Chuc es llegar a EEUU, trabajar dos años y luego traer dos camiones a Guatemala. Uno para venderlo, y el otro para ponerse a trabajar en fletes.

Arriaga, punto de partida

El grupo crece cada vez más; se han sumado a él tres salvadoreños y una pareja de hondureños. La mujer tiene tres meses de embarazo. Todos están concentrados en las vías férreas. Ahí duermen, ya que el tren puede partir en cualquier momento.

En Arriaga coincide la mayoría de migrantes que utilizan el ferrocarril como medio de transporte para cruzar casi la mitad del territorio mexicano.

En este pueblo se puede observar a diario el arribo de centroamericanos, la mayoría, hombres de entre 17 y 30 años. También puede verse a mujeres con niños, pero éstos son llevados por coyotes o polleros, como les llaman a los traficantes de personas.

Los migrantes que viajan con coyote son escondidos en las casas de la periferia, a fin de evitar que sean detenidos por Migración, mientras sale el tren de carga.

“El tren no tiene hora de salida, ni siquiera los guardias de la empresa que custodia los vagones con carga pueden informar con certeza. Todo depende de la mercancía que haya que transportar”, comenta el sacerdote Heyman Vásquez, quien coordina la Casa del Migrante, en Arriaga.

Usado por los coyotes

Hace tres años, el ferrocarril era usado por los más pobres entre los pobres. Pero el aumento de controles migratorios ha hecho que también sea utilizado por los polleros para llevar a familias completas, pues por esta ruta les representa menos costos, cuenta Vásquez.

Cuánto más se tarda en llegar el tren, más gente llega a las cercanías de la vía férrea. Esta vez ya son unas 800 personas. Hace una semana se escuchó por última vez el silbido de la locomotora.

Cada migrante lleva una historia y un sueño, pero todos coinciden en la falta de oportunidades y el alto costo de la vida en sus países de origen. Lucas Castro, de Zacualpa, Quiché, comenta que es su tercer viaje a EEUU.

La primera vez vivió allá durante tres años hasta que fue deportado en noviembre recién pasado. En diciembre lo intentó de nuevo, pero fue capturado por la Patrulla Fronteriza en el desierto de Arizona.

Para llegar a Arriaga, abordó microbuses, llamados combi, pero antes de las estaciones de Migración se bajó y caminó dos horas para rodearlos. “Aquí todo es pagado. El piloto de la combi te cobra US$100 por decirte dónde te bajás y por dónde tenés que caminar para que la migra no te agarre”, comenta.

O se arriesgan o caminan

Como consecuencia de la tormenta Stan, los rieles se dañaron en Tapachula y el tren no sale más de esa ciudad, por lo que los migrantes tienen que transbordar en combis o caminar por toda la vía férrea.

A quien decide caminar desde Tapachula hasta Arriaga puede tomarle 10 días, con la amenaza de que sea asaltado por delincuentes que ya tienen vigilada la ruta.

“Ahí le salen a uno hombres armados con AK-47”, relata César Gaytán, un guatemalteco de 22 años que acaba de llegar a la vía del tren.

“Lo peor lo viven las mujeres, pues la mayoría de ellas son violadas”, relatan quienes han sido testigos de esos vejámenes.

En un lugar conocido como La Arrocera, paso obligado para quienes carecen de documentos, han reaparecido integrantes de la Mara Salvatrucha que asaltan y matan a los transeúntes, según consta en las denuncias de la Casa del Migrante, en Arriaga.

El domingo, a mediodía, mientras algunos connacionales buscan qué comer, se escucha a lo lejos el rugir de la locomotora. Poco a poco comienzan a aparecer quienes estaban escondidos.

El tren sale, y esta vez no hay redadas, por lo que a la mayoría le da tiempo de acomodarse sobre un vagón. El trayecto hasta la próxima estación (Ixtepec) dura 10 horas.

Cuarenta y cinco minutos después de que el ferrocarril inició la marcha, se detiene. Un grupo de polleros aprovecha para subir a unas 200 personas.

Conforme pasan las horas, aumenta la tensión, pues los traficantes de personas llevan armas y machetes. “El tren, sobre la marcha, es tierra de nadie”, cuenta Elvis Pérez al llegar a Ixtepec. “Los coyotes metieron a las mujeres en los vagones vacíos. Sólo se escucharon los gritos, pero nadie hizo nada”.

La historia se repite cada día, y los peligros son cada vez mayores; sin embargo, la desesperación y la pobreza en sus países hacen que a los migrantes nos les importe poner su vida y dignidad en juego, en busca de un futuro mejor.

Autoridades: Abusos en Guatemala

Claudia Albeño, de San Miguel, El Salvador, llegó a Tapachula sin un centavo. Durante el trayecto por Guatemala los agentes de Migración de El Florido, Chiquimula, les cobraron Q100 por ingresar en el país, a pesar de que el paso es libre. Añadió que en el camino no faltan patrullas de la Policía Nacional Civil que los detienen para exigirles dinero, a cambio de dejarlos ir.

Vejámenes: Las más vulnerables

Las mujeres son el grupo más vulnerable, pues no sólo se arriesgan a ser maltratadas y violadas por los mismos coyotes a los que les han pagado para que las lleven a EEUU. “Ya no quiero seguir, no quiero volver a vivir ese infierno”, expresa Wendy, una joven hondureña de 21 años, a quien violaron siete hombres que asaltaron al grupo con que ella viajaba.

Cifras: Más guatemaltecos

Desde el paso de la tormenta Stan, en octubre de 2005, ha crecido el número de guatemaltecos emigrados a Estados Unidos, según los registros de la Casa del Migrante, en Arriaga, Chiapas.

La mayoría es originaria de San Marcos, Quetzaltenango, Retalhuleu y Suchitepéquez. De 600 personas que se registran al mes, 20 por ciento es guatemalteco.

Deportados: Lo siguen intentando

A pesar del aumento de las redadas y deportaciones en EEUU y México, muchas personas insisten en cruzar la frontera. La mitad de migrantes que caminan por México ya ha sido deportada dos o tres veces.

“No importa cuántas veces tenga que intentarlo; no me voy a detener hasta que llegue al otro lado (EEUU)”, dice Enrique Solares, de Quetzaltenango.mynor de león

La Selección Centroamericana

Así se hacen llamar estos jóvenes migrantes procedentes de Guatemala, El Salvador y Honduras. Mientras esperan la salida del tren, duermen a la orilla de la vía férrea.

Por la noche deben hacer turno para dormir, ya que agentes de la Policía Sectorial o de Migración pueden llegar en cualquier momento y detenerlos para deportarlos. También deben cuidarse de ser asaltados por pandilleros que se infiltran entre los grupos que van rumbo a Estados Unidos.

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