La deuda flotante

Diario Vasco, 12-02-2007

MANUEL ALCANTARA/

El buque Marine I quizá haya llegado al puerto de Nuadibú. No lo sé, pero así estaba previsto, tras el acuerdo alcanzado por las autoridades de España y Mauritania. A bordo de esa embarcación, que no es de recreo, viajan 370 emigrantes clandestinos. La Cruz Roja y la Media Luna Roja mantienen un dispositivo de emergencia para atender a los pasajeros que llevan a bordo cerca de dos meses. Desde que embarcaron no saben donde atracar, antes de ser atracados por los contratos de trabajo. Son originarios de Asia y de África y las repatriaciones resultan muy complicadas, ya que hay que trasladarles a porte sin pagar a sus difusas patrias. ¿Hemos olvidado que tenemos una deuda con ellos?

Sin los inmigrantes, dentro de muy pocos años nos será muy dificultoso pagar la Seguridad Social y nos será imposible adquirir algo en las tiendas llamadas Todo a 100. En esos comercios lo mismo se puede comprar por un euro una regadera que media docena de bragas, desde un taburete a un despertador. Y lo más curioso es que ambos suenan.

– ¿Sabes lo que me ha costado esta cesta tan bien hecha? – te pregunta alguien, orgulloso de su sabiduría inversora. La verdad es que yo no lo sé, pero sé en cambio lo que les han pagado a quienes la han hecho: un dólar por jornada de trabajo y dos tazas de arroz.

Tendríamos que darles facilidades a todos los que vienen dispuestos a partirse el lomo en tierra extraña, en vez de convertirles en náufragos a bordo, como los del Marine I, que encuentran en cada puerto un desamor. La miseria de algunas naciones hace posible el bienestar de otras.

Es cierto que sus antepasados no habían descubierto ni la rueda ni el embudo, mientras en otros sitios se hablaba del arco de medio punto y del endecasílabo, pero no está bien abusar.

No. No está bien.

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