«Si voy al hospital, me ocupan la casa»
La Razón, 11-02-2007roma – «Tengo que operarme, pero no salgo de casa porque tengo miedo a que
los extranjeros entren y se queden en ella». El testimonio de Maria
Cartago, de 89 años y con problemas de corazón, parece a simple vista el
delirio de una anciana enferma, asustada, desubicada en un barrio que ya
no reconoce a pesar de llevar 50 años en él. Pero no hay nada de eso: sus
miedos están fundados. Tanto es así que las autoridades de Milán
destinaron una patrulla especial la semana pasada para que vigile la
puerta de su vivienda día y noche, mientras se opera del corazón. Maria
tiene razones para preocuparse. El mes pasado la despertó un estruendo que
venía del piso de arriba. «Creía que era un terremoto», narra. Lo era: un
terremoto causado por tres magrebíes que derribaron a golpe de pico y maza
la puerta de su vecina, fallecida pocos días antes. Desde entonces, la
anciana tiene nuevos vecinos que, como el 30 por ciento de los residentes
del barrio, no pagan alquiler ni gastos. Han ocupado la casa por la fuerza
y no se marcharán hasta que no los desaloje la Policía con una orden
judicial, un proceso que se suele prolongar durante varios años. El
fenómeno de la ocupación se ha extendido en éste y otros barrios
periféricos del país, con un incremento de hasta el 40 por ciento en
algunos distritos. Según datos oficiales, sólo en 2006 se ocuparon cerca
de 3.500 viviendas en la zona. «En Milán hay unas 7.000 casas ocupadas con
abusos. En su mayoría han sido tomadas por bandas criminales, de las que
un 60 por ciento son italianas y el resto extranjeras, sobre todo
magrebíes», explica Carmela Rozza, dirigente de un sindicato de inquilinos
nacido para hacer frente a la situación. Por increíble que parezca, el
caso de Maria Cartago no es nuevo. Hace menos de un año, la Policía evitó
un linchamiento en otra barriada de Milán, donde un grupo de inmigrantes
había entrado en un apartamento vacío abriendo un agujero en la pared. Los
vecinos, movilizados y preparados desde hacía meses, se opusieron con
palos y cuchillos. «Habíamos conseguido echarlos días antes. Paramos a dos
egipcios que estaban tirando una puerta con una maza y un martillo
neumático. Pero han vuelto. Estamos decididos a armarnos mejor, y si la
autoridad no pone remedio habrá algún muerto, porque no estamos dispuestos
a que siga pasando», denunció Ornella, trabajadora de una fábrica de la
capital lombarda y líder improvisada de un movimiento de vecinos que
planta guardia día y noche para hacer frente a las bandas de ocupación que
merodean por los barrios en busca de una vivienda. El fenómeno de la
ocupación no es nuevo en Italia: el crimen organizado y las mafias se han
valido de él durante años para conseguir inmuebles gratis. Sin embargo, el
crecimiento exponencial que ha vivido en los últimos meses ha puesto de
guardia a las autoridades. «La mayoría de las casas ocupadas pertenece al
Ayuntamiento, son viejas, de protección oficial y suelen ser ocupadas
cuando los vecinos mueren o se marchan a un barrio mejor. Entonces, las
casas quedan durante meses sin adjudicar a otra familia, vacías. Las
bandas aprovechan estos plazos para tirar la puerta abajo. Una vez dentro,
las utilizan como almacén, o venden droga, montan casas de prostitución o
alojan a familias, o también las alquilan ilegalmente a inmigrantes sin
papeles por precios desorbitantes», explican en la sede del principal
partido de la oposición en Milán, Demócratas de Izquierdas. «Aún me
acuerdo cuando llegamos a Milán mi marido y yo. Nos íbamos al cine por la
noche y dejábamos la puerta abierta. Nunca nos faltó nada. Nunca nos
robaron nada. Eran otros tiempos», suspira Maria. Ahora marcha a una
operación de la que no sabe si volverá, no sin vida, sino sin casa.
(Puede haber caducado)