La última moda en bañadores para musulmanas en Sydney es un tres piezas que cubre piernas, cuerpo y cabeza

Vigilantes de la playa en ´burkini´

La Vanguardia, 06-02-2007

Las playas australianas son escenario de una nueva moda: el burkini.Un tres piezas que causa furor en la isla continente entre las mujeres musulmanas. Más de nueve mil ya han adquirido el nuevo bañador que les permite acudir a las siete mil playas australianas con piernas, cabeza y cuerpo cubiertos.

RAFAEL RAMOS – Londres. Corresponsal
Todavía no ha llegado a las pasarelas de Milán y Nueva York, ni hace furor en las boutiques de New Bond Street, pero todo es cuestión de tiempo. La última moda se llama burkini y es un bañador de tres piezas – versión contemporánea del que llevaban nuestras abuelas en las playas franquistas- con un pantalón impermeable que tapa las piernas, una camiseta de manga larga y un gorro de baño que cubre la cabeza, todo ello – ¡oh, casualidad!- con los colores de España.

El conjunto es… exótico.Pero todo sea en aras de la armonía racial y religiosa, ya que se trata del uniforme oficial de vigilantes de la playa diseñado para mujeres musulmanas en Cronulla Beach (Sydney), un año después de los disturbios entre jóvenes anglosajones y de origen libanés (lebs) – con bambas y bañadores pijos, y el pelo muy corto al estilo hip hop- que pusieron en entredicho la imagen de Australia como sociedad abierta, tolerante, igualitaria y multicultural.

Nueve mil mujeres de todo el país han comprado ya los cantones pero púdicos bañadores, que llevan el sello de aprobación del Consejo Islámico Australiano. Y aunque calificarlos de chic es quizás demasiado generoso – Pamela Anderson no se pondría nunca el burkini,que no deja ver ni un gramo de carne-, han contribuido a pacificar unas playas donde el capitán Cook puso el pie en 1770 y en Navidad del 2005 se convirtieron en campo de batalla entre hooligans musulmanes que llaman putas a las rubias en bañador, y sus equivalentes blancos que reclaman un país “sólo para anglosajones”.

Diecisiete chicos y chicas de religión islámica y origen libanés, palestino y sirio (hay 150.000 en el área de Sydney, frente a casi tres millones de cristianos) acaban de recibir el diploma de vigilantes de la playa, una tarea que incluye rescatar bañistas en apuros, alertar sobre la presencia de tiburones y hacer de árbitros en las frecuentes peleas entre surfistas cuando uno le roba la ola a otro.

Parece broma pero es un asunto muy serio, en una cultura jerárquica y con toques machistas (aunque el número de mujeres que se suben a una tabla se ha triplicado desde el 2000), donde el que está más cerca de la cresta de la ola tiene prioridad y el ceda el paso se aplica a rajatabla, con sanciones para los infractores que pueden consistir en un buen puñetazo (el ex campeón Nat Young recibió tal paliza que tuvo que hacerse cirugía estética). Repartir el código de conducta del surfing para principiantes será otra tarea de las chicas del burkini.

El púdico bañador a la moda islámica refleja el esfuerzo de los australianos de distintas etnias para disimular unos problemas de fondo muy presentes en un país cuyo primer ministro conservador, John Howard, ha ganado cuatro veces con un discurso antiinmigración y unos recortes de las libertades civiles al estilo Bush-Blair que han hecho muy poco por aliviar tensiones. Para los libaneses que llegaron en los setenta y las posteriores oleadas de iraquíes y afganos de los suburbios del interior al oeste de Sydney, Cronulla es la playa más cercana y la trinchera donde estallan los malentendidos culturales, alimentados por programas nacionalistas de radio, el paro y la presencia de bandas al estilo West Side story. Es el lado oscuro del sueño australiano, pero tal vez el burkini sea el antídoto perfecto.

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