«La solidaridad va ligada a la austeridad»
El urnietarra lleva 42 años trabajando en Malí, «un país pobre y desconocido» en el continente africano
Diario Vasco, 09-02-2007Níger, Sierra Leona, Burkina Faso y Malí son los cuatro países más pobres del planeta, según el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas. Asensio Iguarán lleva 42 años viviendo en el último de ellos y da fe de que la realidad en el poblado de Faladié, sin luz, ni agua corriente y a 83 kilómetros de la capital Bamako, es como vivir «en otro planeta». Este misionero de los Padres Blancos vislumbra «buena voluntad» en los Objetivos del Milenio de la ONU, pero aún ve «falta de voluntad política» para cambiar unas estructuras económicas que benefician siempre a los países ricos, que se quedan con más de la mitad de la tarta de beneficios. «La solidaridad debe conjugarse con la sobriedad», recuerda.
– Desde el pueblecito de Malí donde vive, ¿cómo recibe las reuniones, objetivos y declaraciones que se realizan en grandes esferas sobre la erradicación de la pobreza?
– Hay buena voluntad, pero no hay voluntad política de ir a las causas del subdesarrollo. Se quieren poner parches, sin cambiar las estructuras opresivas porque hay muchos intereses económicos de por medio, empezando por la Organización Mundial del Comercio, donde mandan las multinacionales. Creo que el mundo está gobernado por el dinero más que por los políticos, y África es un continente con muchos recursos naturales que Europa y el resto del mundo necesita. Un ejemplo, ahora, es el caso del coltán, un mineral necesario para las nuevas tecnologías que se extrae del Congo.
– Países como Congo, Ruanda, Etiopía o Sierra Leona sí han saltado alguna vez a la palestra internacional por una situación humanitaria extrema o por las guerras; Malí en cambio es muy desconocido.
– Es cierto. Probablemente muchos ni sabrán que hace unos días el presidente del país, Ahmadou Tomani Touré, visitó España para entablar acuerdos bilaterales en materia de inmigración, ya que muchos de los que llegan en cayuco a las islas Canarias proceden de este país. África en sí, es desconocido, y Malí, que es un país en paz, con democracia – aunque sólo votó el 27% de la población – , casi desértico y pobre, más.
– ¿Cómo es el día a día de su población?
– El 80% de los trece millones y medio de habitantes que son vive del campo, una agricultura muy rudimentaria porque todavía muchos no tienen medios para utilizar un arado, ni bueyes. El producto que exportan es el algodón, que hace unos años funcionaba bastante bien, pero últimamente por la concurrencia de Estados Unidos – donde los campesinos tienen subvenciones del Estado – y China, el producto de Malí no está valorado. Y a los campesinos, con los gastos en abonos e insecticidas, no les compensa, con lo poco que sacan del algodón sólo les da para comprar cereales para alimentarse. Al final, un producto que tenía que ayudarles a desarrollarse, hoy día es contraproducente, está creando más hambre en la población.
– Es una población desnutrida y con una tasa de analfabetismo muy elevada.
– Es una población muy joven, casi la mitad tiene menos de 18 años, porque la esperanza de vida es de 45 años. Hay mucha mortandad infantil por malaria, tuberculosis y malnutrición. En Malí más que hambre, es malnutrición. Lo que ha cambiado es la mentalidad de los padres hacia la educación. La tasa de escolarización ha pasado del 20% al 40%, porque los padres antes veían la educación como una inversión para uno de sus hijos con el objetivo de que consiguiera un puesto de trabajo en la Administración, y ahora se ve como algo necesario para todos. Los pueblos se unen para formar una escuela, y pagan ellos de su bolsillo a un profesor. Están haciendo un esfuerzo grandísimo y creo que esto va a ir mejorando.
– ¿Quién ha impulsado ese cambio?
– Las mujeres han tenido un papel muy importante en este cambio social, que se refleja también en la estabilidad que los jóvenes están logrando en el campo gracias a los microcréditos. Ellas han promovido su propia condición, ya no quieren ser manipuladas por los maridos, no quieren ser segunda o tercera mujer, están luchando contra la poligamia, contra la mutilación genital, contra gobiernos corruptos. Fue impresionante ver a las mujeres manifestarse con cacerolas por la calle.
– Se van dando pasos
– Sí, la sensibilización y la educación son factores importantes del desarrollo de los pueblos, porque les permite abrir los ojos y darse cuenta de que las cosas pueden cambiar.
La inmigración
– ¿Ahora hace falta ‘escolarizar’ a los países ricos para que también abran los ojos?
– No es que no conozcan la realidad, sino que no hay voluntad firme de cambiar las cosas. No nos queremos privar de nada y la solidaridad conjuga con la sobriedad, con la austeridad. Se van saneando de corrupción los gobiernos, pero faltan ayudas. Se han condonado deudas, pero impiden a los gobiernos gastar en enseñanza hasta que no pongan en orden sus cuentas; hay jóvenes que quieren enseñar, pero el Gobierno no les paga porque el Fondo Monetario no les da préstamos para enseñanza.
– Esa falta de oportunidades es lo que hace a muchos jóvenes intentar ‘dar el salto’ a Europa. ¿Conoce casos?
– Conozco a un chico, Yusuf, que llegó hasta Melilla, atravesando el desierto, pero le rechazaron y volvió. Yo le dije que las cosas no eran tan fáciles, pero sé que ha vuelto a intentarlo y no sé cómo habrá acabado. Cada vez que veo imágenes de cayucos por televisión miro para ver si conozco a alguien. Al final, estos pueblos hambrientos – no sólo de comida – van a venir a España aunque subamos las vallas. Tenemos que ponernos en su piel, todos estamos embarcados en la misma txalupa, en el mismo cayuco, y si este planeta se hunde nos hundimos todos.
achico@diariovasco.com
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