La Otra Orilla. El barco
«Si se aprobó el uso de la Armada para disuadir a los cayucos y hay pancartas en contra de estos jóvenes, ¿cómo nos atrevemos a exigir a Mauritania que haga lo que rechazamos?»
Canarias 7, 10-02-2007Reconozco que me resulta difícil escribir esta columna sin expulsar toda la rabia en forma de diccionario de insultos contra lo que está sucediendo con el barco de la vergüenza. La postura mantenida por la clase política canaria a cuenta del barco donde se hacinan casi 400 personas (insisto, personas, no vasijas, ni cerdos) es indigna de representar a este pueblo. Rechazo las manifestaciones del presidente Adán Martín, del portavoz del Gobierno, Miguel Becerra, de la oportunista vicepresidenta, María del Mar Julios, y de toda la caterva de indocumentados y jaleadores del odio hacia el prójimo que les rodean y chillan más, con el único fin de hacer supuestos méritos ante sus jefes de filas. Merecen un rotundo rechazo. Si el Parlamento aprobó el uso de la Armada para disuadir a los cayucos, si en lugares como Los Cristianos se despliegan pancartas contra la llegada de estos jóvenes, ¿por qué y cómo es que nos atrevemos a exigir a Mauritania, el país que ocupa el tercer puesto por la cola entre los más pobres del mundo, que haga lo que nosotros rechazamos?, ¿quién le ha dicho a nuestro gobierno que no dejando entrar a este barco en nuestras aguas cundirá el pánico en el mundo y ya no lo volverán intentar?, ¿estamos locos?, ¿se ha extendido el día de los inocentes a todo el año?, ¿es una broma de cámara oculta?, ¿de verdad estamos oyendo las palabras que nos están diciendo estos días? Lo que ocurre a cuenta de este barco es tan indigno que raya el salvajismo. Me comenta el delegado del Gobierno que era la opción más segura para evitar un posible naufragio. Pero estos días posteriores demuestran que nos hemos equivocado, que la mejor solución habría sido trasbordarlos, atenderlos, desembarcarlos aquí y organizar su repatriación, que al menos en eso ya estamos bien curtidos. Los bocazas al frente del Gobierno de Canarias, los cobardes calladitos de la oposición y los que contemplan el lamentable espectáculo desde su lustroso despacho de Madrid no están a la altura de esta dura encrucijada que vivimos, donde sobran sus palabras y falta humanidad.
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