"El Diario de Chihuahua". MÉXICO: "Distracción criminal"

Prensa Latinoamericana, 11-02-2007
  1. Los migrantes fueron el mejor pretexto que el gobierno de Estados Unidos encontró para desviar la atención de su pueblo acerca de los problemas todavía más graves que enfrenta ese país, tanto en el exterior, por ejemplo en Irak, como en el interior: el consumo de drogas entre sus habitantes.
    Resulta pueril, si no es que ridículo, que las autoridades estadounidenses hayan creado una imagen amenazante a los migrantes mexicanos y de otros países de Latinoamérica –poniéndolos al nivel de terroristas-, cuando históricamente los trabajadores migratorios han participado en la generación y fortalecimiento de economía de ese país, todavía considerado el más poderoso del mundo.

DE LA REDACCIÓN
EL DIARIO
Mil millones de dólares, u 11 mil millones de pesos (a 11 por uno), en muros y tecnología planea gastar el Departamento de Seguridad Interna para tratar de frenar la inmigración y el contrabando de drogas hacia su territorio. Si aplicaran ese dineral en atender los problemas de adicción que tienen en sus calles, sobre todo entre las minorías que son las más afectadas por esa problemática y las que menos atención reciben, la hecatombe que les representa el uso y abuso de las drogas entre su población disminuiría y, como consecuencia, se reduciría el inmenso mercado que demanda las drogas que, en su mayoría, llegan de otros países, incluido por supuesto México.

Los funcionarios del gobierno de los Estados Unidos se refueren constantemente a la corrupción en los funcionarios del gobierno federal mexicano –así como los de los estados y los municipios-, e insistentemente señalan ése como uno de los factores que permiten la existencia y el fortalecimiento de los cárteles de la droga, pero pocas veces o nunca dicen que esas mismas organizaciones están metidas también en lo más profundo de su sociedad, incluidas sus autoridades. ¿O qué las toneladas de estupefacientes que se consumen en Estados Unidos se transportan por si mismas desde las ciudades fronterizas hasta los consumidores de los más alejados rincones del territorio estadounidense?

Si bien es cierto que los norteamericanos tienen todo el derecho de impedir el paso de drogas a su territorio, deben diferenciar entre el flujo de trabajadores migrantes y el de quienes realizan actividades relacionadas con el tráfico de estupefacientes. A millas de distancia se puede distinguir a una columna de trabajadores, y también a un convoy de narcotraficantes. La diferencia es clara, pero para el Gobierno de Estados Unidos ambos grupos de personas son la misma cosa: una amenaza, tan peligrosa como las actividades de terrorismo internacional.

En esas condiciones, ¿puede esperarse una postura equilibrada por parte de las autoridades de aquel país en el tratamiento de un problema que –al menos en el rubro de la migración- no es del todo policiaco?

A lo mejor a los norteamericanos les resulta menos peligroso hacerle al Sherif con los migrantes, que hasta la fecha no han demostrado agresividad alguna en contra de las personas o las instituciones estadunidenses, que enfrentar a los integrantes de las bandas de narcotraficantes y mafias dedicadas al lavado de dinero proveniente de actividades ilícitas. Afavor de los migrantes les podemos decir que estos, en su gran mayoría, se han destacado en los campos laboral, social y hasta cultural, y no obstante lo anterior, cada día son más comunes los abusos que se comenten en su contra por el sólo hecho de que entraron sin documentos a territorio estadounidense, los golpean, los vejan, y hasta llegan a matarlos, como ocurrió el pasado miércoles en Arizona, donde un comando armado atacó a una camioneta llena de inmigrantes indocumentados, hiriendo a por lo menos dos de ellos, y matando a otros tres, entre ellos una adolescente de 15 años.

Estas acciones, de las que no pocos responsabilizan a grupos radicales anti-inmigrantes, de los que los Minuteman son los más representativos y cuyos principales líderes se encuentran precisamente en Arizona, rara vez se presentan en contra de traficantes de drogas. Son consecuencia clara de la intolerancia que el gobierno norteamericano expresa y tácitamente promueve en contra de los migrantes y que, a pesar de no contar con el apoyo de la mayoría de los estadounidenses, estimula a tal grado a los integrantes de los grupos fundamentalistas que las consecuencias están a la vista. Afortunadamente hay quienes no comparten esa visión, quienes observan estos hechos como una obvia cortina de humo tendiente a desviar las críticas de la opinión pública y de los medios de comunicación de ese país hacia las políticas erróneas de su presidente George W. Bush, quien a diario es blanco de ácidos señalamientos e incluso de burlas por sus discursos y políticas, llenos de desatinos e incoherencias.

Cada día es más frecuente que comunicadores e intelectuales norteamericanos, así como la comunidad internacional, traigan a la mesa de las discusiones más elementos de prueba acerca de que los líderes políticos y militares de Estados Unidos manipularon la información acerca de Irak para justificar su intervención –invasión, para poner las cosas más claras- en ese país del medio oriente. A tres años de distancia y habiendo aceptado que se “equivocaron”, siendo claro que las cosas en Irak van de mal en peor, que el número de soldados norteamericanos muertos se ha venido elevando de manera dramática, que la presencia militar en ese país no ha mejorado en lo más mínimo las condiciones de sus habitantes sino al contrario, el número de civiles muertos es casi incalculable, el gobierno de Bush amplia su espectro ofensivo hacia Irán y solicita un presupuesto sin precedentes y más tropas para continuar la guerra en el oriente medio, aunque esté basada sobre mentiras.

Es viable, entonces, que estén haciendo lo mismo, mintiendo, acerca de la situación que guarda el flujo de trabajadores migrantes provenientes de México y otras naciones del sur del continente, y las consecuencias de la permanencia de estos en su territorio, exagerando la nota para desviar la atención de la opinión pública estadounidense de la cada vez más incontrolable situación en el Golfo Pérsico. Tan necesario le resulta al gobierno de Estados Unidos ese factor de distracción, que el irracional ataque en contra de los migrantes indocumentados lo utilizan para generar entre sus ciudadanos un ambiente de miedo en contra de las personas que cruzan la frontera en busca de un trabajo honrado para mejorar sus condiciones de vida. Tan grave es la situación que incluso los migrantes documentados, los que atraviezan la frontera de manera legal, y que tienen fuertes vínculos familiares, sociales, comerciales y de otra índole con quienes habitan al norte de la línea divisoria, se salvan de esa política irracional.

Los habitantes de ambos lados de la frontera deben esperar hasta dos horas para poder cruzar cualquiera de los puentes internacionales, aunque sea para ir a gastarse los pesos convertidos a dólares que inyectan hasta la tercera parte y en ocasiones más de los recursos económicos que genera el comercio transfroterizo.

Como un claro ejemplo de todo lo antes expuesto, a mediados de la semana pasada, el secretario de Seguridad Interna de EU, Michael Chertoff, calificó a la frontera con México como una tierra ‘violenta y sin ley’, el lugar donde todo lo malo ocurre. Le faltó decir que, en efecto, la frontera es peligrosa pero para los migrantes, no dijo que, justamente, es una tierra sin ley porque no hay quien la haga valer para hacer justicia a quienes son sacrificados por el sólo hecho de aspirar a una mejor calidad de vida. No dijo que en los últimos tres años han muerto tantos trabajadores migrantes –o más- en territorio estadounidense, que soldados norteamericanos en Irak. Omitió, también, que las armas que son utilizadas en la mayoría de los actos violentos que ocurren en muchas partes del mundo son fabricadas en territorio de Estados Unidos. No mencionó que su política antimigrante ha dado a los norteamericanos más dolores de cabeza que soluciones, que son muchos los problemas que cada día parecen agravarse ante las actitudes erráticas de sus líderes. ¿Podría ser de otra manera? Es posible, pero aunque las leyes de Estados Unidos están basadas, irónicamente, en la tolerancia, su gobierno ejerce el antivalor de ese concepto. Lo peor es que ambos, los norteamericanos y los migrantes mexicanos y latinoamericanos, pierden la vida en tierras extrañas a consecuencia de las malas decisiones políticas de sus gobernantes. Nada justifica la pérdida de vidas, ni en guerras tendenciosas ni en persecuciones distractoras y criminales.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)