Es el único comercio regentado por inmigrantes y dirigido a ellos que hay en el lugar, y a mediodía no hay ni un alma. «Antes éramos tres dependientes, pero ahora sólo estoy yo», cuenta el marroquí que en esos momentos organiza los productos tras la barra. La huella de la inmigración aquí, en Los Martínez del Puerto, parece más un recuerdo del pasado que otra cosa. Según el padrón municipal, en esta pedanía viven 742 extranjeros. Seis de cada diez habitantes censados son inmigrantes. La cifra, sin embargo, parece irreal a simple vista. «Antes vivían muchos marroquíes en casas cercanas al pueblo, pero las derruyeron hace unos años y se fueron», cuenta Encarna, la quiosquera.

Todavía quedan inmigrantes en lugares cercanos, como Los Mesegueres o la Carretera del Jimenado, pero son muchos menos que antes. «Por lo que se ve, nadie se ha molestado en actualizar el padrón; está engordado», confiesa Encarna.

Junto a su quiosco se encuentra un locutorio que se anuncia a través de un cartel roído escrito en castellano y árabe. Dentro sólo está el dueño. «Antes venía muchísima gente; hicimos bastante negocio porque éramos los únicos». Ahora, sin embargo, su establecimiento languidece. «Los marroquíes se fueron porque vivían en casas viejísimas, y las tiraron».

Pero no sólo esta razón explica el engorde del padrón. También la temporalidad de los que aquí trabajan. «Muchos se empadronaron aquí pero en realidad viven en otras partes, o vienen sólo a trabajar en temporada. Mientras hay trabajo puede haber 200, pero luego se quedan en 50».

Los Martínez del Puerto es una de las pedanías más alejadas de la ciudad, y sus vecinos se sienten olvidados. Pero este lugar «también existe», recuerdan decenas de carteles amarillos colgados en farolas y paredes.