Tres parejas flamencas suspenden su boda al negarse a que la ceremonia civil sea oficiada por un concejal de origen africano

La Vanguardia, 03-02-2007

Algunos flamencos parecen decididos a recuperar las prácticas y los principios más tenebrosos de la comunidad afrikáner, formada por colonos en su mayoría procedentes de estas tierras bajas de la Europa que hoy apenas puede presumir ya de tolerancia. Tres parejas de San Nicolás, municipio de 70.000 habitantes de la zona oriental de Flandes, han suspendido sus bodas al enterarse de que el concejal encargado de supervisar y sellar los matrimonios en las ceremonias civiles obligatorias es negro: el primer edil negro de Flandes.

El munícipe repudiado se llama Wouter van Bellingen, nombre de pura cepa neerlandesa. Además, representa a un partido regionalista, el Spirit, que además de significar Espíritu responde a las siglas de Social, Progresista, Internacional, Regionalista, Integral-democrático y Transformador: una rebuscada denominación propia de la originalidad que caracteriza a la política belga en su cara más amable.

Pero en este caso ni el nombre, ni el abolengo, ni la adscripción a un partido que defiende las particularidades de Flandes puntúan lo más mínimo. Aquí lo único que importa es el color de piel de Van Bellingen, que como cualquiera puede observar es inequívocamente negra. Dos de las parejas a las que tenía que casar se borraron directamente de la lista de bodas tras verificar que, después de las elecciones municipales de octubre, iba a ser él quien oficiaría la ceremonia de sus uniones una vez tomara posesión del cargo en enero. En el tercer caso fue el padre de uno de los cónyuges el que formalizó la suspensión aduciendo que la familia política rechazaba al oficiante negro.

La pareja pionera de esta nueva modalidad de apartheid acudió a la comuna para pedir al alcalde, Fredy Willockx, que cambiara al concejal encargado de las bodas.
Willockx, del Partido Socialista Alternativo (Sp. a), les dijo que no y les echó la bronca. “Es todo un ejemplo de racismo básico”, declaró. “El que no esté a gusto podrá discutir con el concejal o con él y conmigo, pero no retrocederemos ni un milímetro”. Bellingen apostilló: “El que me rechace tiene tres opciones: no casarse, mudarse a otra comuna o aceptarme”.

El hecho en sí del repudio al edil no es lo único preocupante de todo el asunto. Es significativo el escaso impacto de la noticia en Bélgica – al menos hasta ayer-, como si la sociedad fuera aceptando lo inaceptable con cierta naturalidad. El diario francófono La Libre Belgique dedicó un breve a la noticia, y Le Soir publicó ayer una crónica, pero sólo en una edición regional. Es más: lo que ha sorprendido al concejal son las muestras de apoyo (la mayoría a través del correo electrónico) que ha recibido en los últimos días. “Como persona negra, asisto a este tipo de comportamientos cada día”, aseguró.

El primer ministro belga, Guy Verhofstadt, dijo ayer que estaba “horrorizado” y que “la sociedad no puede tolerar comportamientos racistas tan estúpidos”. Pero lo cierto es que uno de cada tres flamencos vota al partido xenófobo Vlaams Belang.

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