Una escuela donde aprender a dialogar y a respetar al otro

Un centro de primaria de Bilbao recibe del Ministerio de Educación el primer premio de buenas prácticas de convivencia

El País, 05-02-2007

En una época preocupada por el fenómeno del acoso escolar, tanto entre alumnos, como hacia los profesores; por la falta de respeto al profesorado; por el alto índice de fracaso escolar en secundaria, y por la pérdida de valores de referencia, y en la que la masiva llegada de inmigrantes hace que la comunidad educativa se replantee el modelo de enseñanza. Dos centros escolares vizcaínos han organizado sendos programas innovadores para resolver los problemas y dotar de recursos al menor, al profesorado y a la sociedad que les rodea.

El colegio Zamakola – Juan Delmás, de infantil y primaria, ubicado en el barrio bilbaíno de La Peña, lleva 15 años dando forma a su proyecto de convivencia que ya se concreta en nueve niveles y que, a finales de febrero, sacarán a la calle para involucrar a los vecinos de esta zona de la capital vizcaína socioculturalmente deprimida. El colegio Juan Delmás recoge mañana en Madrid el primer premio de buenas prácticas de convivencia que otorga el Ministerio de Educación y Ciencia.

Si el centro de Bilbao se dedica a los más pequeños, el Instituto de Mungia propone desde hace cuatro años otra manera de aprender a sus más de 800 alumnos adolescentes. El propósito, que no se descuelguen de la enseñanza.

Las iniciativas de ambos centros, surgidas de manera diferente pero de la misma inquietud del profesorado, procuran que el alumnado se sienta involucrado en su propia educación, así como en el cuidado del centro y del entorno que lo rodea; que se integre en su clase, entre sus iguales, pero también en la familia y en la comunidad. Y que el profesorado, la familia y la sociedad se impliquen de igual forma en la educación de estos chavales. Un reto enorme pero también de beneficios incalculables.

Hay que tener en cuenta, además, que ambas escuelas cuentan con un alto porcentaje de alumnos extranjeros y de muchas nacionalidades distintas. El Instituto de Mungia cuenta con estudiantes de 24 países, que suponen hasta un 14% del alumnado en ESO y menor porcentaje en bachillerato y formación profesional.

En el colegio Juan Delmás, 8% son alumnos extranjeros. Su directora desde hace 18 años, Asunción Olano, le resta importancia al dato: “Es lo normal en la escuela pública”. Lo que sí es cierto es que ese porcentaje de alumnado inmigrante procede de 16 nacionalidades distintas.

Sin embargo, la inmigración es sólo uno de los apartados que se trabajan en Bizi Gaitezen Elkarrekin, su programa de convivencia que se concretó hace dos años. Plantea objetivos “a medio plazo” para conseguir a largo plazo, según Olano, “darles a los niños un entorno seguro, lo que mejora el aprendizaje; darles unas referencias de cómo establecer relaciones con sus iguales para que el día de mañana puedan ser asertivos, e involucrar a la sociedad que rodea el centro”.

Su iniciativa parece que funciona. “El colegio se encuentra en un contexto social desfavorecido, en un medio cultural bajo, y, sin embargo, tenemos niños muy respetuosos, que cumplen la norma, bien educados, y se nota. Saben resolver conflictos, hablan, se expresan y piden disculpas”, destaca la directora del Juan Delmás.

El alumnado se implica desde los tres años en el cuidado del patio y del edificio del colegio. Desde la misma edad se trabajan las habilidades sociales y el desarrollo social. “La escuela tiene que encargarse de una doble función: el aprendizaje y el desarrollo personal del niño. Hay que enseñarle también a ser y a convivir, no sólo conocimientos”, explica Olano. El programa ha contado, afirma, con “mucho apoyo” del departamento de Educación del Gobierno y de la concejalía correspondiente del Ayuntamiento de Bilbao. “Ahora estamos preparando la recopilación de la experiencia en un libro y en un CD. Hemos ido a exponer el proyecto a otras comunidades y recibimos muchas peticiones de información por correo electrónico”, dice. No le cuesta hablar de la iniciativa: “Cuando una cosa te sale bien, hay que contarlo”.

Un lugar educativo fundamental en el Juan Delmás es “el recreo”. Se ha reorganizado el patio en varias zonas de juego, que ocupan distintas clases por turno, cada día de la semana. “Antes, el patio estaba tomado por los que jugaban al fútbol”. Además, el recreo es el lugar donde los estudiantes se sienten más libres y donde el profesor puede “trabajar” otros aspectos. La directora del centro narra un ejemplo: “Si hay dos niños pegándose en el patio, está terminantemente prohibido no intervenir. Aunque tu no le pegas, si no intervienes, es como si le estuvieras pegando. No se puede ser un espectador pasivo. Eso se aprende”.

Uno de los grandes cambios ha sido hacer al alumnado partícipe, en igualdad de condiciones al profesorado y a los padres, de todo el proyecto y de su ejecución. Así, ellos se sienten responsables y sólo acuden al profesor si el asunto es de demasiada envergadura. Para la resolución de conflictos entre iguales, es decir, entre los niños, el centro ha dispuesto una zona, el Adostoki, para que se solucionen dialogando. Los niños acuden a esos lugares, donde hay sendos asientos con un dibujo encima: uno luce una gran oreja y otro, una boca. Para que aprendan a escuchar y dejar hablar al otro. Si lo consideran necesario, pueden llamar a un mediador. Una docena de niños de 5º y 6º de primaria han sido formados para ello. “El mediador no es un juez. Les ayudan a llegar a la solución del conflicto”, indica Olano.

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