Hacienda impide a los inmigrantes envíar más de 1.000 euros al mes a sus países de origen
las empresas de remesas deben exigir el dni , la tarjeta de residencia o el pasaporte
Diario de noticias de Gipuzkoa, 17-02-2007En el sector no ha sentado nada bien el carácter restrictivo de esta medida, que busca evitar el “blanqueo de capitales” En el sector no ha sentado nada bien el carácter restrictivo de esta medida, que busca evitar el “blanqueo de capitales”
Un grupo de inmigrantes hablan en las cabinas de un locutorio desde el que confirman con el país de origen la remesas de dinero enviadas.Foto: javier bergasa
jorge napal
donostia. El Estado se ha convertido en el mayor exportador de la UE en el envío de remesas de dinero procedentes de la inmigración, y no ha tardado en echar el freno para que los euros se queden en casa. El paso que acaba de dar el Ministerio de Hacienda con una nueva normativa que exige desde el lunes pasado a las casas de cambio de monedas y trasferencias con el exterior identificar mediante el DNI, la tarjeta de residencia o el pasaporte en vigor a todas las personas que realicen este tipo de operaciones no ha pasado desapercibido en Gipuzkoa.
El objetivo es “evitar operaciones de blanqueo de capitales”, según explica el Ministerio de Hacienda, aunque las fuentes consultadas por este periódico aseguran que la documentación para realizar estas operaciones siempre se ha solicitado y existe la impresión de que se trata de una medida de más hondo calado. “¿Acaso alguien pensaba que los giros se dan de cualquier manera? El banco de España nos hace auditorías constantemente y todo debe estar muy documentado. Desde aquí no se puede enviar ni un euro sin la pertinente autorización”, asegura Jorge González Baute, socio de la Agencia Intipuka de Donostia, una de las empresas que más transferencias lleva a cabo en Gipuzkoa.
En el sector no ha sentado nada bien el carácter restrictivo que incorpora la nueva ley al poner trabas a las operaciones de un mismo cliente cuando envía más de 3.000 euros por trimestre natural.
Esta modificación que incorpora la normativa “ha causado malestar e incomprensión”, según ha podido observar durante la semana Jorge González. “De hecho, ya han pasado por aquí más de cinco clientes que se proponían enviar unos 1.500 euros y han tenido que darse media vuelta porque ya habían mandado otros tantos hace un mes superando el nuevo límite que incorpora la ley”.
Por lo general, se suelen enviar giros que rara vez superan los 300 euros al mes, aunque cada vez son más frecuentes las partidas de dinero superiores para afrontar “créditos en los países de origen”.
Una vuelta por cualquier locutorio es suficiente para desmontar estereotipos sobre el perfil de clientes preferenciales. El más común en Gipuzkoa suele ser el ecuatoriano, pero seguido muy de cerca por el rumano. “Mucha gente no no lo llega a creer, pero nuestro cliente más pudiente es el rumano, que envía del orden de 1.500 a 2.000 euros todos los meses”, explican desde Intipuka.
En realidad, en Gipuzkoa existen dos Rumanías : Una bien conocida por todos, la que traslada chatarra en carros de compra y ofrece una imagen de mendicidad y de postguerra un tanto distorsionada. Pero junto a ella “existe otra Rumanía con mucha más presencia en Gipuzkoa, la de trabajadores callados, discretos, que pasan desapercibidos y poca gente repara en ellos”, recalca el socio fundador de este negocio.
Se trata de un colectivo cualificado que trabaja ligado a sectores de la industria y la construcción, principalmente en Goierri, de los que envían hasta 2.000 euros al mes. “Se han convertido en nuestro principal cliente”, detalla.
la ‘tarta’ de la inmigración Aunque en Gipuzkoa no existen estudios sobre las cantidades de dinero que envían cada año los inmigrantes a sus países, basta echar un vistazo a las estadísticas estatales para hacerse una idea de la tarta a la que cada vez más entidades bancarias quieren hincar el diente. Estas remesas batieron un récord entre enero y octubre de 2006, superando por primera vez los 5.000 millones de euros – 5.002 – , con un crecimiento del 34,7% frente al mismo periodo del año anterior, según los últimos datos publicados por el Banco de España.
El colombiano Sebastián Medina lleva seis años junto a su padre al frente del locutorio Interphono, en Pasai Antxo. “Es cierto que está saliendo muchísimo dinero a los países de origen. La mayor parte del que ingresa ahora mismo mi país es el que procede de las remesas de inmigrantes que viven en España. Por lo que se ve, esto ha empezado a preocupar a las autoridades españolas, que quieren controlar el sector”, sospecha.
En este contexto, los bancos han comenzado a lanzar sus ofertas, conscientes del colosal nicho de mercado que se está creando. Pero el colectivo se sigue decantando principalmente por el locutorio para realizar este tipo de transacciones. Y no es casualidad. “Los bancos cobran comisiones, piden muchos más datos y además tardan dos o tres días en hacer efectivo el pago, mientras que a través de las compañías que operan con nosotros se pueden llegar a hacer efectivo el pago prácticamente de inmediato”, detalla Medina.
Las agencias de envío de dinero han experimentado un crecimiento acelerado. Prácticamente no existían antes de 1990 y la mayoría se ha establecido después de 1997. Las empresas más grandes – como las transnacionales Western Union y MoneyGram, con las que trabaja el joven colombiano de Pasaia – disponen de miles de agentes y subagentes a lo largo de toda la geografía española y, junto a ellas, ha aparecido una pléyade de empresas – grandes, medianas y pequeñas – que ofrecen el servicio de transferir dinero, por lo general en el marco de otros negocios dirigidos a la población inmigrante, como locutorios.
“Las entidades bancarias no están consiguiendo desplazar a los locutorios”, asegura Jorge González mientras repasa una a una las baldas donde se acumulan las carpetas con la documentación requerida a sus clientes.
La experiencia que acumulan los locutorios de Donostialdea permite llegar a una conclusión clara: “Hace seis años ni un solo banco sabía cómo se hacía una remesa y ahora todos tienen sus ojos puestos”, dice González.
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